¡Qué importante es no dejarse llevar por la masa descerebrada, sino pensar y actuar por uno mismo, con criterio, responsabilidad y libertad plena, sin dejarnos afectar tanto por lo que dirán los demás!
Porque, ¡qué fácilmente caen algunos en las trampas de la demagogia y la ideología más absurda, movidos por un falso irenismo, sentimentalismo barato e inmaduro o necedad cómplice de parcialidad! Incluso personas que uno creía con más de dos dedos de frente.
Sin embargo, me complace ver cómo otros permanecen sensatamente centrados en lo que verdaderamente importa: que la realidad es positiva, que merece la pena arrimar el hombro, que ahora toca ser solidarios y caritativos con quien más lo necesita, y también ser personas despiertas, llenas de esperanza, comprometidas…