Tercera crónica de las aberraciones ocurridas en Holanda, país en el que se miran los progres del mundo de cara a implementar en los suyos el maravilloso método para quitarse en medio a viejos e inválidos. Hoy, “La eutanasia televisada”.
La aberración ocurrió en 1993. Para poner a Vds. en antecedentes, la eutanasia ni siquiera era todavía legal en el país de los tulipanesHolanda, aún faltaban siete años para que se promulgara la ley que la legalizaba. Se regía por normas privadas emitidas desde el colegio de médicos, otros colectivos de médicos como la NVVE (Derecho a morir Holanda) y algunas indicaciones emanadas de algunas sentencias que se habían emitido ya sobre el tema. Y el Gobierno, consciente de que se practicaban miles de eutanasias en el país, por toda medida se limitaba a emitir unos informes bienales en los que pedía a los propios autores de las eutanasias, con la inmunidad y la impunidad garantizadas, que informaran de lo que hacían, para al menos ser capaz de llevar estadísticas.
Vamos pues al relato que procede como otras veces del libro “Seducidos por la muerte” de Herbert Hending(1), el cual les trasmito algo recortado por lo largo del mismo, en la promesa de que nada de lo que omito es esencial a la historia.
“El último peldaño para normalizar la eutanasia como parte de la vida cotidiana fue la proyección de la película holandesa Death on request (“Muerte a la carta”). Una película en que un paciente es llevado a la muerte por eutanasia […]
En junio de 1993 se diagnosticó a Cees van Wendel una esclerosis lateral amiotrófica; un mes más tarde pedía la eutanasia. […] Cees y su esposa Antoinette, se mostraron inicialmente remisos a participar en el documental pero fueron persuadidos por una visita de Maarten Nederhorst, quien les convenció de que la película rompería los tabúes sobre la eutanasia. No les dijo que de hecho pretendía filmar la muerte real hasta que el proyecto llevaba ya varias semanas en marcha, cuando la cosa parecía darse ya por supuesta.
Casi 700.000 personas vieron el primer pase de la película en Holanda […]
El médico, Wifred Van Oijen es la persona más relevante de la película. Su ejercicio incluye tratamiento de niños, mujeres embarazadas y administración de la muerte […]
La película abre con una gélida escena de invierno […] El médico es mostrado en camiseta en su cuarto de baño. […] En este día sus intervenciones incluirán el tratamiento de una joven, de un bebé, de una mujer embarazada y llevar la muerte a Cees [como ven Vds. Hipócrates en su estado puro]. En la película vemos al doctor atendiendo a los pacientes en su consulta, escogiendo fármacos letales para Cees en una farmacia, entrevistándose con éste y terminando finalmente con su vida. También se muestra al doctor en su agradable hogar, donde su esposa lee sentada, como testigo de la normalidad de su vida.
Sin embargo, en las llamadas que Van Oijen hace a Cees, la película refleja cierta tensión entre su mensaje […] y la realidad que muestra la relación entre van Oijen y Antoinette, la esposa del paciente, que ha sido la que ha llamado al médico y quien claramente quiere la muerte de su marido.
Parece que a la esposa le repele la enfermedad de su esposo, y de hecho, no le toca nunca durante sus conversaciones, ni permite que sea Cees quien conteste a las preguntas que le dirige el facultativo. Ella “traduce” por él, aunque Cees todavía puede hacerse inteligible […] El doctor le pregunta si quiere la eutanasia, pero es su esposa quien responde. Cuando Cees se echa a llorar, el doctor se acerca con compasión y le toma del brazo, pero la esposa se lo impide y le dice que que es mejor que los dos salgan y le dejen llorar solo. Mientras llora, ella sigue hablando con el médico. Este no pide en ningún momento hablar a solas con Cees, ni pide nada que pueda facilitarle la comunicación con él, por si una ayuda adicional en los cuidados pueda hacer que quiera vivir […] El acuerdo de terminar con la vida de Cees es alcanzado entre médico y esposa.
A lo largo de la película, el comportamiento de la esposa refleja su tensión y el temor de que Cees rechace la muerte […] Casi todo parece arreglado para evitar que sean confrontados los sentimientos del paciente o el modo en que la relación con su esposa afecta su acuerdo en morir. […] Van Oijen es obligado a obtener una segunda opinión de un asesor. El asesor, que ejerce en la misma manzana que el médico, tampoco hace ningún intento de comunicarse con Cees a solas, y permite que la esposa responda a todas las preguntas que hace a éste. Cuando el asesor hace la pregunta formularia de si Cees está seguro de que quiere seguir adelante con el proceso, es Antoinette quien responde por él […]
Antoinette […] pregunta “en qué situación estamos”. Ella quiere que la eutanasia tenga lugar ya. […] Cees ha fijado varias fechas, pero sigue aplazándolas [como ven Vds. se trata de un tipo muy poco serio, sin palabra]. Ahora lo ha fijado en su cumpleaños, y lo arreglan para que Van Oijen lo haga a las ocho en punto, después de que Cees lo celebre bebiéndose un vaso de oporto […]
Antoinette ayuda a Cees en la cama en la preparación de la primera dosis que le va a administrar van Oijen. Ella le dice a su marido que sólo va a sentir un pequeño pinchazo en la piel [¡pobrecita, lo pendiente que está de su marido!]. Van Oijen sonríe, le pone la inyección […] Nadie se dice adiós. Sólo después de que el pinchazo ha dormido a Cees, Anotinette besa a su marido. […] Después de que el segundo pinchazo [el que administra la muerte, el primero sólo lo narcotizó] haya sido administrado, Antoinette y Van Oijen se sientan junto a la cama […] Antoinette pregunta si estuvo bien, presumiblemente queriendo saber si estuvo “bien” terminar con la vida de Cees de esta manera. Van Oijen se lo confirma […]
A lo largo de la película el médico, Wilfred Van Oijen es presentado como una figura nada amenazadora, simplemente uno de nosotros. […] Van Oijen nos dice: “Realizo eutanasias tres o cuatro veces al año. No es que ande por ahí ametralladora en mano derribando multitudes”. […] [¡No te preocupes hombre, nos hacemos cargo, ¿quién no tiene que cargarse cada años a tres o cuatro indeseables problemáticos?]
Mientras están sentados juntos viendo morir a Cees morir, Antoinette repite muchas veces cómo Cees parece estar en paz y cuán bello es todo:
Antoinette: “Es bello así, caer dormido tan pacíficamente, más y más profundamente.
Van Oijen: “Es hermoso”
Antoinette: “Sí , muy hermoso, muy hermoso”
Los pacientes con esclerosis lateral amiotrófica –una enfermedad degenerativa de la médula espinal cervical- son seleccionados a menudo como casos modelo para la eutanasia porque el público puede fácilmente compadecer su obvia debilidad muscular, su dificultad en el habla […]
Vale la pena recordar aquí que el físico inglés Stepehen Hawking se mantiene vivo 25 años después de que se le diagnosticara esclerosis lateral amiotrófica […] Durante los años siguientes, ha vivido una vida brillantemente productiva y ha mantenido relaciones significativas con amigos y familiares cuando estaba más incapacitado que Cees Van Wendel. Hawking sin embargo, ha estado rodeado de gente que le quería con vida […]
Nederhorst [el director de la película] ha declarado que […] siguió el consejo de no mostrar demasiado metraje del médico y la esposa hablando solos por temor a que pareciera que estaban conspirando. Dado que lo mostrado ya transmite ese sentimiento de conspiración, uno puede suponer hasta qué punto habría reforzado esta impresión el metraje desechado”.
El caso es atroz por sí mismo. Pero más allá de lo repugnante del mismo, subyacen por debajo, como siempre, historias sumergidas que lo hacen aún más repugnante. En primer lugar, la naturalidad con la que se asume por la sociedad holandesa la eliminación de seres humanos que no se hallan en plenitud de facultades hasta punto tal que un cineasta pueda tener la idea de grabar en directo una eutanasia, y la esposa del eutanasiado y el médico que va a practicar la eutanasia tengan lo que hay que tener para acceder a la grabación en directo (me permito recordarles a Vds. que cuando esta grabación se emite, la eutanasia sigue sin ser legal en Holanda y aún habrán de pasar siete años para que lo fuera).
En segundo lugar, la hipocresía presente en el impostado diálogo entre instigadora y ejecutor de la eutanasia tratando de hacer pasar la peor de las obras, eliminar a un ser humano al que se debería proteger por el solo hecho de estar indefenso, y encima tratar de hacerlo pasar por la más “hermosa” (“hermosa” es la palabra utilizada) de las obras de piedad.
A ese extremo de amoralidad, falta de compasión e indiferencia hacia la suerte de los congéneres por muy cercanos que se hallen de nosotros, se ha llegado en Holanda.
(1)Escrito en 1997 (y no se pueden Vds. imaginar lo que ha llovido desde entonces en lo relativo al tema) y publicado en español por Planeta en el año 2009. Para ponerles a Vds. en antecedentes, Herbert Hending es consejero delegado y director médico de Suicide Prevention International y catedrático de psiquiatría en el New York Medical College. En la resolución judicial que sentó precedente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos por la que se afirma que no existe el derecho constitucional al suicidio asistido, se citan los estudios de Hending en la materia, entre los cuales, el libro que les acabo de reseñar a Vds. y que me dispongo a citar ahora.
©L.A.
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