"La sociedad de la comunicación, con su sobreabundancia de estímulos, pone en evidencia un valor que, a primera vista, podría parecer contrario a ella. Es justamente el silencio el tema central de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: "Silencio y Palabra: camino de evangelización".
Le tengo que confesar que este lema me sorprendió en un primer momento. ¿Qué tiene que ver el silencio con las comunicaciones sociales y la evangelización? Parecería que hay una “contradictio in terminis” en esta formulación. Ante esta apariencia he estado buscando bibliografía sobre el asunto y sacando conclusiones que pudiera compartir con usted.
Lo primero que quisiera compartir con usted es un breve pasaje del profeta Elias:
“Le dijo: «Sal y ponte en el monte ante Yahveh.» Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?»” (1 Reyes 19, 1113)
¿Dónde estaba Dios? En el susurro de la brisa suave. Terremotos, huracanes, fuegos, son estremecedores. Pero Dios se nos comunica en el silencio.
Pensará usted, con toda la razón, que la comunicación es todo menos silencio. El Kerigma se lanzó a la multitud, San Pablo gritó en el Areópago la existencia de Cristo, el Sermón de la Montaña tuvo que ser gritado para llegar a todos los asistentes, etc. Lleva razón. La comunicación parece que expulsa al silencio de su seno. Pero ¿Es esto aparente o real?
Pensemos en una de las parábolas del Reino: El banquete de boda. Cristo podría haber hablado del Reino como una plaza de mercado, pero prefirió el símil de una mesa en la que los que se sientan, dialogan respetando la palabra de quien habla. El Reino no es multitud vociferante, sino diálogo y cercanía que hace suyo el silencio.
Nos dice San Ignacio de Antioquía: “el Padre «se ha revelado a través de su Hijo Jesucristo, que es su Verbo que procede del Silencio» (Ad Magnesios 8, 2). A través de Cristo el silencio del Padre se hace palabra que resuena en nuestros oídos, pero que no puede quedarse allí. Necesita alojarse de nuevo en el silencio de nuestro corazón, nuestra centralidad, nuestro ser. El misterio escondido y silencioso de Dios Padre, que «ni el ojo vio ni el oído oyó» y se ha hecho audible por el Hijo, El Verbo.
El silencio nos permite oír que quien tenemos delante y atender a sus necesidades y expectativas. Podríamos decir que sin silencio no puede haber evangelización. Pero también es cierto que hay silencios que destruyen y aíslan. El silencio del evangelizador no puede ser un silencio de ausencia, desafecto y desprecio, sino un silencio creador que permite que Dios se manifieste.
Podemos entender el silencio como un tipo de transparencia acústica que permite que el Verbo se haga presente entre nosotros. El silencio y la oscuridad nos predisponen a oír y a ver lo que nos habitual. Lo trascendente. Rudolph Otto, en su obra “lo sagrado” nos dice que la sacralidad se acerca a nosotros mediante silencio y oscuridad. Lo sagrado es el vínculo que nos religa con Dios por medio de las formas y los actos. Al evangelizar es necesario que el silencio sirva de camino a Dios que se manifiesta en nosotros y quienes nos escuchan o leen.
Por último, hablar de silencio y palabra es hablar de la oración. Oración que rodeada de silencio se hace palabra en nuestro interior. Palabras que nacen de nuestro corazón para encontrarse con el aparente silencio de Dios. Pero, al mismo tiempo, la oración nos abre al silencio que es comunicación de Dios mismo. Silencio en el que se establece un vínculo de sintonía de Creador y criatura. Silencio que hace brotar en nosotros las palabras que vuelan a Dios.
La sociedad de la información es un inmenso caos lleno de ruido mediático. Necesitamos filtros que nos ayuden a discernir entre las mil voces que luchan por dominar nuestros oídos. Estos filtros serán los que nos permitan oír a Dios que nos habla como el susurro de la brisa.
Sabe. Creo que el lema de la 46ª Jornada de las Comunicaciones sociales está muy bien elegido. Que Dios le bendiga.