Un Año para la Fe. O, mejor dicho, un año para intensificar la evangelización. Eso es lo que acaba de decretar Benedicto XVI para el curso próximo. ¿Y por qué? Porque hace falta y porque es el momento oportuno. Ahora o nunca.

La Iglesia se encuentra doblemente acosada. Por un lado el secularismo, cada vez más agresivo –como acaban de demostrar los “indignados” italianos, que han profanado una iglesia en Roma, en línea con el comportamiento de sus homólogos españoles durante la reciente Jornada de la Juventud en Madrid-. Por otro, están las sectas, también cada vez más agresivas, sobre todo en Latinoamérica.

El catolicismo, aunque sigue pagando facturas por pecados del pasado –la reciente acusación a un obispo norteamericano por encubrimiento de un sacerdote pederasta-, quiere pasar la página y lanzarse hacia adelante, para cumplir el mandamiento del Señor de llevar el Evangelio a todos los hombres. El mundo en crisis económica reclama un nuevo orden moral y ese nuevo orden sólo lo puede dar Dios, sólo lo puede dar Cristo. El Papa lo sabe; es consciente de la urgencia del momento; lo sucedido en Madrid, con el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud, le ha confirmado que los católicos están preparados y con ganas de evangelizar. El cómo se hará está por ver, pero en cualquier caso, ahora o nunca.

En cuanto al contenido en sí de la carta con que Benedicto XVI ha anunciado este Año de la Fe –se llama “Porta Fidei”-, el Papa comienza recordando que si bien la Fe es un don de Dios, es siempre accesible a todos los hombres. La “Puerta de la Fe” se cruza cuando al individuo le es anunciada la Palabra de Dios y el corazón de éste responde a la gracia divina. A continuación, el Pontífice invita a descubrir el gusto por la Palabra y por la Eucaristía, los dos “alimentos” de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Benedicto XVI advierte que si ha decidido que el Año de la Fe vaya entre el 11 de octubre y el 24 de noviembre, es porque se conmemoran dos efemérides importante: los 50 años del Concilio Vaticano II y los 20 de la publicación del nuevo Catecismo. Concilio y Catecismo serán, pues, los dos referentes doctrinales de este Año de la Fe.

El Papa quiere que los católicos volvamos a encontrar el entusiasmo por compartir la fe, la importancia y la necesidad de la evangelización. Debemos “confesar la fe” ante los demás, pues ésta no es sólo un acto privado sino que tiene una dimensión pública pues afecta a toda nuestra vida y por lo tanto afecta a nuestras relaciones sociales. Por ello, la fe tiene que poder ser expresada y vivida públicamente, sin represiones por parte de los que no la tienen, a la vez que debe ser respetuosa hacia los mismos.

Ahora o nunca. El mundo necesita urgentemente una inyección moral que le saque de la postración a que le ha conducido el secularismo. Es la hora de ser levadura en la masa, luz en la oscuridad y esperanza en la noche.

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