Publica el Sr. Burgos el 1 de octubre en ABC un artículo titulado “Mas, ¿se me entiende?” en el que junto a grandes verdades sobre las cosas que están pasando en Cataluña –“pega unos recortes horrorosos en materia de médico y botica, mientras mantiene sus embajadas en el extranjero”; “no tocan los dineros para doblar al catalán las películas, pero les quitan la cartera a médicos y enfermeras”; “se hartan de quemar banderas españolas y fotos del Rey sin que los mozos de cuadra, o de escuadra, o como se llamen, se enteren”- dice también otras que sólo lo son a medias, en las que no estaría de más un pequeño acto de contricción. Y es que a fuerza de cocer habas en toda España, cada vez queda menos gente para tirar la primera piedra.
Dice el Sr. Burgos que todo ello lo hacen los catalanes “como si fueran una nación soberana y no una comunidad autónoma como otra cualquiera”. A tales efectos, me apena tener que recordar al Sr. Burgos que mientras Cataluña se autotitula “nación” en el preámbulo de su Estatuto de Autonomía, Andalucía lo hace de manera muy parecida en el preámbulo del suyo, con estas palabras:
“El Manifiesto andalucista de Córdoba describió a Andalucía como realidad nacional en 1919”.
Habla también el Sr. Burgos de unos “emigrantes sevillanos que levantaron Cataluña” y a los que -según el Sr. Burgos, siempre según él- los catalanes “trataron como esclavos”. Me parece entrar en un discurso populista y demagógico excesivamente facilón, que conduce a conclusiones poco acordes con lo que, ideológicamente hablando, cabe esperar de un columnista de ABC. Pero aunque pudiéramos dar por buena la afirmación del Sr. Burgos, se trataría de la primera esclavitud de la historia no impuesta por el traficante, sino buscada con ahínco por un esclavo dispuesto a recorrer cientos de kilómetros, dejando casa, familia, pueblo, amigos, para poder ser sometido a tan degradante estatus. Un estatus, convengamos, no muy diferente de aquél al que habrían sometido a otros andaluces y a tantos españoles no andaluces, en los años del hambre en España (los 40, los 50, algo menos los 60), alemanes, suizos, franceses, argentinos... O incluso al que los españoles sometemos hoy en día a ecuatorianos, peruanos, rumanos…
Me duele recordarle al Sr. Burgos que el actual Estatuto de Cataluña, aunque aprobado por la totalidad de los partidos catalanes con la honrosa excepción del Partido Popular y Ciudadanos de Cataluña, fue negociado y confeccionado por un Partido Socialista que es el que votan esos “esclavos andaluces” de los que habla el Sr. Burgos y que se quedaron en Cataluña, muchísimos, por cierto, sobre todo a tenor de la dura situación de esclavitud que sufrieron.
Partido, este del PSC en el que, no por casualidad, militan esclavos andaluces "tan distinguidos" como el Sr. Montilla o la Sra. De Madre, cuya conversión al más insolidario catalanismo antiespañol es similar a la de tantos andaluces de parecido perfil que propician escenas tan cómicas como ésta que he contemplado ya en demasiadas ocasiones y que paso a relatar a todos Vds.. De vuelta a la tierra de sus ancestros, se aloja en los más lujosos hoteles andaluces con su hijito o con su hijita la clásica "catalana" descendiente de esos esclavos andaluces, la cual recibe en el gran hotel a su papá, “el esclavo” por más señas, el cual, palabra más, palabra menos, le dice a la hija refiriéndose al nieto:
Partido, este del PSC en el que, no por casualidad, militan esclavos andaluces "tan distinguidos" como el Sr. Montilla o la Sra. De Madre, cuya conversión al más insolidario catalanismo antiespañol es similar a la de tantos andaluces de parecido perfil que propician escenas tan cómicas como ésta que he contemplado ya en demasiadas ocasiones y que paso a relatar a todos Vds.. De vuelta a la tierra de sus ancestros, se aloja en los más lujosos hoteles andaluces con su hijito o con su hijita la clásica "catalana" descendiente de esos esclavos andaluces, la cual recibe en el gran hotel a su papá, “el esclavo” por más señas, el cual, palabra más, palabra menos, le dice a la hija refiriéndose al nieto:
- “¡Niñaaa, le dise ar niño que tenga cuidao, que como no ze ponga er flotaó ze va ahogá” (1).
Y la hija, gritando ostensiblemente por toda la piscina para que se la oiga bien y para que todo el mundo se percate de lo integrada que se halla en su nueva tierra y de lo cateta que le parece ya la de sus padres y abuelos, le dice al niño:
-“Pau, si us plau, diu l’avi que et posis el flotador”.
Respondiendo la criatura:
- “És que l’avi parla molt estrany, i no se li s’entén”.(2)
Y me gustaría recordarle también y por último al Sr. Burgos, que mientras en Cataluña honran como “héroe nacional” (bien que falseando su identidad hasta hacerla irreconocible) a ese gran español que fue Rafael de Casanova, capaz de palabras tan hermosas como “derramar gloriosamente la sangre y la vida por el rey, por el honor, por la patria y por la libertad de toda España”, en Andalucía el “padre de la patria” así denominado, es el cristiano renegado y musulmán converso Blas de Infante, que hizo propias, en cambio, estas otras, recogidas precisamente en el Manifiesto de Córdoba de 1919 que citábamos arriba y en el que, a falta de mejor argumento, enraiza su legitimidad el Estatuto Andaluz:
“Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España. Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los Pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haberlo sufrido y condenémoslo al desprecio. Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad que dicen nacional”.
Así son las cosas, Sr. Burgos. Ya me gustaría que fueran diferentes, no crea Vd. que no. Pero la vida es como es, y no como nos gustaría que fuera, y la culpa de algunas de las cosas que ocurren en Cataluña, y desde luego, de casi todas las que ocurren en Andalucía, -también de que los niños no hablen el español que debieran, algo en lo que no son muy diferentes de los propios catalanes y hasta de castellanos o gallegos- no es sino de los andaluces. Y eso no lo cambia, ni el mucho amor que Vd. o yo podamos sentir por nuestra bella y querida Andalucía, o lo mucho que nos rasguemos las vestiduras porque lo diga alguien que no se caracteriza, precisamente, por su amor a España, y sí por el contrario, por la deslealtad para con la que, le guste o no, es su patria y fue también la de sus padres.
(1) No se me enoje el Sr. Burgos, que una de las maravillas de este "bendito" estado de las autonomías que vivimos es que hasta el sentido del humor nos ha hecho perder, y ya, ni bromas se pueden hacer sobre la manera de hablar el español de los distintos hispanoparlantes.
(2) – “Pau, por favor, dice el abuelo que te pongas el flotador”.
- “Es que el abuelo habla muy raro y no se le entiende”.
©L.A.
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