Yo acuso
Llevo tiempo pensando en cómo iba a enfocar los artículos de estos días. Tal vez, podía haber titulado el post de hoy: Yo acuso. Siguiendo el guión del célebre J´Accuse de Émile Zola debería situar, por enésima vez, en cada uno de los puntos expositivos los argumentos concluyentes que nos lleven a la afirmación que el máximo culpable de las matanzas de Paracuellos es Santiago Carrillo.
Cuando a las diez de la noche se constituya la nueva Junta de Defensa de Madrid, la consejería de Orden Público va a recaer sobre un joven de veintiún años recién afiliado al PCE, que dirige las Juventudes Socialistas Unificadas, JSU, llamado Santiago Carrillo; su segundo de a bordo es su camarada José Cazorla. El ministro de Gobernación, Ángel Galarza, y el director general de Seguridad, Manuel Muñoz, han sido los primeros en irse de Madrid cuando el Gobierno ha decidido su marcha. Carrillo y Cazorla heredan toda la autoridad sobre el orden público en la ciudad.
La Junta de Defensa de Madrid está presidida por el general José Miaja y la forman representantes de todos los partidos políticos que apoyan al fugado gobierno de Francisco Largo Caballero.
Mientras tanto, como recordábamos hace unos días, la situación de las cárceles madrileñas se está haciendo insoportable: ocho mil presos se hacinan, repartidos entre la Modelo, San Antón, Porlier y Ventas…, en las diferentes prisiones, nuestros mártires consumen las últimas horas, los últimos días, las últimas semanas...
Yo perdono
Sin embargo, con esta serie de artículos, que comencé a publicar el pasado 21 de julio, lo que pretendíamos era mostrar el testimonio martirial a lo largo de la geografía de la retaguardia republicana; lo que pretendíamos era dar a conocer estas historias de amor y perdón… Así que, aunque el responsable de las matanzas de Paracuellos, cuyos martirios nos disponemos a rememorar durante estas semanas de noviembre, ha rechazado públicamente las oraciones ofrecidas por unos y otros para la salvación de su alma… hoy, volviendo a dar voz a los propios Mártires, podemos cambiar la acusación y decirle: -¡Yo perdono!
Sí, Santiago le perdonamos. Al perdonarle por aquello le reconocemos autor y parte, pero le perdonamos; no, porque yo tenga potestad para hacerlo (aunque también le ofrezco el sacramento de la reconciliación), le perdono porque los mártires mueren perdonando, porque los innumerables mártires de Paracuellos murieron perdonándole…
Al hablar del holocausto de Paracuellos de Jarama Fray Octavio Marcos, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, afirma:
“He aquí un nombre que ha sido grabado a punta de cuchillo en el alma de España y cuyos caracteres están teñidos en la púrpura de su sangre. Lugar sagrado, campo de expiación, tierra sembrada de cuerpos santos y fertilizada con sangre de mártires. Aún perciben nuestros oídos el rasgado silbar de la metralla que troncha vidas beneméritas en la virtud y en las ciencias, en íntima fusión con las plegarias: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Dios!, ¡España!, ¡Perdónalos Señor!”, que brotan de labios moribundos y se elevan al cielo como perfumado sahumerio de sangre palpitante que empapa la tierra y la cubre de regio manto de púrpura, glorioso atributo de la victoria y de la Realeza de Cristo”.
Así que, incluso aunque lo rechace, ellos, antes de caer asesinados ya le perdonaron. Por eso: -Yo perdono.
El resto, corresponde a los historiadores. Y yo, soy sacerdote.
La Catedral de los mártires
El número de mártires sepultados en Paracuellos resulta incalculable en términos precisos, porque al número de presos “sacados” de las cárceles madrileñas mediante listas nominativas, hay que sumar los innumerables allí ejecutados en pequeños grupos o individualmente, de los que no se conserva referencia escrita, entre agosto de 1936 y comienzos de 1937. José Manuel Ezpeleta, historiador y miembro de Hermandad de Nuestra Señora de los Mártires de Paracuellos, tras un estudio verdaderamente escrupuloso cifra en 4.200 personas, las víctimas totalmente identificadas de fusilados en Paracuellos de Jarama y Torrejón.
El 29 de noviembre de 2009, Monseñor Juan Antonio Reig Plá, Obispo de Alcalá de Henares (diócesis a la que pertenece Paracuellos) presidía la Santa Misa anual en el cementerio de los mártires de Paracuellos del Jarama. En la homilía decía:
“Esta es la catedral más grande edificada jamás, pues ha sido levantada con la sangre de miles de mártires, de modo que es el santuario más grande del mundo, donde se concentran más mártires por metro cuadrado, muchos de ellos elevados ya a la gloria de los altares. En un tiempo en el que se quiso cerrar las puertas del cielo, estos hermanos nuestros dieron testimonio de su fe gritando “¡Viva España y Viva Cristo Rey!” al morir. Miles de sacerdotes, religiosos y fieles ofrendaron sus vidas para que podamos construir una España mejor, una España que es fruto de muchos siglos de fe cristiana que conforman nuestra civilización, la civilización cristiana. Debemos engrandecer este lugar y darlo a conocer para ejemplo de muchos, precisamente ahora que se vuelve a intentar construir un mundo sin Dios, con un laicismo radical. Os felicito (les decía a los miembros de la Hermandad) por haber mantenido este lugar santo, tan cuidado y tan hermoso, que sobrecoge a quien lo visita. Yo me siento débil e impotente, en una diócesis pequeña y con pocos medios, para proseguir la inmensa tarea de seguir estudiando los casos de martirio y elevar a los altares a tantos cuyos cuerpos reposan aquí. Pero os pido vuestra ayuda y colaboración para hacerlo”.
Al acabar la celebración Monseñor Reig quiso encabezar una procesión que recorrió las siete fosas en las que reposan los miles de mártires. Al pie de cada una de ellas el Prelado recitó las oraciones de rigor, realizó la aspersión con el agua bendita e incensó las tumbas del camposanto.