La teología ha recibido con el Concilio Vaticano II un nuevo impulso y se le ha asignado una especial relevancia a su estatuto y a su método.

 

Especialmente hermoso y sugerente es el análisis que realiza Ratzinger. Con este análisis:

 

-podremos aprender qué es la teología

 

-valoraremos la función y la vocación del teólogo (hoy denostada, porque sólo importa hoy "lo pastoral" inmediato)

 

-tendremos elementos de criterio para discernir la verdadera teología de otras cosas, libros, artículos, blogs, que realmente son o ideología o mera repetición de lo que Ratzinger llamaba irónicamente "teología de encíclica".

 

"Con ello hemos llegado a un punto en que podemos ya intentar establecer una tesis fundamental sobre la esctructura de la apertura del concilio al mundo.

 

En efecto, la apertura dentro de la teología parece ser por de pronto asunto puramente interno  de la Iglesia de su labor teológica, pues quedan inmediatemente incorporados nuevos campos de la tradición.La relación entre las fuentes y el magisterio, entre el carácter normativo de éste y el carácter normativo de la Escritura pasan a ser objetos de nuevo reflexión.

 

Pero en realidad ahí radica el modelo fundamental de lo que significa y de lo que debe y puede ser la apertura conciliar como tal: la teología vuelve a recordar su función kerygmática, su vinculación a la predicación que ella incluye; pero incluye la vinculación al hombre real, incluye que el teólogo debe entrar en la experiencia fundamental de la pasión de la existencia humana para vivir de nuevo plenamente y a fondo el problema teológico, para sufrirlo de lleno y capacitar así otra vez a la teología para que pueda hablar dentro de esta passio humana. No olvidemos que, en definitiva, el Verbo divino se hizo para nosotros palabra de predicación, cuando descendió personalmente hasta el fondo de la pasión humana, hasta las últimas profundidades del descensus ad inferos, y que éste es una y otra vez el camino para que la teología se haga palabra viva.

 

La triple apertura, que ha pedido el concilio: apertura a las fuentes, apertura a los otros cristianos, apertura a los interrogantes de la humanidad entera, no es expresión de un deseo de secularización, de un acomodamiento barato, sino que expresa en último término, el retorno al sentido total de la teología, es decir, a su deber misional. El deber misional pide por de pronto la audacia de la totalidad de lo cristiano y con ello la audacia de lo humano, pero no para pararse ahí, sino para darle en Cristo y en su pasión el sentido divino a que está llamado"

 

(Ratzinger, El nuevo pueblo de Dios, pp. 320-321).

 

La teología es una verdadera vocación en la Iglesia para quien se siente llamado.

Y es pastoral porque está dotada de una misión: preguntar y responder sobre la totalidad de lo cristiano hablando al hombre contemporáneo.

Quien se dedique por vocación a la teología se sentirá solo e incomprendido y probablamente su trabajo será minusvalorado por quienes lo pastoral lo conciben en claves de acciones inmediatas en la parroquia. Esto está empobreciendo la teología, privándola de recursos y de hombres vocacionados capaces de elaborar un auténtico y propio pensamiento teológico.

Pero también se empobrece la "pastoral" cuando se la prive de sólidos fundamentos racionales a la par que creyentes y se sustituye por la mera buena voluntad, la improvisación y la espontaneidad.