Ramón Fita Revert, que es el Delegado Diocesano para las causas de los Santos de la Archidiócesis de Valencia, vuelve a ofrecernos la posibilidad de acercarnos a conocer la vida de José María Segura Penadés, beatificado el 11 de marzo de 2001. Nuevamente os invito a que naveguéis en la página del Arzobispado de Valencia para poder conocer de manera mucho más amplia el testimonio de los 233 mártires beatificados por Juan Pablo II. El 13 de octubre de 1896 vio la luz, en la ciudad de Onteniente, José María Segura Penadés. Fue bautizado al día siguiente en la parroquial iglesia de Santa María por el Coadjutor de la misma, don Rosendo Vives Aliaga. Fueron sus padres, Vicente Segura Reig y Concepción Penadés Fenoll, naturales ambos de dicha parroquia, casados y vecinos de la misma. Familia cristiana y ejemplar, de profundas convicciones religiosas y de desahogada posición económica; su padre era abogado. Desde niño manifestó inclinación al sacerdocio, por ello ingresó en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, de Valencia, donde cursó Humanidades, y, posteriormente, en el Seminario Conciliar, cursando los estudios de Filosofía y Teología.
Onteniente
Onteniente ha sido siempre una ciudad profundamente católica, con una fe enraizada en la devoción a la Purísima Concepción y al Santísimo Cristo de la Agonía. A pesar de su profunda solera cristiana, desde la proclamación en 1931 de la II República, venía respirándose en dicha ciudad un ambiente de hostilidad hacia la Iglesia.
El 12 de mayo de 1931, apenas un mes después del establecimiento de la República, fueron desalojadas forzosamente las residencias de los PP. Franciscanos, de las religiosas Carmelitas y de las religiosas del colegio de la Pureza de María. Esta hostilidad se acentuó después de las elecciones del 16 de febrero de 1936, cuando llegó al poder el Frente Popular, adquiriendo caracteres de extrema violencia a partir del 18 de julio del mismo año. Lo primero que decretó el comité de Salud Pública fue la detención de todos los sacerdotes y de cuantas personas eran conocidas por su militancia católica. Decidió quemar, saquear y destruir todas las iglesias y conventos. Las parroquias de Santa María y San Carlos, entonces las dos existentes, y las tres iglesias filiales. Lo mismo ocurrió con las quince ermitas diseminadas por la ciudad y el término municipal; todas ellas fueron interiormente saqueadas y destruidas, quedando sólo los muros. El convento y la Iglesia de las Carmelitas fueron parcialmente destruidos. Y en la iglesia de San Miguel fueron profanadas las Sagradas Formas.
El Centro Parroquial de Acción Católica fue convertido en teatro. El Archivo parroquial de San Carlos fue completamente destruido, mientras que el de Santa María pudo salvarse, sólo en parte. La venerada imagen de la Patrona de Onteniente, primorosa imagen renacentista de plata, fue deshecha (en la foto, talla actual). También fueron robados los valores del estado pertenecientes a fundaciones piadosas de ambas parroquias.
Doce sacerdotes que ejercían su ministerio en Onteniente, o eran hijos de dicha ciudad, fueron asesinados. La misma suerte corrieron 90 seglares, la mayoría de los cuales murieron por sus ideas religiosas y por su militancia católica.
El miedo fue la primera reacción del pueblo católico ante aquella oleada de violencia, si bien no hubo defecciones por parte de los creyentes militantes. Aunque el culto público quedó suprimido por completo, algunos sacerdotes y religiosos que estaban escondidos celebraron la Santa Misa y administraron clandestinamente los sacramentos. Hay que destacar, que en medio de tanta desolación, hubo almas muy generosas que exponiéndose a todo facilitaron las celebraciones litúrgicas del modo y manera que en aquellas circunstancias difíciles podía hacerse.
Beato José María Segura Penadés
Fue ordenado sacerdote en 1921 y destinado como coadjutor a la Villa de Adzaneta de Albaida, en donde desarrolló con gran ilusión su ministerio, ganándose la devoción y respeto de todos los vecinos. En esta parroquia estuvo desde julio de 1921 hasta marzo de 1929, y durante esos casi ocho años desplegó una gran labor apostólica. Fundó la Congregación de S. Luis Gonzaga para que los jóvenes encontraran en ella un medio de acercamiento a Dios. Famosos fueron los ‘rosarios de los Luíses’, que todos los domingos recorrían las calles del pueblo. Pero la obra principal, en la que volcó todos sus esfuerzos e ilusiones y a la que sacrificó incluso sus bienes patrimoniales, fue el Patronato Obrero del Sagrado Corazón. En este Patronato se daban clases nocturnas a los jóvenes de ambos sexos. Allí se impartía enseñanza humana y cristiana a todos los niños. Allí encontraban todos, grandes y pequeños, un lugar de sano esparcimiento y recreación en representaciones teatrales.
En 1929 fue trasladado a Onteniente, siendo coadjutor de la parroquia Arciprestal de Santa María, y encargado de la filial iglesia de San Miguel (bajo estas líneas), en donde mostró toda la bondad y afabilidad de su carácter y su caridad, pues fueron continuas sus limosnas a los pobres y necesitados. Desarrolló una intensa actividad al frente del Centro Parroquial de Santa María, en donde desempeñó el cargo de Director de las Escuelas del Ave María. Sintió verdadera predilección por la Juventud Masculina Católica, siendo uno de los principales alentadores de esta rama en la ciudad de Onteniente. Se caracterizó siempre por su vida austera y sacrificada, a pesar de la buena posición económica que le legaron sus padres, siendo nota destacada en el mismo el desprendimiento de las cosas materiales, con sus copiosas limosnas, costeando, además, gran parte de las obras del Centro Parroquial de Santa María, fundado por D. Rafael Juan Vidal, Cura Arcipreste de Onteniente.
En 1929 fue trasladado a Onteniente, siendo coadjutor de la parroquia Arciprestal de Santa María, y encargado de la filial iglesia de San Miguel (bajo estas líneas), en donde mostró toda la bondad y afabilidad de su carácter y su caridad, pues fueron continuas sus limosnas a los pobres y necesitados. Desarrolló una intensa actividad al frente del Centro Parroquial de Santa María, en donde desempeñó el cargo de Director de las Escuelas del Ave María. Sintió verdadera predilección por la Juventud Masculina Católica, siendo uno de los principales alentadores de esta rama en la ciudad de Onteniente. Se caracterizó siempre por su vida austera y sacrificada, a pesar de la buena posición económica que le legaron sus padres, siendo nota destacada en el mismo el desprendimiento de las cosas materiales, con sus copiosas limosnas, costeando, además, gran parte de las obras del Centro Parroquial de Santa María, fundado por D. Rafael Juan Vidal, Cura Arcipreste de Onteniente.
Detención y martirio
Al estallar la revolución de 1936, nuestro biografiado reaccionó como un sacerdote católico auténtico. En efecto, los testigos declaran que don José María Segura Penadés jamás ocultó su condición sacerdotal, ni tuvo actuaciones políticas. En este clima de persecución, el Siervo de Dios mantuvo el ánimo sereno, confiando su vida en las manos de Dios, y continuando en sus actividades cotidianas con total naturalidad.
Un feligrés de Onteniente, declara: “En esta época traté al Siervo de Dios. En mis conversaciones con él, advertí que no se le ocultaba la dificultad de los momentos que vivíamos, adversos para la religión y para la patria. Le veía sereno y firme en sus convicciones, y nos decía que había que intensificar la vida interior y la oración, para seguir firmes y poder hacer frente a los acontecimientos”.
“Yo creo, agrega el testigo, que preveía un posible martirio y lo aceptaba, siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Recuerdo que el día de san Juan de 1936, los jóvenes de acción católica, de quienes era Consiliario don José María le regalaron al Sr. Arcipreste una tortada con esta inscripción: “Los jóvenes de A. C. seguirán a su cura hasta la cruz”. La cosa tuvo notoriedad, a D. Juan le impresionó mucho y a todo el mundo enseñó el significativo y simbólico obsequio. Esto fue influencia directa de Don José Segura y da idea del ambiente que reinaba y también del espíritu del Siervo de Dios y ser previsión de martirio por Cristo”.
Así pues, iniciada la guerra, aunque muy apenado por las circunstancias, no decayó su ánimo. Todos los días, siguió celebrando misa en su casa, hasta más allá del 15 de agosto. Incluso seguían viniendo los chicos del patronato, y seguía formándoles, confesándoles y convirtiendo su casa en centro improvisado. Luego bien lejos estuvo, en aquellos días de comenzada la guerra, de ocultar su condición de sacerdote.
El Beato José María estuvo en casa hasta después de la Virgen de Agosto, y como un amigo suyo sacerdote obtuviera un salvoconducto para Valencia, el Siervo de Dios, quiso irse también. Pero en Játiva les sorprendieron los del comité y se los llevaron a una cárcel improvisada en el convento de San Francisco.
Finalmente el 11 de septiembre de 1936 fue llevado a 4,5 de Játiva, a las afueras del pueblo de Genovés y le descerrajaron dos tiros en el craneo. Tenía cuarenta años de edad. Lo enterraron en el cementerio del pueblo.
Los restos mortales de José María Segura Penadés fueron trasladados e inhumados, el 23 de septiembre de 1976, a la parroquia de San Juan Bautista de Adzaneta de Albaida. Sus antiguos feligreses colocaron los restos del Siervo de Dios en la capilla de la Comunión de su primitiva parroquia. Una lápida de mármol gris tenía la siguiente inscripción: Aquí descansan los restos mortales del Siervo de Dios Don José María Segura Penadés, 23-9-1976. Tras la beatificación, en 2007, se colocó el cuadro del Beato en el altar donde reposan sus restos. El cuadro nos muestra al Beato evangelizando, rodeado de niños y niñas del pueblo.