Confieso que no soy maquero, aunque sí un gran aficionado a la informática y asiduo usuario del Ipod que me sirve tanto para oír música cuando hago deporte, como para escuchar charlas y sermones teológicos cuando estoy en la calle.
Esto me sitúa entre los miles de personas que de una forma o de otra han sido influenciados por la persona y el trabajo de Steve Jobs, el fundador de Apple, que ha fallecido en el día de ayer.
Al abrir Facebook esta mañana me he encontrado con un sinfín de comentarios de amigos cristianos de todo el mundo que han expresado su pesar por la muerte de Jobs.
Esto me ha dado mucho que pensar, pues no todos los días se concitan propios y extraños, cristianos y no cristianos, para ponerse de acuerdo en alabar a una persona en su vida o en su muerte.
Un sacerdote amigo agradecía a Jobs haberle enseñado a comunicar; hermanos de fe de Estados Unidos, Santo Domingo, Costa Rica y España citando sus palabras; webmasters cristianos atribulados despidiéndose…y junto a esto mucha otra gente: amigos varios, colegas de trabajo y ciberamistades, resaltando sus valores.
Y es que Steve Jobs encarna muchos valores que son dignos de destacar, y todos conocemos el emocionante discurso que dio a los graduados de la universidad de Stanford, que pone los pelos de punta y es utilizado en muchos círculos cristianos porque en él se habla de la muerte, la humildad, la superación y de seguir la propia intuición de una manera impresionante para alguien que no se declara cristiano.
Pero no es de Jobs, ni de sus valores, ni de la virtud de sus productos de lo que me gustaría hablar; en cuanto a su persona, su relación con Dios y su pasar por este mundo, entre el Señor y él queda, y a nosotros nos toca encomendarle para que lo tenga en su gloria.
Lo interesante es ver cómo hoy en día, en plena postmodernidad, ya no son las ideas, los ideales o los grandes líderes los que se convierten en modelos para la gente de hoy.
Lo que la gente agradece a Jobs es haberles dado una identidad a través de sus productos, que consiguió vender como algo más que un simple soporte electrónico, convirtiéndolos casi en una religión para quienes los disfrutan.
La gente se siente en deuda con quien les dio Machintosh, Ipods, Ipads y en última instancia el Iphone, porque sienten que su vida nunca hubiera sido igual sin ellos, y ciertamente han supuesto una revolución tecnológica…¿pero realmente eso es todo lo que puede cambiar la vida de alguien hoy en día?
No pretendo minusvalorar el inmenso legado tecnológico y de marketing que supone la obra de Jobs, que con justicia ha llegado a lo más alto…pero qué sintomático es del mundo en el que nos movemos este no admirar valores universales sino simplemente aquello que nos da un rato de entretenimiento, un medio para hacer música, una plataforma para comunicar.
Es, en resumidas cuentas una elegía posmoderna, que a fuerza de universal se vuelve paradigmática de una manera de ser y de vivir en la que ya poco importa los transcendente, lo eterno y lo último.
La paradoja es que, aunque admirado por su obra en la tierra, Steve Jobs entendió muy bien de qué iba la vida cuando enfermó del cáncer que finalmente acabó con él, y en su discurso de Standford decía:
“Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Acaba con lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y serán removidos”
Qué pena que le faltara descubrir a Aquel que sí escapó de la muerte y nos rescató a todos con Él; ¿se imaginan el genio y la innovación de Apple puestos al servicio del Evangelio? ¿se imaginan que como cristianos fuéramos recordados por propios y extraños por lo que aportamos al mundo como lo es en este día Steve Jobs?
De momento nos tendremos que contentar con que también Apple sirva para el Evangelio, y si no que se lo digan a la cantidad de curas jóvenes que rezan sus Horas en el Iphone o las aplicaciones de Ipad con las que se puede evangelizar a las nuevas generaciones.
Y mientras, ojalá Steve Jobs se haya encontrado con Aquel de quien se dijo precisamente que venía a hacer nuevas todas las cosas, haciendo que pasara lo viejo, y llegara lo nuevo y lo eterno…lo cual es mucho más, obviamente, que el último lanzamiento genial de una compañía de Silicon Valley.