En el taller del joyero
Sucedió hace 75 años en la ciudad de Barcelona. Lo recordábamos hace unos días. Antoni Tort, que es el joyero titular de la basílica de Nuestra Señora de la Merced, se convierte en protagonista principal de nuestro relato. Por las calles cercanas al Obispado, hace menos de cuatro meses se encuentra providencialmente con la ocasión de refugiar en su domicilio al Señor Obispo. No lo duda ni por un momento. Ya ha recogido a tres monjas Carmelitas de la Caridad de Santa Joaquina Vedruna: madre Elvira Ruiz y Micaela, y las hermanas Montserrat Sabanes y María Torres. Así que, desde el 21 de julio hasta hoy, primer día del mes de diciembre, en el taller del joyero se “lleva una vida claustral, por el ambiente de piedad que se respira”.
Es, precisamente, el día de San Eloy, santo obispo francés del siglo VII, que antes había sido un famoso orfebre y a quien se le tiene por patrono de orfebres, plateros y joyeros, cuando en el domicilio de los Tort se presenta un grupo de doce milicianos de la Patrulla de Control nº 11 del Pueblo Nuevo para hacer un registro. No es casual, pues el nombre de Antoni Tort y el de su hija Mercedes aparecía en una lista de asistentes a una concentración carlista en Montserrat.
Es, precisamente, el día de San Eloy, santo obispo francés del siglo VII, que antes había sido un famoso orfebre y a quien se le tiene por patrono de orfebres, plateros y joyeros, cuando en el domicilio de los Tort se presenta un grupo de doce milicianos de la Patrulla de Control nº 11 del Pueblo Nuevo para hacer un registro. No es casual, pues el nombre de Antoni Tort y el de su hija Mercedes aparecía en una lista de asistentes a una concentración carlista en Montserrat.
Son numerosos los recuerdos de aquellos 132 días que están narrados extraordinariamente en “Doctor Irurita”, obra publicada en 1992 por el jesuita Adro Xavier.
Así pues, allí descubren al Doctor Irurita, que se confesó sacerdote, a su familiar, y a cuatro monjas. Tras cuatro horas de registro, se llevan detenidos a Monseñor Irurita, a su secretario Marcos Goñi, a Antonio Tort, a su hermano Francisco, a Mercedes, hija de Antonio Tort, y a las carmelitas María Torres y Montserrat Sabanes. Son llevados, aquella tarde, a la sede de la patrulla que está en el número 166 de la calle de Pere IV (antiguo “Ateneu Colon”) y, desde allí, a la “Checa” de Sant Elías, instalada en un convento devastado, cerca de la calle de Balmes.
Volveremos allí mañana.
La voz del Pastor
El domingo 1 de septiembre de 1935, un año y meses antes de su muerte martirial, el Siervo de Dios Manuel Irurita Almandoz comenta en la Hoja dominical y lo publica La Vanguardia, de ese mismo día, la “Parábola del Buen Samaritano”.
Un doctor de la Ley dijo a Jesús para tentarle: “¿Qué debo hacer para salvarme? Jesús le replica: ¿Qué dice la Ley? A ello el doctor citó el precepto. Mas, como si no supiera quién era el prójimo, preguntó a Jesús: ¿Y quién es el prójimo? A lo cual Jesús respondió: Un hombre que iba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, que le despojaron y le hirieron, dejándole medio muerto. Pasó por allí un sacerdote, y viéndole, siguió su camino. Llegó también un levita y pasó de largo. Pero un samaritano se acercó al herido, vendó sus llagas, y en su caballería lo condujo a la posada, pagando al mesonero para que le cuidara. Este fue el verdadero prójimo del herido (San Lucas,10).
La parábola del buen samaritano, socorriendo al caminante malherido y despojado por los ladrones, camino de Jericó, será siempre el símbolo del amor cristiano, universal, sacrificado, desinteresado.
La parábola del buen samaritano, socorriendo al caminante malherido y despojado por los ladrones, camino de Jericó, será siempre el símbolo del amor cristiano, universal, sacrificado, desinteresado.
Amor universal; porque, así como el samaritano no se fijó en que el caminante robado era judío, así el amor cristiano socorre a todos, sin distinción de nacionalidad o religión.
Amor sacrificado; porque así como el samaritano curó por sus propias manos al malherido, el amor cristiano prodiga la aportación personal, y sufre toda clase de penalidades por los necesitados, como un San Vicente de Paúl o un San Juan de Dios.
Amor desinteresado; porque, así como el samaritano dio su dinero al hotelero para cuidado del caminante herido, así el amor cristiano se despoja de todo, dinero, bienestar, comodidades, para que al pobre nada le falte.
Nunca podrá llegar la filantropía a los heroísmos del amor universal, sacrificando, desinteresado: esto sólo puede realizarlo el espíritu sobrenatural del Cristianismo, porque lo ha aprendido de Jesucristo, verdadero Samaritano de toda la Humanidad.
¡Siervo de Dios Manuel Irurita, que fuiste el verdadero Buen Pastor entregado al Pueblo de Dios en Barcelona!, meditamos en estos días las últimas horas de tu vida, la entrega martirial como lo aprendiste del mismo Jesucristo.
¡Siervo de Dios Manuel Irurita, que fuiste el verdadero Buen Pastor entregado al Pueblo de Dios en Barcelona!, meditamos en estos días las últimas horas de tu vida, la entrega martirial como lo aprendiste del mismo Jesucristo.