Entre las muchas lecciones que nos dejó el viaje del Papa a su país natal se encuentra la respuesta a una pregunta aparentemente «espinosa» por parte de un periodista en el vuelo rumbo a Alemania. «En los últimos años –decía el interlocutor de Benedicto XVI– se ha dado un aumento de abandonos en la Iglesia, en parte a causa de los abusos cometidos contra menores por miembros del clero. ¿Cuál es su sentimiento sobre este fenómeno? ¿Qué les diría a quienes quieren abandonar la Iglesia?».
He recordado la pregunta a raíz de varios mensajes de correo que comencé a recibir desde el pasado 26 de septiembre (también de algunos comentarios en el blog que, al no seguir la política ahí explícitamente citada para comentar, no he podido dejar pasar). Son a raíz de un programa emitido en un canal de televisión mexicano, «Milenio TV», acerca del fundador de la Legión de Cristo.
Uno de los mensajes decía, por ejemplo: «Después de esto yo me salgo del Regnum Christi». Y en otro una señora comentaba: «Es un deber moral que todos ustedes se enteren de la verdad y como no los dejan y les lavan el cerebro Dios Nuestro Señor les pedirá cuentas muy graves por la ignorancia voluntaria». Otros tantos mensajes van, más o menos, en la misma dirección. Algunos más me exhortan a que «diga la verdad». Por respeto a las personas omito sus nombres y expreso desde aquí mi gratitud por sus correos. Se puede decir que este texto es ya una forma de respuesta.
Cuando se reciben «e-mails» del estilo uno piensa que efectivamente hay algo que ha sacudido el interior de las personas y que sus mensajes, en consecuencia, son la manifestación externa de una inquietud interna.
Siendo un religioso más de la Legión de Cristo y hablando estrictamente a título personal (con la experiencia, eso sí, del ejercicio de análisis periodístico que desarrollo desde hace casi siete años), debo decir que el programa de media hora emitido el lunes 26 de septiembre en México presenta una única «novedad»: algunas fotografías del P. Maciel, la sra. Norma y su hija, además de otras de mayor impacto visual en cuanto que presentan al P. Maciel ya como moribundo, ya como cadáver.
En unas y otras aparecen algunos legionarios de Cristo, por lo que el programa –y luego diferentes publicaciones de prensa impresa y digital– sugiere dos cosas: 1) que ya se sabía antes de 2006 de la existencia de la hija y de la relación, y 2) que los legionarios acompañaron hasta el fin al fundador. El resto del tiempo se dedica a un repaso del caso en cuestión: de 1997 a 2010. Al respecto, sobre ese repaso, para quien está familiarizado con el tema, nada de lo expuesto supone una novedad. De hecho, el mismo programa cita la postura institucional de la Legión de Cristo respecto al P. Maciel según el conocido donde también se describe el camino largo y laborioso para pasar de la imagen idealizada que muchos teníamos a la verdad cruel que al inicio casi nadie podía creer.
Lo que ha causado «inquietud» en algunas personas, comprensible ciertamente cuando las imágenes son acompañadas con interpretación de las mismas, son las fotografías.
Sobre las imágenes del P. Maciel moribundo o ya difunto, lo que se ve son dos consagradas, una enfermera y sobre todo a varios sacerdotes, entre ellos el P. Álvaro Corcuera, L.C, administrando los sacramentos u ofreciendo las oraciones que la Iglesia recomienda para el acompañamiento que se da a todo cristiano en sus últimas horas. Quienes hemos escuchado de boca del propio P. Álvaro cómo se vivieron esos momentos (yo lo escuché en conferencia a todos los legionarios de Monterrey en la primavera de 2009. Análogas conferencias se tuvieron con legionarios en otras ciudades), no es causa de sorpresa.
Por otra parte, al ser momentos de especial intimidad en la vida de las personas, resulta injusto divulgar o reinterpretar fotografías sacándolas del ámbito en que fueron tomadas o «exigir» de un sacerdote un oficio distinto del que le compete en cuanto ministro de Dios también –y yo diría sobre todo– para una persona «muy cercana» y a la vez un hombre mortal y pecador que se acerca al juicio definitivo.
Las fotografías donde el P. Maciel aparece con la sra. Norma, su hija y algunos legionarios o consagradas, hacen pensar que «ya todos sabían». Ciertamente salir en una foto no implica, por el hecho mismo, «tener conocimiento» de algo. Por conversaciones informales con algunos de los implicados se sabe que de suyo el P. Maciel presentaba a Norma y a su hija como bienhechoras, amigas o parientes lejanas. Y en ese contexto se «justificaba» mejor el trato que les dispensaba.
Tras un periodo fueron precisamente algunos de los fotografiados quienes se percataron de que algo no era normal en esa relación. La historia posterior de investigación para conocer la realidad, por parte de legionarios de los que ahora paradójicamente «se sospecha», es ya también conocida.
Desde luego que esto no resta un ápice a la gravedad de los delitos de abuso siempre reprobables y lamentables, pero, remitiéndonos al programa en cuestión, las informaciones precisan siempre de contexto para valorar mejor las situaciones y no aventurarse a emitir juicios precipitados.
Con la sabiduría que le caracteriza, el Papa Benedicto XVI respondía a la interrogante a la que hicimos alusión al comienzo:
«Distingamos ante todo la motivación específica de quienes se sienten escandalizados por estos crímenes que han sido puestos de manifiesto en estos últimos tiempos. Puedo entender que, a la luz de tales informaciones, sobre todo si se refieren a personas cercanas, uno diga: «Esta ya no es mi Iglesia. La Iglesia era para mí fuerza de humanización y de moralización. Si representantes de la Iglesia hacen lo contrario, ya no puedo vivir con esta Iglesia». […] En este contexto me parece importante preguntarse, reflexionar: «¿Por qué estoy en la Iglesia? ¿Estoy en la Iglesia como en una asociación deportiva, una asociación cultural, etcétera, donde encuentro mis intereses y si ya no me satisface me voy; o estar en la Iglesia es algo más profundo?». Yo diría que es importante reconocer que estar en la Iglesia no es estar en cualquier asociación, sino estar en la red del Señor, con la cual él saca peces buenos y malos de las aguas de la muerte a la tierra de la vida. Puede suceder que en esta red esté cerca de peces malos y lo perciba, pero sigue siendo cierto que no estoy por estos o por aquellos, sino sólo porque es la red del Señor, que es algo distinto de todas las asociaciones humanas; una realidad que toca el fundamento de mi ser. Hablando con estas personas pienso que debemos ir al fondo de la cuestión: ¿Qué es la Iglesia? ¿Qué es su diversidad? ¿Por qué estoy en la Iglesia, aunque haya escándalos y pobrezas humanas terribles? Y así renovar la propia conciencia de la especificidad de este ser Iglesia, del pueblo de todos los pueblos, que es pueblo de Dios, y así aprender, soportar también los escándalos y trabajar contra tales escándalos precisamente estando dentro, en esta gran red del Señor».
«Tras el programa de televisión algo debe cambiar», me escribió un joven amigo en otro mensaje. Y recordé la respuesta de madre Teresa a un periodista que le preguntó qué es lo primero que debería cambiar en la Iglesia (respuesta análogamente válida para la Legión y el Movimiento Regnum Christi). La contestación fue «tú y yo». A seguir construyendo.