Un año más, el Padre Pío nos sorprende con la gracia de su intensa presencia en el día que celebramos su fiesta. Tiremos hoy de su manto y pidámosle con confianza y valentía las gracias que más necesitamos.
Dice el Padre Pío:
"Yo no soy bueno, sólo Jesús es bueno. ¡No sé cómo este hábito de San Francisco que visto no huye de mí! El mayor delincuente de la tierra es oro comparado conmigo. (...) ¿Qué es lo que puedo hacer yo? Todo viene de Dios, yo sólo soy rico en una cosa, en una infinita indigencia".
Sentir deseo y necesidad de Dios, lejos de la autosuficiencia, es la gracia que podemos pedirle. Pues el deseo y la necesidad de Dios son caminos privilegiados de cercanía y presencia de Dios. Él ama nuestra humildad.
Gracias, Padre Pío, por tu presencia y tu entrega generosa al Señor.