En entrevista concedida a EFE, el consejero de educación de Castilla La Mancha, Marcial Marín, ha declarado que “a aquellos [alumnos] que de verdad quieren sacrificarse y aprender, habrá que reorientarlos hacia una enseñanza de calidad, y a aquellos que estén más en la pasividad del día a día, hay que orientarlos a otros módulos más adecuados a la FP y a la realidad laboral inmediata, para que también tengan su salida”.
 
            Si esto nos lo cuentan hace cuarenta años, habríamos dicho “¿pero este tío es idiota? ¿a cuento de qué viene semejante perogrullada? ¿pero es que no es así?”. Dicho en septiembre de 2011, se me antoja una de las noticias del año. Tanto que hasta me cuesta creer que la voluntariosa afirmación del consejero se plasme en realidades tangibles. De manera similar a como una vez me creí lo que decía un compañero suyo de partido, el Sr. Núñez Feijóo, quien después de prometer en su campaña electoral otra perogrullada de esas, en este caso, que respetaría la voluntad de los padres en la elección de la lengua vehicular en la que estudiaran sus hijos, una vez que ganó, probablemente gracias a dicha promesa entre otras cosas, ¡y con mayoría absoluta!, no hizo otra cosa que consolidar el modelo de cuotas lingüísticas implantado por el gobierno nacionalista del Sr. Touriño (socialista, como tantos, metido a nacionalista) que le precedió.
 
            Vivimos en un estado de cosas tal, que realizar una afirmación tan perogrullesca como la que acaba de realizar el Sr. Marín, es decir que se premiará a los buenos alumnos (dicho por cierto con toda la delicadeza del mundo y con todas las precauciones, no se vaya a ofender alguien), es noticia en un país donde la norma se parece mucho más a la medida adoptada por el todavía ministro de educación, el Sr. Gabilondo, consistente en otorgar una beca de bastante más de mil euros… ¡¡¡ a todos los alumnos que expresaran su voluntad de abandonar el sistema educativo!!! En plena crisis económica como la que vivimos, ¿a cuántos euros asciende la partida del presupuesto dedicada a semejante majadería? ¿Cuántos son los alumnos que amenazan con dejar el sistema educativo para que les suelten mil euritos, mientras los que realmente quieren estudiar y a los que los primeros no hacen sino fastidiar, tienen que hacerlo sin recibir un euro a cambio?
 
            Más allá de otros valores cuya recuperación no es menos imprescindibles, en la educación española es absolutamente necesario recuperar el valor de la competitividad que rige en cualquier sistema educativo (y no educativo) que se precie. Los que regían en ella hace cuarenta años, porque reconozcámoslo, no todo lo que hemos hecho de cuarenta años para acá es mejor que lo que se hacía antes. Hay que volver a la clasificación de los alumnos, hay que retornar a que los mejores estén arriba y sean conocidos y reconocidos, y los peores estén abajo, y aunque sean apoyados, claro que sí, no lo sean nunca ni en demérito ni en detrimento de los primeros. Y todo ello, no sólo en virtud de baremos relacionados con el loable esfuerzo, digámoslo de una vez, sino también en función de los relacionados con aptitudes, capacidades y resultados ¡que no se es peor por ser el mejor, faltaría más!
 
            Hacerlo así no es discriminación. Discriminación es lo contrario, a saber, negar a los mejores alumnos de este país los medios para que puedan desarrollar al completo sus mejores capacidades: algo que, por un lado, es de justicia y se merecen, y sólo por ello, es democrático, porque la democracia es, ante todo, el imperio de lo que es justo. Pero por otro y no menos, porque redundará en el bienestar de todos y en la mejora de nuestra sociedad, una sociedad en la que urge poner de nuevo a los mejores en el lugar que les corresponde, en lugar de obligarles a pedir disculpas por serlo, cuando no a disimular sus capacidades para que la amorfa masa les absuelva del delito de tenerlas.
 
 
 
 
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