Llevo un par de semanas preguntándome por qué nuestra iglesia es cada vez más incomprensible para el común de los fieles y especialmente los niños, adolescentes y jóvenes.
Lo peor es que me lo pregunto porque yo soy el primer aburrido por celebraciones demasiado largas, misas con una cadencia cansina, homilías plomizas, canciones machaconamente repetidas durante años y una sensación general de pesadumbre y falta de alegría que algunos obstinadamente se niegan a ver.
En mi experiencia son pocas las parroquias y los grupos que ofrecen una celebración que haga que la gente salga con la sonrisa en la boca, el corazón encendido en Dios, la mente instruida y unas ganas enormes de abrazar a los hermanos presentes y al mundo en general.
Y ojo, que no estoy hablando de sentimentalismo barato, sino de algo tan simple como son los frutos del Espíritu Santo de Gal 5,22-23: Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe y Mansedumbre, los cuales brillan por su ausencia cuando uno sale de la iglesia el domingo.
Más bien uno tiene que confesarse después de falta de amor, benignidad, paz y paciencia, además de preguntarse por qué ir a Misa se convierte tan a menudo en un ejercicio de pura fe en lo que se cree, aunque no se ve (una presencia viva de Jesucristo en el sacramento y en la comunidad)
Con experiencias así no debiera extrañarnos que las estadísticas muestren que cada vez menos jóvenes asisten a la iglesia, y por si esto fuera poco preocupante, mejor no ponerse a hablar de la “experiencia de usuario” de los que sí que asisten.
Experiencia como la que tuve el otro día cuando asistí a una Misa en la que los adolescentes presentes estaban visiblemente aburridos, dedicados a hablar y distraerse con el móvil en una celebración que se había ganado a pulso su falta de atención.
Y eso que en esta parroquia la fama es que hay muchos jóvenes…pero no nos engañemos con panaceas, en la parroquia del mundo de hoy en día los jóvenes están en otro sitio.
Hoy en día los “templos” de esta sociedad son las televisiones, las salas de cine, los centros comerciales y los lugares de salir donde siempre podemos encontrar jóvenes a riadas.
También existen otros “mini templos” individualizados, llámese Facebook, Twenti o Internet, cuyos terminales son los ordenadores, los smartphones y las consolas de juegos donde se comunica mediante el vídeo, la música y la socialización.
En estos foros, la gente se encuentra, se relaciona y virtualmente se puede decir que habitan, a la par que reciben también una “enseñanza” secular, pues ninguno de estos medios acaba por ser neutral.
Los jóvenes están en estos lugares, ahí donde pasan lo mejor de su tiempo y gastan lo mejor de sus energías, pero nosotros seguimos empeñados en que ellos vengan a donde nosotros estamos, y con ello no reconocemos que son “alejados”.
Nos contentamos con que de niños vengan a nuestra Misa aburrida y de adolescentes la aguanten mientras no puedan rebelarse contra la obligación que les impone sus padres o el colegio, pero sabemos que no tenemos ni su atención, ni su corazón.
De esa manera los contabilizamos como no alejados -bautizandos, catecúmenos de comunión, confirmandos- pensando que porque vengan en cuerpo a la parroquia tenemos su persona…cuando es lo contrario, pues muchas veces se genera un resentimiento sordo con la iglesia fruto de la incomprensión de lo que pasa.
Y esto se refleja en algo tan simple como que en nada nos entienden y prefieren navegar por su cuenta de Facebook a dedicarle a Dios 45 minutos semanales en la Misa dominical.
¿Y quién les culpará por ello? ¿Quién arrojará la primera piedra en una iglesia donde los primeros aburridos somos los que vamos convencidos a ella?
Excepciones hay y gracias a Dios conozco muchas. Comunidades vivas, parroquias donde no eres un número, gente con inquietud por transmitir el Evangelio, adoradores de Dios inflamados por el Espíritu Santo…pero no es lo habitual.
Como habitual no es tampoco encontrar un poco de “posmodernización” en los medios, el discurso, y el lenguaje que se usa en la Iglesia.
Porque lo importante es transmitir el mensaje íntegro e inalterado del Evangelio y una época como la nuestra, donde todo es forma vacía de contenido, nos demuestra que no basta con tener el mejor regalo, hay que saber cómo envolverlo, presentarlo y hacerlo atractivo para su destinatario.
Y esto no se improvisa porque nadie da lo que no tiene…hace falta reflexión y los tiros van por donde los lineamenta para el Sínodo sobre Nueva Evangelización que nos dicen que incluso por encima de la crisis de medios, lenguajes y maneras de la Iglesia de hoy, se da una crisis aún mayor a la que debemos atender primero: la crisis de fe de la propia Iglesia.
"La pregunta acerca de la transmisión de la fe, que no es una empresa individualista y solitaria, sino más bien un evento comunitario, eclesial, no debe orientar las respuestas en el sentido de la búsqueda de estrategias comunicativas eficaces y ni siquiera debe centrar la atención analíticamente en los destinatarios, por ejemplo los jóvenes, sino que debe ser formulada como una pregunta que se refiere al sujeto encargado de esta operación espiritual.
Debe transformarse en una pregunta de la Iglesia sobre sí misma. Esto permite encuadrar el problema de manera no extrínseca, sino correctamente, porque cuestiona a toda la Iglesia en su ser y en su vivir.
Tal vez así se pueda comprender también que el problema de la infecundidad de la evangelización hoy, de la catequesis en los tiempos modernos, es un problema eclesiológico, que se refiere a la capacidad o a la incapacidad de la Iglesia de configurarse como real comunidad, como verdadera fraternidad, como un cuerpo y no como una máquina o una empresa" (Lineamenta 2)
Concluyendo: ¿por qué Facebook es más interesante que una Misa?
En primera instancia porque no sabemos comunicar el tesoro que tenemos, nos falta un lenguaje y unos gestos adecuados al joven de hoy.
En segunda instancia porque viendo que no comunicamos nos quedamos esperando que el joven cambie y se interese, sin preocuparnos en interesar al joven.
En tercera y última instancia porque estamos sumidos en una tremenda crisis de la propia Iglesia; el problema no es el joven, ni las estrategias de comunicación…el problema es la crisis de fe de la Iglesia en su ser más profundo (Lineamenta dixit…)
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