Vaya por delante que no me interesa en absoluto la política salvo que ésta contribuya a la buena gestión de solventar las necesidades y problemas de los ciudadanos, contribuyentes o habitantes de un país. Y la verdad es que no me canso de decir que hay muy poca profesionalidad y un gran derroche de quejas, denuncias y críticas de unos partidos hacia otros. Pero, mientras, ¿quién se ocupa de la solución de los problemas y necesidades reales para los que fueron votados?
En mi caso específico me interesaba saber, habiendo esperado tanto la publicación de sus programas, cómo afrontan los partidos políticos, mejor dicho, los políticos concretos, las cuestiones que a los cristianos católicos más nos preocupan, junto a los problemas comunes a todos los españoles como el empleo y la paz: la vida, la libertad, la educación y la familia.
También tengo que decir que una cosa son los programas, exagerados en palabrería y parcos en detalles. He realizado varias búsquedas de temas interesantes y no he encontrado nada, o muy poco, en las 149 páginas en el caso del PSOE y 214 en el del PP.
¿Qué nos deparará el 20-N? Ni las estadísticas realmente aportan más que previsiones, aproximaciones, respecto de algo que se avecina muy inciertamente.
Aún contando con una mayoría tan absoluta el PP, como dicen últimamente, pienso que si el traspasar las medidas que se han realizado a nivel autonómico, e incluso local, a uno nacional será realmente eficaz y respaldado solidariamente por todos; pienso también si están o no dispuestos a enfrentarse del todo, o a colaborar en un futuro con una futurible oposición, que le ha tocado vivir un tiempo de crisis económica profunda y, que si ha tenido que ver en las cifras de paro, tampoco se sabe hasta dónde llega su real responsabilidad, pues aún quedan muchas cuentas por destaparse, y que de sólo haber de tenerlas delante da miedo.
Cantar victoria o derrota antes de tiempo no es bueno. Si el vencedor, antes de procurar al máximo el establecimiento de pactos y consensos que nos hagan salir a todos de la crisis, con el esfuerzo conjunto de la fuerza política perdedora y de todas las demás, y de todos los grupos sociales, olvida o margina algún factor sigue anclado en la lucha por el poder, y unos y otros continuarán en sus peculiares batallitas, de las que el ciudadano de a pie está más que harto, sobre todo los cinco millones que están en el paro.
Me acuerdo en este punto de un viejo amigo, Diego Galán Fernández, siendo crítico de cine para RTVE, y que luego fuera director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián (1986-89 y 1995-2000), cuando me ayudó a trabajar en un resumen sobre la obra de teatro de Enrique Jardiel Poncela titulada “Eloísa está debajo del almendro”. Se produjo un error tipográfico en su máquina de escribir y puso “rocar la campaña” en vez de “tocar la campana”. Y nos reímos. Algo parecido puede pasarnos ahora, pero en vez de ser un error corregible quizá pueda ser uno lamentable y totalmente exento de gracia. ¿Por quién doblará la campana o la campaña electoral próxima? ¿Quedará derrotado un partido o toda España?
De nosotros y cada uno dependerá elegir bien, pero sea quien sea quien gane, que no piense que está solo, porque si no logramos unirnos en un proyecto común para salvar los intereses de todos, todos habremos perdido.