Mártires en la Extremadura toledana
La Vicaría de Talavera de la Reina fue creada en 1990 por el Cardenal Marcelo González Martín. Seis años después la Archidiócesis de Toledo forjó la actual división territorial en tres vicarías episcopales: la de Toledo, que se corresponde con la zona centro; la de La Mancha, encargada de la labor pastoral en la zona más oriental; y la de Talavera, que se ocupa de la parte occidental de la provincia.
La Vicaría de Talavera de la Reina está formada por nueve arciprestazgos, que a su vez engloban ciento ocho parroquias. Seis arciprestazgos pertenecen a la provincia de Toledo: Belvís de la Jara, Oropesa, Pueblanueva, Puente del Arzobispo, Real de San Vicente y la ciudad de Talavera de la Reina. Los tres restantes son arciprestazgos extremeños: Guadalupe (Cáceres), Herrera del Duque (Badajoz) y Puebla de Alcocer (Badajoz).
El Anuario Diocesano para el año 1930 nos recuerda que, por aquel entonces, la Archidiócesis de Toledo abarcaba territorios de ocho provincias: Toledo, Cáceres, Badajoz, Granada, Jaén, Albacete, Guadalajara y Ávila. Existían solo dos arciprestazgos extremeños: el de Guadalupe (Cáceres) que tenía una parroquia más que en la actualidad (hoy once, entonces doce porque existía Talavera la Vieja, anegada bajo las aguas del embalse de Valdecañas en 1963) y el de Puebla de Alcocer (Badajoz), que unía a los dos arciprestazgos actuales, (Puebla de Alcocer y Herrera del Duque).
Actualmente, además de los PP. Franciscanos del Monasterio de Guadalupe, hay dos comunidades femeninas: las religiosas franciscanas de la Purísima Concepción en Siruela y las religiosas Hijas de Cristo Rey en Talarrubias, ambas en Badajoz.
Son varios los sacerdotes que están incluidos en el proceso de canonización de mártires de la persecución religiosa que desde 2001 se instruye en la Provincia eclesiástica de Toledo: bien por haber nacido en estos pueblos, bien por ejercer allí el ministerio. Pero el protagonista de estas semanas previas a la beatificación del próximo 17 de diciembre es el Hermano Juan José Caballero, que había nacido en Fuenlabrada de los Montes (Badajoz), cuya parroquia de Nuestra Señora de la Asunción pertenece al arciprestazgo de Herrera del Duque.
Los Oblatos de María Inmaculada fundados por San Eugenio Mazenod han elaborado este hermoso “corto” que nos adentra en la historia de martirio de los Oblatos de Pozuelo.
Esta es la historia de nuestro mártir.
El oblato fuenlabreño
Juan José Caballero Rodríguez nació en Fuenlabrada de los Montes, archidiócesis de Toledo y provincia de Badajoz. Miembros de los Oblatos de María Inmaculada (OMI) era subdiácono y en breve iba a ser ordenado sacerdote. Joven de gran personalidad, vivía con la preocupación de fomentar el buen espíritu a su comunidad. Era emprendedor, metódico y perseverante en cuanto acometía. Su característica más sobresaliente: fuerte inquietud misionera que contagiaba a sus hermanos de comunidad. Con sus 24 años, ya se veía misionero y actuaba como tal.
Juan José [primera fila, primero por la izquierda] nació el 5 de marzo de 1912 y fue bautizado el 16 del mismo mes en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción. Su padre, Jesús María Caballero, estaba casado en segundas nupcias con Baudilia Rodríguez y de este segundo matrimonio nacieron dos hijos: Elisa y Juan José. Del primer matrimonio habían nacido también dos hijos: Arsenio y Epifanio Caballero Molina. La condición económica de la familia era pobre; pero profundamente religiosa. El padre, que se dedicaba a la agricultura, era tenido como una de las personas más religiosas de la localidad. Al fiel cumplimiento de todas las obligaciones de cristiano, añadía la ayuda a la parroquia como Sacristán. Pertenecía también a las cofradías del Santísimo Sacramento, de la que era secretario, y la de Jesús Nazareno, de la que era Hermano Mayor. Por sus conocimientos culturales, poco corrientes entonces por aquellos pueblos, era una buena ayuda, no sólo del párroco, sino también de los vecinos.
Existía una gran unión y cariño entre los miembros de su familia. Juan José sentía la vocación misionera, pero la mantuvo oculta, dadas las necesidades materiales del hogar, que requerían su presencia. Un compañero de escuela dice de él que “ninguno llegaba a la altura de Juan José y que éste siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás (en las tareas escolares), que era totalmente cumplidor de sus deberes y que su ritmo de aprendizaje era ideal”.
La Providencia quiso que familiares del P. Francisco Esteban (quien será más tarde su Provincial y compañero de martirio; en la fotografía de la derecha) entraran en relación con él. La familia Esteban Lacal le prestó ayuda económica y esto facilitó a Juan José el ingreso en el seminario menor de los Misioneros Oblatos en Urnieta. Allí mejoró mucho en su dedicación al estudio y a la práctica de las virtudes.
Terminados los estudios secundarios, pasó a Las Arenas para hacer el noviciado e hizo su primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1930, fiesta de la Asunción, titular de la parroquia donde fuera bautizado. En 1931, ante la persecución desatada contra la Iglesia en Madrid, conocida como la quema de conventos, por razones de seguridad, vuelve con sus hermanos de comunidad a Urnieta. Más tarde, ya de nuevo en Pozuelo, tuvo que incorporarse al servicio militar y fue destinado al Norte de África. El tiempo vivido en ese continente contribuyó a aumentar su inquietud y vocación misionera.
De vuelta a Pozuelo, hace su oblación perpetua el 25 de febrero de 1936 y unos meses después recibe el subdiaconado. Pero, dos semanas más tarde, las ilusiones que había puesto en el sacerdocio, cada vez más cercano, se ven truncadas por el comienzo de un calvario que culminaría en el martirio.
En esta última foto, tomada en 1929, el próximo Beato tenía 15 años, podemos ver la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Fuenlabra de los Montes (Badajoz). Cuántas veces, en las últimas semanas de su vida, su pensamiento regresaría hasta el altar de aquel templo en donde pensaba ir a celebrar junto a los suyos la Santa Misa tras su ordenación sacerdotal. Dios lo dispuso de otra manera y el joven Oblato no se arredró.
Felicidades a la OMI (Oblatos de María Inmaculada), a España por sus nuevos beatos mártires y, en este caso, a los pueblos extremeños de la Archidiócesis de Toledo.