Se cumplen este año diecisiete siglos de una de esas fechas importantes de la historia. De la historia universal, pero particularmente de la historia del cristianismo, y también de la historia europea. La cual, sin embargo, ha transcurrido hace ya unos meses, el 30 de abril para ser exactos, sin mayor pena ni menor gloria. Trátase de la promulgación del llamado Edicto de tolerancia de Nicomedia del 30 de abril de 311, que puso fin a la persecución del cristianismo en el Imperio, y sentó las bases de lo que apenas dos años después sería el también importantísimo Edicto de Milán de parecido contenido.
El Edicto de Nicomedia fue promulgado por el emperador Galerio. De origen humilde, Galerio se ganó su fama con las armas, llegando a estar tan cerca del Emperador Diocleciano, que consiguió ser nombrado uno de los cuatro herederos del Imperio a título de césar (dos augustos y dos césares), concretamente el de la parte del Danubio y de los Balcanes.
Sin embargo, dicho Galerio que dará tan importante paso en el reconocimiento del cristianismo, es el mismo que en pleno reinado de Diocleciano, había instigado la política anticristiana de éste, autor de una persecución que muchos autores describen como la más cruel nunca perpetrada por el Imperio contra los cristianos. Porque lo cierto es que el reinado de Diocleciano había comenzado en 284 con una relativa tolerancia hacia el cristianismo, el cual conoció durante el mismo un importante crecimiento, y sólo dos años antes de terminar, inició la política de persecución. Todo empezó el 24 de febrero de 303, fecha en la que la catedral de Nicomedia es arrasada. A partir de ahí se promulgan hasta cuatro edictos, el primero “para derribar todos los templos hasta sus cimientos y destruir con fuego las Sagradas Escrituras”; el segundo ordenando encerrar a obispos, presbíteros y diáconos; el tercero forzándoles mediante tortura a sacrificar a los ídolos; y el cuarto extendiendo la persecución a los laicos. Precisamente por ello, la muerte de Diocleciano, acaecida en 305, representó para los cristianos la relajación de la persecución. En todo el Imperio menos, precisamente, en los Balcanes, donde Galerio era el césar y hombre fuerte.
Su política represora se saldó sin embargo con el más total de los fracasos, lo que le llevó a emitir, en sus últimos días de gobierno, el Edicto de Nicomedia, llamado de tolerancia, en el que aún a pesar de realizar una severa crítica del cristianismo y de los cristianos, reconoce también de manera soterrada dicho fracaso. En él resuelve expresamente: “Pueden nuevamente los cristianos reconstituirse así como sus lugares de culto, siempre que no hagan nada en contra del orden público”. El cronista cristiano Lactancio, por cuya obra De mortibus persecutorum (“Sobre la muerte de los perseguidores”) conocemos el texto del edicto, presenta, sin embargo, los hechos desde una perspectiva bien diferente: enfermo de un doloroso cáncer, Galerio se habría persuadido de que el mismo era el castigo a su persecución contra los cristianos, razón que le habría llevado a firmar el Edicto. Si sí como si no, lo cierto es que sólo cinco días después de hacerlo, Galerio moría víctima del cáncer en cuestión.
El innovador edicto, que como es fácil de entender, regía sólo en la parte del Imperio gobernada por Galerio, representó una nueva manera de enfocar “la cuestión cristiana”, constituyéndose en precedente indiscutible del que sólo dos años después emitió Constantino, conocido como Edicto de Milán, inicio del proceso que habría de conducir poco más de un siglo después, a la perfecta y total cristianización del Imperio.
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