Hay gente por ahí que opina que la Biblia y el Nuevo Testamento no son más que cuentos y leyendas creadas para engañar u otras cosas igualmente malvadas. Y por tanto ponen a los creyentes de bobos crédulos que se dejan engatusar con relatos que bien podrían ser los de Zeus u Odín.
Que muchos relatos de la Biblia, como el comienzo del Génesis, no sucedieron literalmente ya lo sabemos todos, no hace falta que venga ningún sabio a decírnoslo, pero sin embargo hay mucha gente que ataca los milagros de Cristo, tachándolos de eso: de cuentos y leyendas (Resulta paradójico que las explicaciones “naturales” que algunos escépticos dan a los milagros sean más fantásticas que los propios milagros: por ejemplo, panes y peces escondidos en cuevas por los apóstoles para dar de comer a la gente)
Esto viene al caso, porque el otro día leía “San Pablo”, donde Holzner cuenta un episodio contenido en un apócrifo: que cuando Cristo fue a Egipto, los ídolos cayeron de sus pedestales a su paso.
Me acordé de mis queridos incrédulos. Y es que la gente ataca los Evangelios como fantásticos, pero se olvidan que lo fantástico, como este relato, ya está fuera del Nuevo Testamento gracias a la Iglesia. Y es que al establecer el Canon la Iglesia ha repasado todas las fuentes de la vida de Cristo y ha eliminado las que no tienen base.