El encuentro de Asís tendrá lugar el día 27 de octubre y no parece que tampoco en esta ocasión los representantes de las diferentes religiones estén dispuestos a dejar pasar la oportunidad mediática que se les brinda.
El motivo del encuentro es orar unidos por la paz. Es evidente que es necesaria la oración para tan maravillosa causa. Que todas las religiones evidencien que la paz es un bien universal, es maravilloso. Entonces ¿Qué tiene el encuentro de Asís para que sea tan polémico?
El problema del encuentro de Asís no es su objetivo sino las formas y el mensaje que se adhiere a todo lo que se hace y dice allí. Benedicto XVI es consciente del problema y lo evidencia en este fragmento de una carta enviada al pastor y profesor luterano Peter Beyerhaus :
“Comprendo muy bien su preocupación respecto a mi participación en el encuentro de Asís. Pero esta conmemoración debía ser celebrada de todas formas y, después de todo, me parecía lo mejor ir allí personalmente para poder intentar de esta manera determinar la dirección del acto. Sin embargo haré todo para que sea imposible una interpretación sincretista o relativista del evento y para que quede firme que siempre creeré y confesaré lo que había atraído a la atención de la Iglesia con la Dominus Iesus.”
Dice San Ambrosio de Milán que “el que no ha querido ver a Dios, no lo verá” y en el encuentro de Asís este hecho se hace patente con reincidencia. ¿Verán lo medios a Dios entre la pléyade de dioses? ¿Son los medios transparentes y limpios de corazón? Me temo que no.
No dudo que el Santo Padre haga todo lo que pueda para dejar claro que el encuentro no propone un “supermercado religioso” ni tampoco acepta la equivalencia de todas las religiones. Pero en el encuentro hay más actores que él y sobre todo, los medios transmitirán como quieran las imágenes y opinarán lo que les parezca oportuno. Cabría preguntarse qué hacemos allí.
Lo primero que deberíamos plantearnos es si podemos orar unidos a una pléyade de dioses diferentes. Cierto que todos ellos son reflejos distorsionados de Dios, pero ese reflejo no es inocente o intrascendente. El mismo hecho de reunirse a orar emite un peligroso mensaje de equivalencia divina y optatividad a la hora de elegir el dios que nos satisfaga. El relativismo planeará constantemente en todo lo que se haga y los católicos con una formación deficiente podrán entender que la Iglesia valida todas las opciones religiosas.
Cuando nos enfrentamos a un evento en donde es imposible actuar bien, es necesario pensar que no es Dios de quien parte esta iniciativa. Lo que parte de Dios conlleva un evidente e indudable bien. Otra cosa es que después nosotros lo desvirtuemos con nuestros egoísmos. Lo triste es que sea la Iglesia la que se ha metido en este “fregado” del que ahora no sabe como salir sin quedar mal.
¿Cómo salir de la trampa en que nos hemos metido? Creo que lo más adecuado sería reconducir el encuentro hacia un acto protocolario bilateral, en el que las fotos no puedan ser utilizadas para mostrar lo felices que están “todos” arropándose juntos.
Complicada papeleta la que le toca jugar a Benedicto XVI en este acto. Oremos para que salga lo menos mal posible y para que se reconduzca con inteligencia todo el encuentro.