Durante el viaje, Carrel tuvo que prestar asistencia médica a una jóven que se moría, Marie Bailly, con un caso gravísimo de peritonitis tuberculosa, enfermedad certificada por el propio Carrel. Ningún cirujano quiso operarla por los altos riesgos que suponía la intervención. “Si esta mujer se curara, dijo Carrel, sería un verdadero milagro. Si se cura de veras, creeré”.
Su primer golpe lo recibe nada más llegar a Lourdes: la Oficina Médica de Lourdes no admite casos de enfermedades nerviosas, sino únicamente curaciones orgánicas.
Carrel con toda lealtad ha ido tomando nota dia tras dia de la progresión de la enfermedad. La jóven ya ha perdido incluso el habla. Contra el consejo de Carrel la llevan a la piscina. Debido a su estado no la sumergen sino que le dan unas simples abluciones delante de la gruta. Son las 14:30 de la tarde.
A las 14:40 Carrel cree ser víctima de alucinaciones: Marie dice que se ha curado. Y así ha sido: a las 15:00 la hinchazón y todos los dolores han desaparecido. Carrel se resiste a admitirlo, la examina varias veces, pero al final no puede sustraerse a la evidencia. Sólo puede decir de ella que está un poco delgaducha y débil… Es el Expediente 54 de Lourdes.
A su vuelta a Lyon, publica fielmente el resultado de sus observaciones y lo mantiene frente a doctores y profesores. Estos le responden lo siguiente: si sigue sosteniendo esas absurdas afirmaciones no habrá lugar para Carrel entre ellos. Por supuesto Carrel no cede, no puede ceder a lo que ha visto. Así pues, es obligado por sus “compañeros” a abandonar Francia y se marcha a Estados Unidos.
Dada su gran valía como científico, allí se le elige por unanimidad para dirigir el Laboratorio de Cirugía Experimental del Instituto Rockefeller de Investigaciones médicas. Carrel estudia la sobrevivencia de las células después de la muerte y el injerto de los tejidos. En su laboratorio un gato vive con los riñones de otro gato (estamos a principios del siglo XX), un perro corretea con las patas de otro perro, y el corazón de un pollito se mantiene vivo y latiendo normalmente desde 1912 hasta 1940 (¡28 años!).
Carrel recibe el premio Nobel de fisiología 1912. Publicó una obra titulada “El hombre necesita a Dios tanto como el agua y el oxígeno”. Murió en Paris en noviembre de 1944 después de haber escrito: “Que cada minuto de mi vida sea consagrado a tu servicio, Dios mio”.
Carrel perdió la fe cristiana en la escuela ciéntífica de Lyon y la encontró de nuevo sobre los caminos de la ciencia.
Aramis