Sus nombres estaban escritos en la lista negra que determinaba quiénes formaban parte de la “saca” del 24 de noviembre. Sarcásticamente, en la lista de ingreso, detrás de su nombre, añadirán “en libertad el día 24 de noviembre de 1936”. Y, definitivamente quedaban liberados para el Señor, sus cuerpos fusilados quedarían enterrados en la tierra martirial del cementerio de Paracuellos. Recordamos hoy a un padre dominico beatificado el 28 de octubre de 2007 y a cinco claretianos del Santuario del Corazón de María, en el número veintidós de la madrileña calle del Buen Suceso. Una bomba la destruyó por completo durante la Guerra Civil (el actual Santuario se encuentra en la calle Ferraz).
Nació en Oseja de Sajambre (León), el 2 de mayo de 1896, fue bautizado el mismo día, y confirmado el 26 de agosto de 1917. Ingresó en la escuela apostólica de Corias (Asturias) y allí profesó el 9 de septiembre de 1913. En 1916 fue a Salamanca a estudiar teología; recibió la ordenación sacerdotal el 16 de mayo de 1920. Estuvo en los colegios de Vergara (Guipúzcoa), de Oviedo y, finalmente, en el convento de Atocha, Madrid. Apreciado por su rectitud para con los alumnos; tuvo especial inclinación por los estudios sociales; en Madrid se especializó en filosofía para poder fundamentar mejor su apostolado social; fue amigo y admirador del Beato José Gafo, dominico.
Fray Alonso era expansivo, abierto, optimista y alegre, a la vez que tranquilo. Muy inteligente, desde niño destacó en los estudios. Gran orador, era piadoso, cumplidor y muy buen compañero. De presencia física, tenía buena voz. En Salamanca estudió música, hacia la que sentía marcada inclinación, y desempeñó el oficio de organista; destacaba por su sentido del humor y le gustaba hacer excursiones a pie. En el convento de Atocha fue consiliario de Acción Católica y, se entregó sin descanso por atraer a la clase obrera.
Mártires claretianos del Santuario del Corazón de María
Narra el padre Pedro García, misionero claretiano, en “La Congregación Claretiana. Relación histórica” (2007): cuando estalla la guerra civil española, no había en Madrid cárceles capaces para tantos, y se convirtió en la prisión más célebre el magnífico y grandioso colegio de los Padres Escolapios en la calle General Díaz Porlier. Cuando poco después afluyeron los presos por centenares y por miles, allí estaba detenido lo más granado de Madrid: políticos, militares, aristócratas, intelectuales y escritores, católicos distinguidos como los miembros de la Adoración Nocturna, y, desde luego, “obreros y personas cuya profesión no consta”, es decir, sacerdotes y religiosos.
Entre tantos presos estaban los cinco Claretianos que ahora nos ocupan: los Padres Juan Echevarría, Juan Manuel Fernández, José Joaquín Portero, Juan Iruarrízaga y el Hermano Casimiro Oroz.
Todas las demás cárceles estaban tan llenas como la de Porlier, y el enviado ruso Koltsov, avisa en secreto, de parte de Stalin al Comisariado de Guerra para que consideraran el peligro que representaban los ocho mil presos en las cárceles de Madrid. Ante un aviso venido de tan arriba, se creaba la Junta de Defensa de Madrid, a cuyo cargo correría la eliminación de los indeseados, dejada en manos de Santiago Carrillo, cuyo segundo en la Junta, Serrano Poncela, firmaría los oficios dirigidos a las cárceles para realizar las famosas sacas, iniciadas ya el día siguiente, y consignadas en listas con la fórmula hipócrita, llena de cinismo, debajo de cada nombre: En libertad.
Aquellas sacas, los fatídicos paseos, se celebraban cada noche con el mismo ceremonial. Voces criminales gritaban por las salas al anochecer:
-¡Oído, oído, oído!...
Se pronunciaban los nombres, o se recorría los grupos a la luz de una lámpara verde y se iba leyendo la lista de los condenados. Conducidos al piso inferior, se les ataban las manos a la espalda con cuerdas fuertes y delgadas, y entre cuatro milicianos echaban como fardos a los así sujetos en los camiones o los metían en los buses, que emprendían la marcha hacia su destino de Paracuellos.
Los campesinos del pueblo, obligados por el Comité, ya habían abierto las zanjas, de unos veinte metros de largo, dos de ancho y otros dos de profundidad. Bajaban a las víctimas y las mataban de veinte en veinte. De este modo, todos los que iban a ser fusilados veían cómo caían los anteriores a ellos y lo que les esperaba al cabo de pocos minutos. Doscientos por término medio cada noche... Y nadie se inventa las descripciones macabras, pues fueron muchos los testigos tanto en la cárcel como ante las fosas.
Hoy, 24 de noviembre, son asesinados juntos cinco claretianos. Es testimonio de todos los supervivientes que los sacerdotes, al oír su nombre, se olvidaban de sí mismos, impartían la absolución a los demás, les alargaban la Comunión, porque habían guardado la Eucaristía consigo para este momento, y elevaban el espíritu de todos, que iban a morir tan cristianamente. De los Misioneros del Corazón de María, sabemos que el Padre Iruarrízaga recitó con emoción incontenida el “No me mueve, mi Dios, para quererte”…
Aquella noche fueron doscientos cincuenta y dos los que iban al suplicio. Los sacerdotes y religiosos eran varios, aunque hubo noche en que los sacerdotes llegaron a setenta y tres.
Os recomendamos este enlace para poder leer la vida de estos cinco mártires claretianos:
Beato Félix Alonso Muñiz
Fray Alonso era expansivo, abierto, optimista y alegre, a la vez que tranquilo. Muy inteligente, desde niño destacó en los estudios. Gran orador, era piadoso, cumplidor y muy buen compañero. De presencia física, tenía buena voz. En Salamanca estudió música, hacia la que sentía marcada inclinación, y desempeñó el oficio de organista; destacaba por su sentido del humor y le gustaba hacer excursiones a pie. En el convento de Atocha fue consiliario de Acción Católica y, se entregó sin descanso por atraer a la clase obrera.
El 18 de agosto de 1936 se entregó a la dirección general de seguridad, temiendo alguna agresión, pero allí lo aprisionaron y llevaron a la cárcel Porlier, donde mantuvo gran entereza de ánimo; de manera discreta pudo dar la sagrada comunión a algún compañero de prisión, rezaba con ellos y les leía algún libro piadoso que pudo retener consigo; su estado de ánimo infundía aliento a los demás. Parece que lo incluyeron en la lista de los “puestos en libertad” por haber asistido y dado la absolución a un prisionero herido mortalmente, lo que puso de manifiesto que era sacerdote.Fue martirizado en Paracuellos del Jarama este 24 de noviembre de 1936, hace 75 años, a los 40 años de edad.
Un mes después de la beatificación de 2007, en el Diario de León podía leerse, al final de la crónica en la que se narraba el homenaje que Oseja rendían a su hijo predilecto:
“Los vecinos mayores de Oseja de Sajambre aún recuerdan a Félix Alonso, quien visitó el pueblo el mismo verano de 1936, siendo muy recordado un episodio protagonizado por su tía “Quicona”, quien durante uno de los predicamentos de su sobrino Félix Alonso en el púlpito de la iglesia de Oseja y ante la escasa atención que mostraban los presentes a sus palabras, comentó en voz alta que todo el mundo pudo escuchar en la iglesia, “Ama, ¡qué bien te matas! ¡Para lo que te atienden!”, dicho que ha quedado en la tradición oral de Sajambre y que muchos vecinos repiten cuando quieren definir los esfuerzos de alguien que quiere hacerse comprender ante la falta de atención de los demás, nos recuerda Aurelio Fernández, un vecino de Oseja muy vinculado a la actividad parroquial y que estuvo presente de niño en aquella misa”.
CEMENTERIO DE LOS MÁRTIRES DE PARACUELLOS DEL JARAMA (MADRID)
CEMENTERIO DE LOS MÁRTIRES DE PARACUELLOS DEL JARAMA (MADRID)