Hay algo que nos resulta insoportable, quizá mas insoportable que nuestro propio sufrimiento, y es el sufrimiento de las personas a las que queremos. Nos resulta tan doloroso que a veces preferiríamos tenerlo nosotros y evitárselo a ellos. Que madre no ha deseado cuando ha visto a un hijo suyo enfermo que fuera ella la enferma y el hijo el sano.

 

El sufrimiento ajeno duele y por eso tratamos de huir de él de distintas maneras. Cuando alguien está llorando y le pedimos que no llore ¿no habrá también una parte de que no soportamos verlo llorar porque nos incomoda?

Esto resulta también evidente en la eutanasia, ¿realmente estamos tratando de evitar sufrimientos al paciente o es que no soportamos verle así? A veces puede prevalecer lo segundo puesto que un paciente sedado no sufre, ni aquellos que pasan meses o años inconscientes, el que sufre es el que lo ve y no quiere verlo.

 

Desgraciadamente normalmente podemos hacer poco o muchas veces nada para solucionar el sufrimiento del otro. Podemos procurarle atención médica si el sufrimiento es físico y podemos procurarle ayuda para salir de una situación que le ocasiona un grave sufrimiento emocional, pero poco más.

 

En una serie de televisión en la que se narran distintos casos atendidos en urgencias me llamó mucho la atención que en el encabezado de la serie sale la jefa de urgencias del hospital en el cual se ha grabado la serie y dice lo siguiente: “nosotros hacemos todo lo posible para salvar la vida de las personas que vienen a urgencias, pero lo que verdaderamente necesitan es tener la mano cogida de un ser querido y que le diga que nada malo va a pasar”. Obviamente que una cosa no quita la otra, pero resalta la importancia de sentirse acompañado y confortado y la necesidad de una esperanza.

 

Lo que la persona que está sufriendo necesita principalmente es estar acompañado. Recuerdo la formula antigua que se decía en los funerales “Te acompaño en el sentimiento”, verdaderamente que las frases populares a menudo tienen mucho trasfondo

 

 

En esta Semana Santa pensemos en el sufrimiento de María viendo los indecibles padecimientos de su hijo. No creo que haya sufrimiento comparable “ved si hay dolor semejante a mi dolor” y sin embargo Jesús no quiso ahorrárselo ni ella lo hubiera querido. Jesús también necesito en su pasión poder mirar a los ojos de su madre entre la multitud, mirarla desde lo alto de la cruz y encontrar en ellos comprensión, apoyo, refugio.

 

A veces sentimos una enorme impotencia ante el dolor y el sufrimiento y nos preguntamos ¿que puedo hacer? Y la respuesta es que no podemos hacer nada. ¿o sí? Lo que podemos hacer es acompañar en el sufrimiento, esto es, compartir el dolor con el que sufre y darle fortaleza para no desesperar. A menudo es lo que realmente la otra persona más necesita, sentir que no está sola, sentir que es querida, que todo tiene sentido, porque lo realmente insoportable no es tanto el sufrimiento sino el sufrir solo y sufrir sin sentido.

 

Cuantas veces he comprobado en los distintos acompañamientos que realizamos en Spei Mater cómo simplemente “estar ahí”, ayuda más a la persona que todos los esfuerzos asistenciales por solucionar sus problemas.

 

En estos momentos en que nos sentimos impotentes para ayudar a todas las personas que están sufriendo por esta pandemia, hay algo que siempre podemos hacer, acompañar, estar al pie de la cruz, como María, quizá podemos físicamente, quizá solo telemáticamente quizás ni siquiera eso, sino solamente con la oración. Sea como sea y sea el sufrimiento que sea, el recurso de estar disponible, de acompañar, siempre está disponible y siempre es el remedio más eficaz.