En Les rêveries du promeneur solitaire (Los ensueños de un paseante solitario), refiriéndose a aquellos filósofos de la Ilustración que frecuentó en París, dice Rousseau:
Ardientes misioneros del ateísmo y muy apremiantes dogmáticos, sólo se enfurecían cuando alguien se atrevía a pensar de manera distinta en cualquier punto.

Al leerlo, no he podido por menos de pensar en tanto cultureta hodierno que blasona de tolerante; desde el siglo XVIII hay talantes que no han cambiado y es que unos son nietos de los otros. Aunque si comparamos en maneras, estilo, pluma, etc., a los del clan 15-M, por ejemplo, con aquellos ilustrados, podemos ver que determinadas posturas traen a la larga consecuencias, que éstos lo mejor que tenían era, en buena medida, una inercia de ese cristianismo que tanto quisieron denostar.