Con motivo del traslado de las reliquias de tres hermanas martirizadas en Vallecas, durante el tiempo de la persecución religiosa, esta es la historia que nos narra Sor Matilde de Inés explicando la jornada del 26 de julio de 2004 y el martirio que sufrieron. Lo podéis encontrar relatado en:
Un grito desde la fe
Proceso de la Sierva de Dios Melchora Adoración Cortés y 14 compañeras mártires, de la Compañía de Hijas de la Caridad Las tres religiosas martirizadas en el Pozo del Tío Raimundo forman parte de un grupo de 15 Hijas de la Caridad, que sufrieron martirio en los primeros meses del comienzo de la guerra civil española simplemente por reconocer su condición de Hijas de la Caridad.
Un grito desde la fe
Es el grito que lanzan las biografías de nuestras mártires de Vallecas cuyos restos reposan en la Casa provincial de las Hijas de la Caridad, en Madrid. Entre otros muchos mártires de Madrid y con otras doce Hijas de la Caridad dieron su vida como testigos de la fe y de la caridad. Las obligaron a dejar las obras caritativas de la casa Misericordia de Albacete (en la fotografía, bajo estas líneas, el interior de la iglesia) y salir hacia Madrid, después de haberlas exigido vestir de seglares para hacer desaparecer todo signo religioso. Se vistieron de seglares, sí, pero se les notaba lo que eran. El cambio consistió en sustituir el hábito por una sencilla bata de percal, la toca por un pañuelo o la desarreglada melena.
Las tres mártires de Vallecas Sor Mª Dolores Caro Martín, Sor Andrea Calle González y Sor Mª Concepción Pérez Giral decidieron no despojarse de su querido rosario, habían encontrado en él y en la Eucaristía celebrada clandestinamente en el sótano-refugio la fuerza para ser testigos en medio de la persecución. Sor Mª Dolores y Sor Mª Concepción lo llevaban en la cintura debajo del vestido de seglar y Sor Andrea, la más joven, puesto como collar. Por este detalle fueron reconocidas como “monjas” al bajarse del tranvía cuando llegaron el pueblo de Vallecas para dejar a Sor Concepción en casa de un tío suyo que no quiso recibirlas. Primero las apedrearon, después las condujeron al Ateneo Libertario del pueblo donde fueron acosadas, insultadas y detenidas. Durante varias horas sufrieron provocaciones inmorales por parte de los miembros del tribunal integrado por cinco milicianos. Seguidamente separaron a las dos más jóvenes de Sor Mª Concepción y las llevaron a una celda de la checa ubicada en el Colegio de las religiosas Terciarias de la Divina Pastora. Allí unos milicianos atrevidos y desvergonzados sometieron a Sor Dolores y Sor Andrea al terrible martirio de la violación.
Seguidamente las llevaron a Los Toriles y como si fueran toros de miura. Allí las torearon y arrastraron mofándose de ellas un grupo numeroso de niños, jóvenes y milicianos adultos. Por último acabaron con su vida con un tiro que atravesó el cráneo, a Sor Dolores en el parietal izquierdo y a Sor Andrea en el derecho. A Sor Mª Concepción en lugar de torearla materialmente lo hicieron moralmente con provocaciones obscenas. Al final sufrió el tiro final en el cráneo, junto a la vía del tren en el término llamado del Pozo del Tío Raimundo, no sin antes proferir un grito fuerte como Cristo en la cruz. Como Él puso su vida en las manos del Padre y gritó: “¡Viva Cristo Rey!”.
Las tres trataron de conservar su vida porque la consideraban un regalo de Dios para ellas y para los pobres, pero cuando los perseguidores les preguntaron si eran religiosas, ellas contestaron: “-Sí, somos Hijas de la Caridad”. Eran conscientes de las consecuencias de tal afirmación, pero las aceptaron previamente como don y gracia de Dios. Vivían con la confianza puesta en la Divina Providencia. Sabían que su confesión de fe era ocasión de martirio, estaban dispuestas a dar la vida y la dieron con valentía y heroísmo con un GRITO DESDE LA FE, confesando su vocación de Hijas de la Caridad con fuerza, Sor Dolores y Sor Andrea, o apagando su voz como Sor Concepción Pérez Giral con un “¡Viva Cristo Rey!”, escuchado por sus propios verdugos y testigos de su muerte.
Una muerte así no se improvisa.
Habían recibido la vida como don y la entregan como regalo, un regalo de amor atado con lazos de sangre y ofrecido al Padre Eterno. Como acción de gracias por haberlas elegido para continuar la misión de Jesús entre los hermanos necesitados. Su biografía pone de relieve el fervor misionero de estas Hijas de la Caridad dedicadas al servicio de los pobres en una Institución que recogía a los más necesitados (niños pobres, huérfanos, dementes, mendigos enfermos o jóvenes sin hogar). Desde diferentes ministerios eran sanadoras del dolor y restauradoras de las brechas sociales y marginación en la que vivían los pobres, sus amos y señores según expresión vicenciana. Son siervas y los pobres, engañados o convencidos, deciden su muerte violenta. Por obediencia cambian de casa, de oficio, de lugar, pero sigue vivo el amor que vence todas las dificultades. No tienen nada, pero tienen a Dios como tesoro. No necesitan nada porque se sienten dichosas viviendo las Bienaventuranzas en sencillez, humildad y caridad. Estas virtudes son el distintivo de su entrega y las huellas que marcan su camino de seguimiento a Cristo. Al fondo está la cruz, una cruz rubricada con sangre, que se transforma en amanecer pascual.
Su grito de Fe tuvo resonancia e hizo eco muy pronto en el corazón de muchas jóvenes que urgidas por el amor de Cristo y en respuesta a su llamada de amor, supieron entregar su vida a Dios para el servicio de los necesitados. Los primeros cristianos estaban convencidos de que la sangre de los mártires es semilla de cristianos. La sangre de estas Hermanas fue semillero de vocaciones en los treinta años siguientes a su martirio. Esperamos que el conocimiento de estas testigos de la fe abra nuevos surcos y germinen en ellos nuevas semillas de Fe y Caridad. Ojalá que la veneración de sus reliquias y el recuerdo de su martirio sea ocasión de que este grito sea oído por las jóvenes valientes que quieran seguir a Cristo, haciendo lo que Él mismo hizo. Se trata de cambiar el rumbo del materialismo y comodidad por senderos de fe y felicidad en la entrega personal, "dejándolo todo" para ser apóstoles de Caridad.
- Sierva de Dios Sor Dolores Úrsula Caro Martín. Nació el 21 de octubre de 1893 en Granátula de Calatrava (Ciudad Real). Superiora y Directora en la Casa de Misericordia de Albacete.
- Sierva de Dios Sor Concepción Pérez Giral. Nacida el 10 de enero de 1887 en Madrid. Profesora en la Casa de la Misericordia de Albacete.
- Sierva de Dios Sor Andrea Calle González. Nacida el 27 de febrero de 1904 en Plasencia (Cáceres). Profesora en la Casa de la Misericordia de Albacete.
Proceso de la Sierva de Dios Melchora Adoración Cortés y 14 compañeras mártires, de la Compañía de Hijas de la Caridad
Así, cinco de ellas, conocidas como las cinco mártires de Leganés: sor Melchora Cortés, sor María Severina Díaz-Pardo, sor Dolores Barroso, sor Estefanía Saldaña y sor María Asunción Mayoral, al ser expulsadas de Leganés y ser detenidas por milicianos de la F.A.I., confesaron tres veces ser Hijas de la Caridad, motivo por el que fueron fusiladas, la noche del 12 de agosto de 1936. Previamente les habían ofrecido la posibilidad de hacerse maestras o enfermeras del Socorro rojo, renunciando a su fe y a su condición de Hijas de la Caridad, oferta que rechazaron.
1.- Sierva de Dios Sor Melchora-Adoración Cortés Bueno, H.C, nació el 4 de enero de 1894 en Sos del Rey Católico (Zaragoza) y murió el 12 de agosto de 1936.
2.- Sierva de Dios Sor María Severina Díaz-Pardo Gauna, H.C., nació el 23 de octubre de 1895 en Vitoria (Álava) y murió el 12 de agosto de 1936.
3.- Sierva de Dios Sor Dolores Barroso Villaseñor, H.C., nació el 4 de octubre de 1896 en Bonares (Huelva) y murió el 12 de agosto de 1936.
4.- Sierva de Dios Sor Estefanía Saldaña Mayoral, H.C., nació el 1 de septiembre de 1873 en Rabé de las Calzadas (Burgos) y murió el 12 de agosto de 1936.
5.- Sierva de Dios Sor María Asunción Mayoral Peña, H.C., nació el 18 de agosto de 1879 en Tardajos, (Burgos) y murió el 12 de agosto de 1936.
Las tres Hijas de la Caridad, de las que ya hemos hablado antes, conocidas como las mártires de Vallecas: sor Dolores Caro, sor Concepción Pérez y sor Andrea Calle, tras huir de la casa de Misericordia, de Albacete, buscaron refugio en Madrid donde fueron reconocidas como monjas y, tras numerosas vejaciones y afrentas, fueron fusiladas el 3 de septiembre de 1936.
6.- Sierva de Dios Sor Dolores Caro Martín, H.C.
7.- Sierva de Dios Sor Concepción Pérez Giral, H.C.
8.- Sierva de Dios Sor Andrea Calle González, H.C.
Dos de las Hijas de la Caridad: sor Modesta Moro y sor Pilar Sánchez fueron sorprendidas por los milicianos del Ateneo Libertario de Vallecas cuando intentaban ir a la Casa Provincial donde se celebraba a diario la Eucaristía. Fueron fusiladas en el kilómetro 6 de la carretera de Toledo, circunstancia por la cual se las conoce como las mártires de la carretera de Toledo.
9.- Sierva de Dios Sor Modesta Moro Briz, H.C., nació el 11 de julio de 1901 Santibáñez de Béjar (Salamanca) y murió el 31 de octubre de 1936 en el Km. 6 de la carretera de Madrid-Toledo.
10.- Sierva de Dios Sor Pilar Isabel Sánchez Suárez, H.C., nació el 5 de noviembre de 1906 en Madrid, murió el 31 de octubre de 1936 en el Km. 6 de la Carretera de Madrid-Toledo.
Entre las 15 Hijas de la Caridad también se encuentran las mártires de las Vistillas: sor Josefa Gironés y sor Lorenza Díaz, las cuales fueron despojadas de su hábito y obligadas a ejercer de enfermeras en el Hospital Clínico de Madrid y en el Instituto de Reeducación de Inválidos de Carabanchel, respectivamente. Ambas fueron detenidas y fusiladas en las Vistillas el 17 de noviembre de 1936.
11.- Sierva de Dios Sor Josefa Gironés Arteta, H.C., nació el 11 de marzo de 1907 en Garisoain (Navarra).
12.- Sierva de Dios Sor Lorenza Díaz Bolaños, H.C. nació el 10 de agosto de 1896 en Guía, (Las Palmas de Gran Canarias).
Un grupo de milicianos fue a buscarlas a la pensión en la que se encontraban. Sus nombres estaban en la lista negra de los denunciados. Fueron apresadas y detenidas por celadores de los hospitales donde habían prestado su servicio caritativo, seguidamente llevadas a una checa o lugar de suplicio, atormentadas vilmente por confesar su fe y ser fieles a su vocación, y finalmente martirizadas en el parque de las Vistillas de Madrid el 17 de noviembre de 1936. Allí fueron encontrados sus cadáveres.
13. Sierva de Dios Sor Gaudencia Benavides Ferrero, H.C., nació el 12 de febrero de 1878 en Valdemorillo (León) y murió tras sufrir continuos malos tratos el 11 de febrero de 1937.
La sacaron los milicianos de la casa de un pariente suyo para llevarla a declarar junto con Sor Florentina, que había sido Superiora suya en Puerto Rico. Las dejaron en los calabozos de la Dirección de Seguridad. Estuvieron allí dos días y de allí pasó a la cárcel de Toreno. Su estado se agravó y la llevaron al Hospital de San Luís de los Franceses donde murió con gran edificación de todos.
Las dos últimas son conocidas como las mártires del Camino, Así llamadas porque experimentaron el martirio en el camino de Jaén a Madrid donde buscaban refugio. Sus nombres son:
14. Sierva de Dios Sor Juana Pérez Abascal, H.C., nació el 20 de octubre de 1886 en Madrid. Ingresó en la Compañía el 15 de octubre de 1908. Realizó su misión de servicio en varios Hospitales como enfermera y finalmente en el Sanatorio antituberculoso “El Neveral” de Jaén. Destacó por su piedad, espíritu de trabajo, compasión ante los pobres y enfermos y fidelidad a las Reglas. Murió a los 50 años por llevar el rosario de Hija de la Caridad escondido bajo su vestido de enfermera.
15. Sierva de Dios Sor Ramona Cao Fernández, H.C., Nació en Fontey- Rua de Valdeorras (Orense), el 11 de septiembre de 1883. Ingresó en la Compañía el 11 de enero de 1901. Sus destinos como enfermera trabajó en el Hospital de mujeres Incurables de Madrid, el Hospital militar de Sevilla y finalmente el Sanatorio antituberculoso “El Neveral” de Jaén. Destacó por su celo apostólico, su compasión y sensibilidad ante el dolor de los pobres enfermos, su piedad y su devoción al Señor crucificado. Murió a los 53 años, también como su compañera de martirio, por llevar el rosario de Hija de la Caridad escondido bajo su vestido de enfermera.
Expulsadas del sanatorio de “El Neveral”, fueron detenidas y calumniadas de robo en Jaén. Al ser juzgadas no se pudo probar la acusación y fueron puestas en libertad, pero no encontraron lugar de refugio en aquella ciudad y se vieron obligadas a trasladarse a Madrid en un tren lleno de presos políticos. A pesar de sentir miedo, antes de renegar de su fe, subieron al tren en Alcázar de San Juan, en medio de insultos y un tumulto feroz. Iban vestidas de enfermeras de la Cruz Roja pero conservaron su rosario de Hijas de la Caridad debajo del uniforme de enfermeras. Este hecho las identificó como Hijas de la Caridad y fue la razón de su martirio en la matanza del llamado primer tren de la muerte. Al ser sacadas del tren fueron arrastradas por el suelo, insultadas y finalmente fusiladas por su condición religiosa en el Pozo del Tío Raimundo, el 12 de agosto de 1936.
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