Unas de las cosas más difíciles a las que me te he tenido que enfrentar en este trabajo de la postulación de las causas de los mártires es decidir qué candidatos podían pasar o no a un proceso de canonización por martirio. Al principio de 2002 los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Toledo, a cuyo grupo se unió la diócesis de Ávila, decidieron ponerme al frente de un proceso de 940 mártires de todas esas diócesis y de varias familias religiosas: franciscanos, jesuitas, agustinos, adoratrices, una teresiana de Enrique de Ossó, una franciscana de la Purísima Concepción, mercedarios -que abandonaron la causa durante este largo proceso- y dos concepcionistas que ya están beatificadas.
[H2Onews.org, agencia de información católica fundada y dirigida por Jesús Colina, publicó en 2009 este reportaje sobre La beatificación más grande de la historia. En esta noticia se informaba de la causa abierta en Toledo el 9 de diciembre de 2003. Era la primera causa de canonización abierta en una Provincia eclesiástica de Toledo, cuyo actor era el Arzobispo Primado de Toledo. Con ocasión de la visita ad limina de dichos obispos a san Juan Pablo II, el 24 de enero de 2005, se entregaron los nombres de los 940 mártires [un obispo, sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas y laicos] que conformaban la petición para obtener el "nihil obstat" para dicha causa].
Aquello se antojaba como un gigante al que era imposible domar para estructurarlo. Después de décadas, creo poder afirmar que a Roma no le agrado el modo de proceder. Se entiende desde la lógica que es más fácil una causa de 14 martires que una de casi mil. Dejando claro también que cada mártir tiene su expediente personal... y eso es lo que hace que el volumen de documentación sea inimaginable. En esta foto aparece la documentación originada para los 100 mártires de la diócesis de Ciudad Real [catedral de Ciudad Real, 4 de diciembre de 2017]… ¡pensemos en 10 veces más!
Así que, después de reuniones y más reuniones [desde 2005 a 2010] conseguimos que la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, ahora llamada Dicasterio, recibiese el 9 de mayo de 2012 el listado de los 464 mártires... ¡la mitad de los presentados en 2005 deberían esperar!
La llamada Causa Toletana está configurada por los siguientes grupos martiriales:
- Siervos de Dios Eustaquio Nieto y Martín y 45 compañeros, sacerdotes diocesanos, religiosos y fieles laicos de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara.
- Siervos de Dios Agustín Rodríguez Rodríguez y 99 compañeros sacerdotes diocesanos, religiosos y fieles laicos de la Archidiócesis de Toledo.
- Siervos de Dios Joaquín Ayala y Astor y 86 compañeros sacerdotes diocesanos, religiosos y fieles laicos de la Diócesis de Cuenca.
- Siervos de Dios Antonio Martínez Jiménez y 99 compañeros sacerdotes diocesanos, fieles laicos y una religiosa mártires de la Diócesis de Ciudad Real.
- Siervos de Dios Joaquín López López y 56 compañeros mártires sacerdotes diocesanos, religiosos y fieles laicos de la Diócesis de Albacete.
- Siervos de Dios Basilio Sánchez García y 21 compañeros mártires sacerdotes diocesanos y fieles laicos de la Diócesis de Ávila.
- Siervos de Dios Emilio Rubio Fernández y 51 compañeros mártires de la Orden de los Franciscanos de Castilla.
La página web Inicio (persecucionreligiosa.es), a la que alude el vídeo de 2009, quedó para la Archidiócesis de Toledo. La causa de 464 mártires tiene su web propia:
Una de las exigencias LÓGICAS de la Congregación fue la de que ninguna diócesis sobrepasase el número de 100 mártires. Algunas diócesis no tuvieron problema, puesto que no alcanzaban ese numero. Otras, sí lo tuvimos.
Una vez más recordamos que hay 5.591 mártires: 2.128 en los altares + 1.785 cuyas vidas se investigan en Roma + 1.678 cuyos trabajos aún son diocesanos.
Otros tendrán que esperar otro momento. La Santa Madre Iglesia es sabia y no tiene temporalidad. Nosotros sí, somos limitados...
Soledad me escribe porque no quiere que su abuelo caiga en el olvido. Las redes sociales son puro altavoces para evitarlo. Yo la escucho y hoy publico este post. Su nombre se entregó en el Dicasterio el 24 de mayo de 2005. No es un nombre y unos apellidos en un listado... Es un mártir que derramó su sangre en la persecución religiosa. La Iglesia es sabia y se pronunciará cuando llegue otro momento... Nosotros, seguramente, no estaremos, pero hoy le pido a José por las causas de los mártires, por nuestros trabajos, para que las familias no olviden y para que la Iglesia en España siga contemplando su testimonio de entonces para ser valientes y firmes transmisores de la fe AHORA.
JOSÉ GARCÍA-ESCRIBANO FERNÁNDEZ-CAÑADAS
Nació en Herencia (Ciudad Real) el 14 de septiembre de 1903. Aunque era licenciado en derecho nunca ejerció dicha profesión, ya que al morir su padre en 1930 y por ser hijo único tuvo que hacerse cargo de los negocios agrícolas que la familia tenía en Herencia. Casado, tuvo un único hijo. Siempre se declaró católico y manifestó sus creencias religiosas, como se comprueba en su testamento realizado en 1934. Mantenía gran amistad con los frailes mercedarios no sólo por vivir frente al convento de dicha orden, si no por la devoción que siempre tuvo a la Virgen de la Merced.
Según se cuenta comenzada la guerra, fue detenido varias veces, sacado de su casa contra su voluntad y llevado al Comité de Sangre (se trataba de una casa, situada en su misma manzana, que ocupaban los milicianos, donde se sometía a los detenidos a maltratos y torturas de todo tipo).
El 13 de septiembre de 1936 entraron en su casa, y de nuevo lo llevaron violentamente al Comité de Sangre. Durante todo el día fue sometido a vejaciones y malos tratos. En la madrugada del 14 de septiembre, se divirtieron matándolo de la forma que se hacía en Herencia la matanza del cerdo, en el corral poniéndolo sobre una mesa y pinchándole en el cuello hasta desangrarse. Su cuerpo apareció tirado en las tapias del cementerio de Puerto Lápice (Ciudad Real).
SOLEDAD nos recuerda que en Herencia (Ciudad Real) la persecución religiosa fue muy cruenta, como consta en el Para eterna memoria escrito por el párroco de la época y en la publicación Amaneció al atardecer (Colección Familia Mercedaria nº50) escrita por el padre Mario Alonso Aguado. El padre Mario Alonso, historiador mercedario, describe la persecución religiosa en Herencia como “un huracán, los religiosos fueron martirizados y la iglesia conventual fue arrasada e incendiada en su totalidad, desapareciendo todo su patrimonio histórico artístico: los retablos, las imágenes, incluida la bella imagen de la Virgen de la Merced, los cuadros, el mobiliario y otros enseres notables”.
Mi abuelo nació en Herencia, el 14 de septiembre de 1903, en una familia católica muy piadosa. Nuestra casa tiene la fachada principal en la calle de las Cruces (llamada así por las Cruces en las fachadas de varias casas) y tiene una salida a la calle Colón prácticamente enfrente de la Iglesia del Convento de los Padres Mercedarios [bajo estas líneas].
Al vivir tan cerca del Convento, mi familia ha tenido gran amistad con los frailes. Mi abuelo estudió en el Colegio Mercedario, era muy devoto de la Virgen de la Merced y participaba activamente en la procesión de la Virgen. Al ser hijo único, cuando falleció su padre acabó sus estudios de Derecho y volvió a Herencia. Se casó el 13 de junio de 1934 con mi abuela Antonia en la Parroquia de Santa Barbara de Madrid y el 18 de junio de 1935 nació mi padre en Herencia (que fue su único hijo).
La tarde del 13 de septiembre de 1936, unos hombres, tras destrozar la Cruz de madera de la fachada de una casa de la calle de las Cruces, fueron a casa de mi abuelo para llevárselo por la fuerza. Era la víspera de su 33 cumpleaños. Se lo llevaron al “comité rojo” y fue martirizado en la residencia y actual colegio y seminario menor de los Mercedarios. En la madrugada del 14 de septiembre de 1936, día de la exaltación de la Santa Cruz, mi abuelo murió desangrado, dando hasta la última gota de su sangre por defender su fe.
Antoñita [testigo directo del martirio de mi abuelo (al oírlo a través del corral) pues su casa lindaba con la de mis abuelos y con la “checa”] recuerda, en su testimonio escrito aportado al proceso, la estremecedora noche de truenos y relámpagos del 13 al 14 de septiembre de 1936 y cómo fue el martirio de mi abuelo, “degollándolo como a un cerdo”. Simulando la matanza del cerdo, pusieron a mi abuelo sobre una mesa, le pincharon en el cuello para que se desangrara y recogieron su sangre en un lebrillo. El lebrillo estaba lleno de sangre hasta rebosar y se lo dieron a unas mujeres diciendo que ya tenían sangre para hacer morcillas. Cuando las dos mujeres del comité movieron el lebrillo para llevárselo, la sangre rebosó y parte de la sangre de mi abuelo salió por debajo de la puerta del Convento. (Al “comité rojo” también se le conocía como “comité de la sangre”).
Terminada la guerra, se supo que su cadáver estaba enterrado en el cementerio de Puerto Lápice atado a otro cadáver. Se celebró una misa corpore insepulto en la Iglesia de Puerto Lápice y se le dio santa sepultura en el panteón familiar del cementerio de Herencia.