A veces tengo la sensación de que cuando la Iglesia toma una decisión que no gusta a muchos, incluso católicos y clérigos, dicen que en el futuro llegará un Papa que permitirá lo que ahora no se permite.
Amigo: Y ¿no cree usted que, pasado algún tiempo, la Iglesia se mostrará más benévola y permitirá el matrimonio homosexual?
Monseñor: Pensar que la Iglesia puede aprobar la pretensión de algunos homosexuales de unirse sexualmente entre ellos, es pensar en algo imposible dentro de la ley evangélica que llega hasta la limpieza en los deseos según la enseñanza de Jesús.
Permitirlo la Iglesia equivaldría a dar por bueno cualquier uso de la sexualidad dentro y fuera del matrimonio, llámese masturbación, adulterio, fornicación, mal uso del matrimonio, bestialidad... Con ello se echaría por tierra todo el sentir moral de la Iglesia en esta materia.
No cabe dentro de la moral de la Iglesia ni la práctica de la homosexualidad, ni tampoco la práctica heterosexual fuera del matrimonio ni, incluso, dentro del matrimonio si el acto sexual no está abierto a la vida.
Amigo: Insisto, Monseñor; es muy duro negarse a la solicitud de tantísimas personas que se quieren, pero que no pueden contraer matrimonio por ser homosexuales. Creo que la Iglesia debe ser siempre muy comprensiva.
Monseñor: Cierto que la Iglesia debe ser siempre muy comprensiva; pero una cosa es comprensión y otra, justificación. En el sexo no todo vale, aunque haya quienes digan que todo es bueno para obtener placer. Y la sexualidad no está en función del placer.
¿Quieres que te dé algunas ideas en sintonía con un documento de la Santa Sede («Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales»)?
Amigo: Claro, claro, puede decir lo que quiera para ir aclarando todos estos problemas
Monseñor: Este documento dice, entre otras cosas, que se trata de un problema moral grave, ya que todos estamos llamados a vivir la castidad y, dado que la inclinación homosexual “es objetivamente desordenada”, las prácticas homosexuales “son pecados gravemente contrarios a la castidad”.
Es muy grave el reconocimiento legal, como modelo de vida social, ya que devalúa la institución matrimonial y obscurece la percepción de algunos valores morales fundamentales.
No hay ningún derecho a equiparar las uniones homosexuales con el matrimonio. Una cosa es que se respeten las decisiones personales que no conculcan ningún derecho de terceros, y otra, que los adultos reclamen el derecho a vivir como quieran y a unirse con quien quieran, y que esas uniones se equiparen al matrimonio y que todo sea lícito y aceptado por la Iglesia.
Si se reconocen estas uniones como matrimonios, se está cambiando radicalmente el concepto de matrimonio y de familia, en contra de la historia y de la opinión absolutamente mayoritaria de la sociedad.
Sigo diciendo que es muy grave lo que está ocurriendo en España. Pero es que, además, si ante la presión de estos grupos, se equiparan estas uniones a la unión familiar ¿con qué derecho se les puede negar esa equiparación, no a una pareja, sino a un grupo de homosexuales o de heterosexuales que quieran ser reconocidos como unidad familiar? ¿Por qué poner la condición de que estas uniones sean uno con uno, o una con una? Cualquier grupo podría reclamar otra forma de convivencia con el mismo derecho. ¿Por qué no? ¡Ay Señor! ¡Qué lógica tienen ciertos gobernantes! Dales un poco de sensatez.
José Gea