¿A que nunca se han preguntado donde pasó la Sagrada Familia el período que pasó en Egipto? Porque como sabemos por el evangelista Mateo (y por cierto, nada más que por él) Jesús pasó con su familia los primeros años de su vida en Egipto, cosa que el apóstol y evangelista relata con estas palabras, sin, por cierto, decirnos nada sobre la duración de la estancia:
“El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes […].
Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret” (Mt. 2, 13-23)
Luego la literatura apócrifa se encarga de desarrollar algunos pormenores del viaje. Así, la Historia de José el Carpintero, datable en torno al s. IV, donde Jesús aparece contando a los apóstoles su propia vida y en la que leemos:
“Bajamos pues a Egipto y permanecimos un año, hasta que el cuerpo de Herodes vino a ser pasto de gusanos” (op. cit. 8).
Si bien la tradición copta anda más cerca de los cuatro años que del año único, y aunque es mucho lo que sobre el tema se puede elucubrar con lo que sabemos a partir de Mateo y de Flavio Josefo, quizás un día me ponga a ello, de momento vamos a dejarlo aquí.
El también apócrifo llamado Pseudo Mateo relata la historia que con más intensidad se ha grabado en la retina de la tradición cristiana y relacionada con tal viaje, aquélla que dice:
“Aconteció que al tercer día de camino [hacia Egipto], María se sintió fatigada por la canícula del desierto. Y viendo una palmera le dijo a José: “Quisiera descansar un poco a la sombra de ella”. José a toda prisa la condujo hasta la palmera y la hizo descender del jumento. Y cuando María se sentó, miró hacia la copa de la palmera y la vió llena de frutos, y le dijo a José: “Me gustaría, si fuera posible, tomar algún fruto de esta palmera”. Mas José le respondió: “Me admira el que digas esto, viendo lo alta que está la palmera, y el que pienses comer de sus frutos”. “A mi me admira más la escasez de agua, pues ya se acabó la que llevábamos en los odres y no queda más para saciarnos nosotros y abrevar los jumentos”.
Entonces el niño Jesús, que plácidamente reposaba en el regazo de su madre, dijo a la palmera: “agáchate árbol, y con tus frutos da algún refrigerio a mi madre”. Y a estas palabras inclinó la palmera su penacho hasta las plantas de María, pudiendo así recoger todo el fruto que necesitaban para saciarse”. (PsMt. 20, 1-2).
Pero no es la única. Sobre esa estancia como sobre casi todo en la vida de Jesús, existen muchas otras tradiciones muy consolidadas, tradiciones que, en este caso y como es fácil de entender, están estrechamente relacionadas con la gran comunidad cristiana de Egipto, los coptos.
Varios son los lugares egipcios vinculados a la misma. El primero, la aldea Deir Abu Hennas, trescientos kilómetros al sur de El Cairo, y adonde se acercan los cristianos egipcios dos veces al año en peregrinación: la primera el 28 de enero para conmemorar la llegada de la Sagrada Familia a una pequeña colina llamada Kom Mariam, la montaña de María, en la que habrían descansado en su camino hacia Tell Amarna, y la segunda en junio para honrar a la Virgen María.
Parada obligada en el camino es el Gabal al-Teir o Monte del Pájaro, en el que se levanta la iglesia de La Señora de la Palma, construída en el s. IV sobre una cueva que, según la tradición, habría servido de refugio a la Familia.
También vinculada a la estancia de la Sagrada Familia en El Cairo, y digna de mencionar, existe en el barrio de Al Matariya la tradición de que el pan no fermenta porque sus vecinos, en su día, se lo negaron a la Virgen María. ¡Ahí es nada!
©L.A.
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