En un retiro, cuando yo estaba en confirmación, me dieron una charla que me marcó profundamente, se llamaba “Las virtudes capitales” sinceramente no recuerdo mucho del contenido de dicha charla, pero si recuerdo que versaba sobre los pecados capitales pero lo enfocaba hacia las virtudes que combaten dichos pecados.
No recuerdo prácticamente nunca que me hayan predicado sobre los pecados capitales, aunque si sobre el pecado más en genérico y desde luego no recuerdo que nunca me hayan predicado usando la palabra virtud. Si, virtudes, porque una cosa son los valores y otra las virtudes, igual que una cosa es la solidaridad y otra la caridad.
Creo que hablar sobre los pecados capitales es fundamental porque sino no nos entendemos a nosotros mismos, ni nos damos cuenta dónde está el núcleo del combate espiritual, que no esta en las cosas que hacemos sino en quienes somos, no está en el hacer, sino en el ser.
Hay una serie de televisión que veo a menudo que se llama “pecados mortales”. En ella se ilustra como una persona va cayendo en un pecado capital, un pecado le lleva a otro y finalmente esto le lleva a cometer un asesinato. La historia es siempre parecida, se empiezan por la lujuria, después de la codicia…y se va entrando en una espiral de pecado que culmina con el asesinato de otra persona.
En mi experiencia de acompañamiento he visto exactamente lo mismo, bueno casi, que no me dedico a los crímenes, pero si como las personas nos convertimos en esclavos de nuestras pasiones y vamos cayendo en el pecado, la pereza, la lujuria, la envidia, la codicia… caemos en ellos sin ofrecer resistencia puesto que ni siquiera los reconocemos y unos nos van llevando a otros, así funcionamos.
Primero me dejo llevar por la lujuria aunque claro, no lo llamo así, pero “es que es normal tener relaciones ¿no?, los tiempos han cambiado, soy joven, soy dueña de mi cuerpo, tengo que ser libre sexualmente…” y aquí esta que me quedo enganchada de estas relaciones tóxicas tanto físicamente como psicológicamente, como caigo en la promiscuidad, en la pornografía y me voy destrozando el corazón, el alma y la vida a mi misma y a otros.
Después por la codicia, pero todo sigue siendo muy razonable “El dinero es importante, lo necesito para salir adelante, a veces tengo que hacer cosas que se que no están bien para no perder mi puesto de trabajo, ¿pero es que hay que pagar la hipoteca ¿no? Bueno y no solo la hipoteca que tengo derecho a concederme algunos lujos, que para eso me los curro. ¿Un hijo ahora? no es el momento, porque no le podría dar yo que quiero dar, y ahora no tengo estabilidad económica” … y así es que como uno cae entre otras cosas la anticoncepción y en el aborto y como sigo destruyendo mi vida y la de otros y cayendo en un pozo más y más profundo.
Los actos buenos y los actos malos salen de lo que alberga el corazón, el combate está en nuestros corazones. Las cosas cambiarán cuando cambien los corazones, y solo hay una persona que transforma nuestro corazón, eso si, condición sine qua non, con nuestra colaboración, con nuestra lucha, porque en nosotros esta el batallar y en Cristo el vencer.
Mientras intentemos cambiar las cosas desde fuera y no comencemos por nuestro interior solo perderemos el tiempo, la vida y el alma.
Entonemos el famoso y antiguo himno eucarístico: Cristo en todas las almas y en el mundo la paz. Otro camino no hay, no nos engañemos