Los dos últimos Papas, han dejado claro que la Iglesia Católica debe renunciar a toda forma o metodología que resulte proselitista. Benedicto XVI, durante la homilía que pronunció el 13 de mayo de 2007, en la Misa de inauguración de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano que se llevó a cabo en la explanada del santuario de Aparecida en Brasil, señaló que «La Iglesia no hace proselitismo», pues «crece mucho más por "atracción"». El Papa Francisco, por su parte, ha mantenido la misma posición. No obstante, algunos sectores de la Iglesia se han preguntado ¿cómo es posible evangelizar sin hacer proselitismo? El objetivo de nuestro ensayo es aclarar que una cosa es la evangelización y otra el “modus operandi” proselitista. El hecho de que se haya usado en el pasado, no significa que una cosa no pueda existir sin la otra. Todos los Papas coinciden en que nos toca evangelizar la cultura, pues parte del mandato del mismo Jesús. La cuestión es hacerlo diferenciando, en la práctica, ambos conceptos. ¿Por qué algunas naciones catalogadas tradicionalmente como mayoritariamente católicas han sido las primeras en perderlo de vista, mientras que otras que tienen una Iglesia minoritaria consiguen ser fieles aún en medio de las crisis y persecuciones? Porque las segundas fueron atraídas por el ejemplo, mientras que las primeras, en su mayoría, aceptaron la fe porque pesó más el hecho de la tradición, de que eso era lo conocido y punto. Ósea, viciadas por una cierta dosis de proselitismo.
Ser proselitistas significa sumar miembros, obsesionarse con las estadísticas, sin interesarse por formar y acompañar a conciencia a las personas. Es decir, cantidad y no calidad. Aquí surge la primera diferencia con la evangelización, pues en ella no se busca, como prioridad, un alza, sino que cada cual vaya teniendo una experiencia de encuentro con Dios, debidamente acompañada por otros que la tuvieron previamente. Claro que, si además de eso, los números resultan favorables, habrá que aplaudirlo, pero nunca como criterio principal. Toca evangelizar, atrayendo. Es decir, primero el ejemplo y luego la explicación (catequesis) detallada de lo que implica ser católico. Por eso, las misiones siempre van acompañadas de obras educativas o de salud, ya que primero practican los valores y luego los enseñan. De otro modo, no es creíble.
Ahora bien, debemos ser muy cuidadosos de no sumarnos -por muy buena intención que haya- con grupos o movimientos que hagan del proselitismo su base, porque podemos terminar politizándonos, mientras nos alejamos de lo que queremos plantear de forma clara, coherente, inteligente y asertiva en medio de una sociedad diversa. Esto no significa que haya que cortar lazos con instituciones u obras no católicas. Nada de eso, pero si tener la precaución de que la Iglesia no sea instrumentalizada. Si nos sumamos a una iniciativa, debemos estar debidamente informados en cuanto a la forma. Por ejemplo, si nos invitan a manifestarnos a favor de la familia como católicos, hagámoslo, pero sin copiar el tono exacerbado, incluso verbalmente violento, de algunas denominaciones religiosas distintas a la nuestra.
Evangelizar es acompañar, educar y formar. Acompañar, porque supone ayudar a las personas en medio de los retos de cada día. Educar, considerando la necesidad de que conozcan los contenidos teológicos y filosóficos de la fe católica. Formar, porque hay que asimilar hábitos que permitan crecer de forma integral. Es decir, nada que ver con el proselitismo que solo quiere membresías, “lavando cerebros”. Los fundadores que en los últimos años fueron imputados por conductas delictivas se movieron, en gran medida, por estrategias proselitistas. De ahí, la importancia de tomar nota de lo que han dicho los Papas para que no se repitan hechos tan lamentables.
¿Qué hacía Santo Tomás de Aquino cuando hablaba de Dios en las cátedras de mayor prestigio en Europa? Explicaba, argumentando y, sobre todo, dialogando con los que no estaban de acuerdo con él. Así debe ser nuestro estilo: abierto, tolerante, coherente y, al mismo tiempo, entusiasta, capaz de persuadir con hechos. Como dice el Papa Francisco: «Cuando se ve esta coherencia de vida con aquello que decimos, siempre surge la curiosidad: ‘pero, ¿por qué este vive así? ¿Por qué lleva una vida de servicio a los demás?’. Y esa curiosidad es la semilla que recoge el Espíritu Santo y la lleva adelante. Y la transmisión de la fe nos hace justos, nos justifica. La fe nos justifica y en su transmisión damos justicia verdadera a los demás» (cf. Homilía del 3 de mayo de 2018). No es renunciar a la verdad (Jesús), sino aprender a plantearla desde el ejemplo.