El paso de estos japoneses premiados con el Príncipe de Asturias por España ha sido un premio. Pero, finalmente, no tanto para ellos como, en realidad, para nosotros mismos.
Si ayer al otro lado del Mar de la China que separa a Japón del gigante chino, el mensaje no era desesperanzador, sino verdaderamente desolador –sabrán Vds. de lo que hablo, la pobre niña china a la que una furgoneta atropellaba, un camión la reatropellaba y hasta dieciocho personas pasaban a su lado limitándose a esquivar el obstáculo que representaba su menudo cuerpecito yacente sobre el pavimento sin ni siquiera acercarse, aunque sólo fuera por pura curiosidad, a ver qué le pasaba hasta que después de veinte minutos una mujer se apiadó de ella y la auxilió-, hoy el mensaje no puede ser más solidario, más humano, más engrandecedor. Toyohiko Tomioka, bombero al mando de las operaciones para tratar de enfriar los reactores en aquellos momentos de lucha contra la radiación, nos decía ayer que “parte de la cultura de Japón es que cuanto más terrible es la situación, más da uno de sí mismo”. Concretamente a él le tocó, en su día, decidir donde se pondrían las estructuras para disparar los chorros de agua con los que enfriar uno de los reactores afectados por el tsunami, para lo cual entró en la central en un coche blindado contra radiación. Pero como por su blindaje el vehículo tenía una visibilidad muy reducida, y aunque le estaba expresamente prohibido el hacerlo, salió del vehículo al apocalipsis nuclear para identificar el punto más adecuado para hacerlo. “No tuve miedo y mis compañeros tampoco. Simplemente sentí la obligación moral, como persona y como trabajador, de llevar a la práctica todo lo que he aprendido y estudiado. Teníamos que defender nuestra patria”. ¡La patria! ¿se dan Vds. cuenta? ¡La patria! ¿Este tío está loco? ¿Exponerse a la radiación atómica para salvar "a la patria"?
Un verdadero lujazo contemplar con qué delicadeza, con qué respeto, con qué sencillez al mismo tiempo, se acercaba Toyohiko junto con sus compañeros a los Príncipes de Asturias, y al unísono todos ellos, les rendían un saludo tan formal y solemne como, al mismo tiempo, cariñoso y sincero, algo que aquí fue desterrado hace tiempo por creer alguien que la única manera de ser todos iguales era comportarse como si uno no hubiera tenido otra escuela que la calle.
Pues bien, por si todo ello fuera poco, hoy el mismo bombero, Toyohiko Tomioka ha vuelto a darnos otra lección a los españoles, terminando su discurso con un vibrante “¡Viva España!” perfectamente pronunciado, que por estos lares no se oye desde hace tantos años sin que alguien acuse al osado vitoreador de asocial, anti-sistema, fascista, militarista, reaccionario o sabe Dios qué. Y eso, cuando no se apela al requetemanido argumento de que los símbolos son de todos y por eso mismo, no los puede usar nadie. ¡De veinte mil kilómetros han tenido que venir para enseñarnos a gritar "Viva España"! ¡Un japonés!
Toyohiko me ha reconciliado con el género humano. Pocas veces el Premio Príncipe de Asturias tan bien concedido. Felicitaciones al jurado. Felicitaciones a la Fundación que lo concede. Podría decir que felicidades a Toyohiko. En su lugar diré "felicitaciones a todos los españoles", por darnos el lujazo de tener entre nosotros a un héroe como Toyohiko y sus compañeros.
©L.A.
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