Sin duda la unidad de la Iglesia siempre ha sido un problema. Cristo conocía este peligro y por lo dejó plasmado en su oración al Padre.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo: No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú padre en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy, y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos. (Jn 17, 20-26)
Cristo nos dice que legó a los apóstoles la gloria de Dios y que esta gloria les haría ser uno. Les prometió darles a conocer el Nombre de Dios, para que el Amor de Dios esté en ellos.
Son palabras enigmáticas sobre las que conviene meditar y reflexionar. Revisando la Catena Aurea, no he dado con ninguna pista concluyente. Tal vez debamos preguntarnos dónde está la gloria de Dios y dónde está Su Nombre. Me inclino a pensar que estos dos dones son una prefiguración de los sacramentos, ya que por medio de ellos, somos conscientes de la gloria de Dios y conocemos el Nombre de Dios en nuestro interior.
Si pensamos bien, lo que nos mantiene unidos entre nosotros son los sacramentos. Gracias a ellos nos congregamos para que Cristo esté en medio de nuestra. Tal vez la falta de vida sacramental y vivencia sagrada sean el foco desde el cual aparecen las disonancias que nos separan y atenazan. Tal vez desdeñamos estos dones entregados directamente por Cristo a sus Apóstoles y precisamente estos son los que nos dan la capacidad de superar nuestras diferencias.
Los sacramentos son importantes y cada vez soy más consciente de ello. Como dice mi querida amiga Cristina, ¡Nos vemos en la Eucaristía!. ¿Que mejor sitio para encontrarse aunque nos separen miles de kilómetros.