Más de una vez, jóvenes que están en la Universidad, católicos ellos, que espero que realmente estudien y se abran al conocimiento de la Verdad y no simplemente aprobar asignaturas, se preguntan sobre su existencia católica en la Universidad. Realmente lo tienen duro, difícil: sienten que se les mira como bichos extraños, seres de otro planeta. Piensan que, como la Universidad es cosa de la razón-inteligencia, la fe es una superstición pasada y miran a los jóvenes católicos con cara de extrañeza.
El papa Benedicto se dirigía a los jóvenes en la Universidad y les decía:
¿Qué espera la Iglesia de vosotros? Es el mismo tema sobre el que estáis reflexionando para sugerir la respuesta oportuna: "Nuevos discípulos de Emaús. Como cristianos en la Universidad"...
Esto puede realizarse si vosotros, como los discípulos de Emaús, encontráis al Señor resucitado en la experiencia eclesial concreta, y particularmente en la celebración eucarística. "En cada Misa, de hecho --recordé a vuestros compañeros hace un año durante la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney--, el Espíritu Santo desciende nuevamente, invocado en la solemne oración de la Iglesia, no sólo para transformar nuestros dones del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino también para transformar nuestra vida, para hacer de nosotros, con su fuerza, un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo".
Vuestro compromiso misionero en el ámbito universitario consiste, por tanto, en testimoniar el encuentro personal que habéis tenido con Jesucristo, Verdad que ilumina el camino de cada hombre. Y es del encuentro con Él de donde mana esa "novedad del corazón" capaz de dar una orientación nueva a la existencia personal; y sólo así se convierte en fermento y levadura de una sociedad vivificada por el amor evangélico (Benedicto XVI, Discurso a los participantes del primer Encuentro Europeo de Estudiantes Universitarios promovido por la comisión Catequesis-Escuela-Universidad del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, 11-julio-2010).
En la Universidad hay que destacar el testimonio de vida de los jóvenes católicos. Son normales, no mojigatos asustados de todo, pero no comparten un estilo de vida que desdiga del Evangelio. En ellos se pueden reconocer virtudes que iluminan y, en el fondo, cuestionan a los demás: fidelidad, respeto, educación, capacidad de entrega, trabajo y sacrificio, seriedad en las cosas, alegría sencilla, amistad... y naturalidad en los gestos cristianos, en el hablar de Cristo, en vivir su fe católica sin arrogancia pero sin esconderse tampoco.
El testimonio de vida cuestiona. Las palabras -necesarias- pueden acabar en dialéctica, discusión, y al final de modo demagógico, atacar a la Iglesia con un simplismo impropio de gente que está estudiando en una enseñanza superior (se supone) que es la Universidad. Hablan desde los tópicos adquiridos. Pero el testimonio de vida sí puede desarmar al otro.
Además, el testimonio de vida y la naturalidad cristiana harán descubrir a otros católicos, y desde la fe, entablar vínculos de amistad cristiana, compartir experiencias de fe, apoyo cristiano, mutuo enriquecimiento.