Una religión con un dogma concreto e inapelable, que, lo más curioso de todo, se presenta a la sociedad como la definitiva superación de las religiones y permite a quien la profesa presumir de ser el menos dogmático de los humanos y el más experto de los científicos.
Eso sí, mientras no se cuestione nada ni ofenda a los nuevos sacerdotes y sacerdotisas del clima, pues si lo hace es condenado al ostracismo civil, la hoguera en que arden en el s. XXI los “negacionistas”, convertidos, en la nueva religión del climatismo, en lo que siempre se llamó “apestados herejes”.
Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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