Es una pregunta que, antes que a nadie, me la hago yo a mí mismo. Tanto en el plano digamos real, como en el virtual. En cuanto hablo, opino, digo, sobre algo o alguien en cualquier medio, se ve reflejado mi punto de vista más o menos ajustado a la realidad, justicia y verdad o no tanto, por mucho que crea saber.
Eso de ver la viga en el ojo propio y la paja en el ojo ajeno no siempre está bien visto, valga el juego de palabras. Porque digámoslo de una vez: nos va el morbo, aquello de lo que criticar, aquello de lo que podemos decir: ¡fíjate lo que acabo de leer!, por ejemplo. Llama más la atención lo anodino, lo que parece inverosímil. Y así en las noticias de cada día destacan aquellas que tienen un tinte más dramático, trágico y escandaloso.
Aún así lo que hoy puede ser vergonzoso, execrable, indigno o hasta trágico, mañana o pasado, o dentro de un mes o de dos, a no ser que sea algo realmente grave, pasa, va pasando, hasta llegar prácticamente al olvido.
Todo cuanto decimos, y algunos podemos decir también todo cuanto escribimos, puede estar teñido de un cierto tono positivo y esperanzado de que las cosas cambien a mejor desde un sentido constructivo, o bien en su mayoría de lo contrario en clave destructiva, si hay alguien que no piensa y suscribe aquello que pensamos.
Además, casi sin darnos casi cuenta nos acostumbramos al "peor todavía". La insensibilidad por el sufrimiento o necesidad ajenas, mientras a mí o a los míos no nos toquen, está ahí. Así la insolidaridad y el egoísmo crecen y nos vamos encerrando en nuestra mezquina burbuja.
Todos queremos, lógicamente, que se nos reconozca. Lo necesitamos, de acuerdo, y si es posible que se nos de la razón, pero esto no puede ser a costa de ocultar parte de la verdad o de un uso restrictivo, más o menos intencionado, de esa misma razón o inteligencia.
Incluso, me atrevería a decir, que muchos de nosotros no somos conscientes cómo las experiencias negativas y prejuicios, con quien piensa muy diferente de nosotros, nos hacen verles casi siempre de la misma manera, y al otro lado o en el otro bando.
Por eso nos sale más la denuncia que el anuncio, el tono radical agresivo que el más templado y comedido. Y nadie, por muy bueno y juicioso que sea se ve libre del todo de dicha tentación. A ver, de la actualidad última que he leído, comentado o escrito incluso, ¿cuáles podría decir que son buenas noticias o vistas por mí con buenos ojos? ¿ y cuáles han sido malas o en las que he podido quedarme más a gusto diciendo todo lo que pienso de esas instituciones y personas que no me caen bien, para qué me voy a engañar?
Por último, ¿cuál es el medio o método en que confío más para que cambien a mejor las cosas: el tono y el punto de vista negativo de la denuncia y la crítica para que se enteren de una vez los responsables de turno y actúen, que parecen dormidos, o el de el aporte de medidas que podrían solucionar desde la paciencia, la caridad, la justicia con paz, y las buenas formas que puedan satisfacer a todos? Mi punto de vista, muchas veces, viene determinado por mi particular pretensión de justicia y verdad, o por mi confianza en que todo se solucione positivamente.
Hay quien desconfía profundamente del segundo camino y razón no le falta según su experiencia. También porque se trata de un camino quizá más largo y trabajoso que el primero, que requiere mayor contemplación y escucha de toda la realidad, de todas las posturas o posiciones que se dan en determinado caso, situación, institución o persona.
Claro que es más difícil y siempre lo será el hecho no ya de creerse en posesión de la verdad sino de ponerse al servicio de la Verdad, para cooperar con ella (es curioso que ése sea el lema de nuestro papa actual), ser libres de verdad y para cooperar en la liberación de los demás. ¿Y qué Verdad? ¿Y liberar de qué?
La Verdad es una persona (Jesucristo) que así misma se identificó y que nos libera de cualquier posesión de la misma. Nos libera también de todo aquello que nos puede hacer creer que fuera de ella existe la salvación, o que nosotros, con nuestras críticas y denuncias vamos a purificar, depurar o salvar aquello que la misma Verdad es y sostiene con su sola fuerza. Y la diferencia de un camino, el de cooperar con ella y a su manera, o de hacerlo por nuestra cuenta y riesgo es muy grande.