EL QUE CANTA REZA 2 VECES II: SEÑOR, ÓYENOS
(Inspirado en la canción del grupo Betsaida “Señor óyenos”)
Que es mi consuelo saber que tú estás junto a mí cuando anochece en mi alma y la pena estalla ahí... No estoy sola cuando sufro, tú estás conmigo, y ese dolor es tu caricia, tu transformarme, tu quitar lo que sobra para hacer tu imagen en mí.
Es tarde ya, lo hecho está y estás conmigo en Getsemaní. No pidas más, no tengo más que estar contigo en Getsemaní. Me hubiera gustado estar allí de verdad aunque no te dijera nada, sólo estar, acompañarte para que no te sintieras solo. Ahora no puedo darte más que mi dolor, no me pidas más; no me pidas que encima esté alegre y contenta siempre, porque a veces NO ME SALE. Un sacerdote con el que hablo a veces me ha dicho que no pida más cruz, que la cruz no pesa porque la llevas tú y que no la llevo a rastras, sino a plomo porque me he abrazado a ella. Sigue ahí Jesús, si te veo yo tampoco me iré.
Que con María estaré si ella me ayuda, a tus pies, aunque no es fácil, no entienda y no me sienta bien. Acudir a ella cuando esté hecha un lío y no entienda nada, cuando se enfrenten cabeza y corazón, cuando quiera amar la cruz pero me asuste. Ella estuvo entera, sufriendo como nadie, amando como nadie la voluntad “incomprensible” de Dios. Aprender de ella.
Que Yo estoy junto a ti guiándote hasta el Cielo a ser feliz. Estamos aquí de paso, ganándonos la entrada en el Cielo. Jesús también pasó por aquí y pasó por la cruz el primero. ¿De qué me extraño, de qué me quejo? El modo de hacerlo está muy claro. A él también le costó mucho, le asustaba y prefería evitarla y así se lo pidió al Padre, pero obedeció y lo consiguió. Y yo no estoy sola en esto, le tengo a él.
¡Uf! Son varios capítulos a la vez y me agoto. Asumir la enfermedad, aceptar tu voluntad, amarla, abrazarme a la cruz con amor y no arrastrarla, tener paz, serenidad y alegría, esforzarme para comer... Esto en cuanto a mí. En cuanto a los demás no enfadarme cuando alguien me “controla”, no ser malhumorada con los niños, dedicarles tiempo, ser cariñosa, no tener malos modales... Y hacer mi vida normal con el trabajo de la casa, la vida de piedad, el ir y venir...
Es mucho lo que tengo encima porque estoy cansada...
¡Señor atiéndeme, tómame en tus brazos!
Fragmento del libro “Si supieras cuánto te amo…”, Guadalupe García, Ed. Bendita María.