Y ahora resulta que todo lo que ha pasado en Libia no tiene otro objeto que el de sustituir la dictadura laica pre-existente por un totalitarismo teocrático de corte islámico. En el que impere la sharia islámica; en el que se pisoteen los derechos humanos y particularmente los de las mujeres; en el que la poligamia, hasta ahora ilegal, vuelva a ser restablecida; en el que se pregunta uno qué va a pasar con los 150.000 cristianos presentes en el país; y en el que se ataque indiscriminadamente todo interés occidental.
 
            Lo acontecido en Libia con Muammar el Gadafi ha sido, reconozcámoslo, un fracaso colectivo del género humano, y una verdadera vergüenza para cuantos han participado, por acción o por omisión, en el engendro. Algo que, sin embargo, he oído decir a muy poquitas personas, muchas de las cuales, por cierto, daban lecciones de ética y se rasgaban ostentóreamente las vestiduras hace apenas siete años, cuando el mismo ataque se producía pero contra Irak y no contra Libia.
 
            Vergüenza habría sido el solo hecho de que le descerrajaran un tiro al detenerlo sin celebrarle un juicio en el que, por otro lado, se habrían esclarecido las muchas atrocidades cometidas por el dictador en cuestión. Entre otras, la que le costó la vida a 270 personas en el atentado aéreo de Lockerbie.
 
            Pero a medida que vamos conociendo mejor las circunstancias de su asesinato, se nos hace más salvaje, más vandálico, más indignante, más insoportable... con sodomización incluída(1), con toda clase de ultrajes y ensañamiento… ¡¡¡con la pornográfica exhibición de su cadáver durante cinco días hasta que realmente atufaba, como claramente reflejaban las escenas televisivas en las que veíamos a las personas que, por puro revanchismo, se acercaban a contemplarlo tapándose boca y nariz con las manos o con un trapo(2)!!! De una revolución que se inaugura en el modo en el que lo ha hecho ésta, ¿de verdad espera alguien que pueda salir algo bueno? Los primeros indicios ahí están, y no apuntan, desde luego, nada bien.
 
            Pues bien, con ser gordo, no es nada de esto lo que no me permite salir de mi asombro: el ocurrido era, al fin y al cabo, uno de los desenlaces con los que era obligado contar -si no el más plausible- como colofón de esta nueva revolución de la que precipitadamente se ha dado en llamar “primavera árabe”, que a lo peor se queda en invierno y de los fríos. Lo que me deja verdaderamente atónito, confundido, perplejo, estupefacto y cuantos otros adjetivos quieran Vds. añadir a la lista, es que todo lo dicho haya ocurrido con el apoyo, con el soporte, con la complicidad, con la ayuda, con el auxilio, con los medios, con la colaboración… ¡¡¡de la mismísima OTAN!!! ¿Se dan Vds. cuenta? ¡¡¡La mismísima OTAN implicada en la imposición de una tiranía teocrática en un país!!! ¿Se imaginan Vds. a la OTAN participando, pongo por caso, en Polonia, en Ucrania, donde quieran Vds., para restablecer una dictadura comunista?
 
            ¿Y la opinión pública internacional? ¿Dónde ha estado la opinión pública internacional, tan activa sólo hace unos años, cuando el caso era idéntico, una dictadura laica árabe, la de Irak, con la diferencia de que donde Gadafi había asesinado a un ciudadano, Saddam Hussein había asesinado a diez, y con la diferencia de que mientras Gadafi ya no representaba el menor peligro para la convivencia internacional, Saddam Hussein era una verdadera pesadilla para sus vecinos y para la paz mundial?
 
            ¿Y el feminismo internacional? ¿Dónde está el feminismo internacional, tan preocupado de que las niñas de dieciséis años puedan abortar sin el conocimiento de sus padres, y tan callado mientras en determinados países se impone la poligamia; tan preocupado de que las mujeres aún no copen los consejos de administración de las multinacionales, y tan callado mientras en determinados países no pueden ni salir de casa?
 
            Y el Gobierno de España, ¿qué pinta el Gobierno de España en la coalición internacional contra Libia? ¿No subió el Sr. Zapatero al Gobierno, maldita sea la hora, precisamente al socaire de una campaña organizada en contra de una intervención idéntica (cuando no de inferior intensidad), en un país idéntico (pero mucho más belicoso y peligroso)? ¿Por qué lo que ayer en Irak era "una agresión intolerable" y "una injerencia atentatoria de todos los principios del derecho internacional", se ha convertido hoy en Libia en una amable y desenfadada “intervención humanitaria”? ¿A qué las prisas del Gobierno español en un escenario como el libio, hasta ni siquiera respetar la legislación que él mismo aprobara en su día -sin que nadie se lo pidiera y nada más que para sacar los colores al Gobierno que le precedió-, con tal de no perderse el espectáculo?
 
            La impresión que queda tras lo ocurrido es que a la opinión pública occidental le ha sido hurtado algo. O la OTAN está formada de una pandilla de idiotas recién llegados, que no parece el caso aunque a veces no sabe uno qué pensar, o los intereses que se ventilan en Libia son absolutamente inconfesables. Tan inconfesables como impresentable es que haya tenido semejante final quien en abril de 2004 era recibido en Bruselas con todos los honores por el entonces Presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi; en octubre del mismo año recibía la visita del alemán Gerard Schroeder; en diciembre, la del canadiense Paul Martin; en mayo de 2007, la del británico Toni Blair; en diciembre de 2007 era recibido por Sarkozy y plantaba su jaima en el mismísimo hotel Marigny de París, residencia oficial francesa de jefes de estado extranjeros; en junio de 2009 por Berlusconi y colocaba la misma tienda-palacio en el parque de la Villa Pamphili de Roma. Y en noviembre de 2010, es decir ¡¡¡apenas cuatro meses antes de que unirse a la coalición que habría de derrocarle!!!, en un nuevo acierto de la nunca suficientemente ponderada política exterior zapaterita, la plantaba en la mismísima España, con su famosa guardia de treinta vírgenes incluída.
 
            Estos días en Libia se ha escrito una página más del Libro de las páginas negras de la historia de la Humanidad. Con un desenlace del que no cabe esperar nada bueno, por cierto, reconozcámoslo y quitémonos de una vez la espesa venda que nos tapa no sólo los ojos, sino lo que es peor, el entero seso. Ha muerto un tirano, es verdad, no vamos a canonizarlo ahora. Pero así no se hacen las cosas. O no se deberían hacer. Y a la OTAN, un cero, un cero grande como un cero zapatero.
 
 
                (1) Llamarlo “sodomización”, como se ha hecho, es un verdadero eufemismo. Se ha tratado, en realidad, de un verdadero empalamiento, una tortura que, probablemente, sea la primera vez que vemos filmada en toda la historia, y que nos devuelve a épocas oscuras, cercanas al paleolítico.
                (2) ¿Pero no dedicamos no sé cuánto tiempo, hace ya unos meses, a aprender como es el sepelio de un musulmán, el cual ha de ser enterrado inmediatamente de morir y ni las 24 horas que prescriben las legislaciones europeas pueden aguantar, razón por la cual hubo que hacer con Osama Ben Laden las cosas que se hicieron? ¿Que ahora van a ser más respetuosos con los usos islámicos del enterramiento los norteamericanos que los propios musulmanes?
 
 
            ©L.A.
           
 
 
 
 
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