Don Antonio ha guiado durante 17 años (casi 18) de Cádiz y Ceuta con amor y sencillez. Ha sabido estar con los más desfavorecidos y con los que sufren. Emigrantes, excluidos, parados, ancianos, son los colectivos que ha cuidado con especial mimo y alegría.
de Cádiz no es sencilla, ya que en estas tierras se padecen muchas lacras que obstinadamente luchan por no dejarnos. El paro, marginación y la pobreza necesitan de una especial atención pastoral y D. Antonio ha sabido tenerlas en su agenda con caritativa asiduidad.
Es reseñable que D. Antonio realizara un Sínodo Diocesano en el año 2000. Las Iglesias locales necesitan de vez en cuando reunirse y entenderse de forma transversal. Las realidades eclesiales muchas veces viven alejadas unas de otras y el Sínodo es un punto de encuentro de gran valor. Las conclusiones del Sínodo han guiado los planes pastorales de los años sucesivos de manera clara, lo que indica el claro compromiso de D. Antonio por conducir a su rebaño con paciencia y benevolencia.
En junio del 2009 tuve la dicha de asistir a un encuentro-convivencia de instituciones diocesanas en el que se trató el tema de la renovación pastoral en las parroquias. Este encuentro fue un éxito por varias razones. Una de ellas fue la oportunidad de conocernos que se nos brindó. Muchas personas caminamos eclesialmente en paralelo sin coincidir con facilidad y este tipo de encuentro propicia conocer otras realidades eclesiales que al mismo tiempo, tenemos cercanas y desconocemos. Otra de las razones del éxito fue la cercanía y buen hacer de nuestro Obispo, que supo acercarse a nosotros y comunicarnos la misión de construir unidos local. Recuerdo con gran cariño las palabras que nos dirigió D. Antonio en este sentido y que a muchos con conmovieron. Nos dimos cuenta que D. Antonio era un Obispo bueno que sabía comunicar y contagiar la caridad en todos sus actos. No sé la razón que ha hecho que este encuentro no se repitiera, pero la experiencia fue muy positiva.
Tuve dos oportunidades adicionales de compartir unos momentos con D. Antonio: su visita para confirmar a varios jóvenes en mi parroquia del Pino de Chiclana de la Frontera y una visita que le hicimos la directiva de de Amigos de Tierra Santa. En ambas ocasiones D. Antonio se mostró interesado y cercano. Sus palabras supieron animarnos y hacernos sentir Iglesia. Quizás ese sea uno de los cometidos más importantes de ser Obispo, comunicarnos que somos Iglesia y que estamos unidos en una única y maravillosa misión.
Podría citar algunos de los malos ratos que se lleva en corazón D. Antonio, pero tengo claro que es imposible actuar siempre a gusto de todos. Tengo constancia que algunas lágrimas de tristeza se han cruzado su rostro. Estas lágrimas le honran como persona e indican en su labor ha volcado un amor y dedicación impagables.
El tiempo ha pasado y ahora D. Antonio vuelve a su Jaén natal para pasar unos años como capellán de las Hermanitas de los Pobres. Allí seguro que encontrará el calor de una maravillosa comunidad y el recogimiento que habrá echado en falta en más de una ocasión en su labor como Obispo.
Todos los que vivimos en Cádiz y Ceuta guardamos un recuerdo cariñoso y cercano de D. Antonio.
Tenemos claro que su cambio de labor no es una despedida, sino un hasta luego. Seguro que de vez en cuando pasará por Cádiz o Ceuta, para compartir unos momentos con nosotros.
Gracias D. Antonio. Ha sido usted un inolvidable Obispo para sus diocesanos. Sabe que aquí tiene su casa.