Crónica de la celebración en Hispania Martyr de Barcelona de la festividad litúrgica de los mártires españoles sacrificados en la persecución religiosa (1934-1939)
Hispania Martyr desde 1993 venía celebrando la fiesta de los mártires españoles el 29 de marzo de cada año, aniversario de la primera beatificación de las tres carmelitas descalzas de Guadalajara, hasta que el 26 de octubre de 2007 el Papa Benedicto XVI estableció la fiesta en el día 6 de noviembre de cada año, con rango de memoria obligatoria para la Iglesia Católica en España, sin perjuicio de la celebración particular de cada mártir el día de su tránsito al Cielo.
Este año 2022 la festividad tuvo lugar en la capilla de la Adoración Nocturna Femenina Española de Barcelona a las 6,30 de la tarde del día 7 de noviembre por ser domingo el día 6. Entre los numerosos asistentes predominaba la presencia de jóvenes devotos de los mártires y matrimonios con niños que auguraban futuro a dicha celebración.
Se iniciaron los actos con la celebración de la Santa Misa por el Rvdo. Dr. D. Juan Ramón La Parra Martínez, profesor de la Facultad de Teología, Vicario de la Parroquia de San José Oriol de Barcelona y capellán de turnos de Adoración en dicha capilla.
Homilía de Mn. Juan Ramón La Parra
Celebramos hoy la fiesta de los santos Pedro Poveda Castroverde e Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros, y de sus compañeros mártires, esto es, la fiesta de los Mártires de la Persecución religiosa en el siglo XX en España.
La Iglesia ha reconocido ya a once santos y a más de dos mil beatos de aquella inmensa multitud de sacerdotes, religiosos y laicos que ofreció su vida por Cristo. De entre ellos, hoy quisiera tener especialmente presente al beato Isaac Carrascal, sacerdote claretiano, inmolado en Castro Urdiales, por el sencillo hecho de ser mi primo (lejano), pidiéndole que interceda por mi ministerio.
Testimonio y credibilidad
¿De qué manera resulta actual el martirio? La credibilidad de la Iglesia, de la verdadera Iglesia (De vera Ecclesia), hoy y siempre, está vinculada al testimonio que dan sus hijos, tanto más cuanto más vinculado está a su propia vida.
Si hay una forma primera y principal del testimonio, esta es, el martirio. Bien sabido es que martys (-ros) es también, originariamente, la palabra que corresponde a un testigo en un juicio o en la redacción de un relato histórico.
Nuestros mártires, los de los primeros siglos y los que les han seguido hasta la actualidad, testifican ante el mundo presente que Cristo es la Verdad, sobre quien merece la pena edificar la vida.
Parafraseando la frase de Pablo VI, en un mundo en el que los maestros están ampliamente en descrédito, nos planteamos cómo pueden ser escuchados los testigos. De esta escucha depende la evangelización en el presente. Los mártires se erigen en testigos por excelencia capaces de mostrar al mundo un horizonte más grande que el de la inmediatez y la productividad.
Martirio de la memoria y martirio de la verdad
Han pasado cerca de noventa años, y a los ojos de tantos esta multitud de testigos corre el riesgo no solamente de caer en el olvido, en un silencioso martirio de la memoria, sino también en la tergiversación, en un vergonzoso martirio de la verdad.
En estos tiempos en los que la Iglesia reconoce oficialmente su entrega martirial, la mayor parte de la sociedad no solamente los mira con desprecio o ignorancia, sino con una mirada profundamente errónea el sentido de sus vidas y de sus muertes.
En estos tiempos en los que impera la posverdad, esto es, más allá de los hechos reales, creer que es verdad lo que siento que es verdad, o lo que proponen los míos, urge dar a conocer sus historias.
El martirio no se improvisa
Personalmente, siempre me han impresionado las narraciones del martirio de estos insignes predecesores nuestros en el camino de la fe, la claridad de conciencia en su entrega a imitación del Señor, vivida desde mucho antes de la llegada del martirio, y el perdón a sus verdugos.
Aunque Dios sostiene con su gracia en el martirio, tal conciencia no se improvisa, era fruto de una educación, en los seminarios, en las casas religiosas, en las asociaciones de fieles, y de una vivencia despierta de los tiempos que les había sido dado vivir.
Ahora que los católicos nos vemos reducidos a un pequeño rebaño, rodeados de apostasía, arriesgándonos no solo a ser pocos sino también insignificantes, pidamos vivir el presente con esta conciencia, para poder afrontar todo tipo de persecución que nos asecha.
Que la virtud de la vigilancia nos haga entregarnos en la construcción del Reino, para que, en medio de las modalidades de persecución presentes y futuras, podamos ser nosotros testigos del Señor, cuándo y cómo Él quiera, mostrando a todos la verdad por la que vale la pena vivir y, si se tercia, también morir. AMDG.