Como decía el verso del poeta, "nos queda la palabra". Y es cierto. Aquella "cascada de luz", de la que hablábamos en estas páginas, refiriéndonos a la JMJ, cristalizó después en un manantial de bellísimos mensajes, de paisajes humanos y divinos, de horizontes de esperanza para un mundo dificil y complejo, dramático y sangriento en tantos puntos de guerra y de conflictos, pero que lleva en sus entrañas más vivas una voz siempre nueva, la voz de un Dios, Padre de ternuras y bondades, que ofrece a manos llenas ráfagas de salvación.
Al final de ese peregrinaje mundial, de los actos programados y vividos en el escenario de Madrid pero en el corazón de los cinco continentes, bien podríamos recoger y resumir los doce mensajes más bellos que nos ha dejado el Papa Benedicto XVI, con aire de reto y de invitación para construir un mundo nuevo, una sociedad mejor.
Primero, "yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie o quite la paz; no os avergoncéis del Señor".
Segundo, "sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo; esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz".
Tercero, "frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de la radicalidad evangélica que testimonia la consagración, como respuesta al eclipse de Dios" (a las religiosas en El Escorial).
Cuarto, "la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana, y encarna un ideal que no debe desvirtuarse, ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado" (a los profesores universitarios).
Quinto, "los jóvenes necesitan auténticos maestros; la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes debéis de comprender y querer".
Sexto, "vosotros, tan sensibles a compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer".
Séptimo, "que ninguna adversidad os paralice; no tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad".
Octavo, "queridos seminaristas: poned vuestros ojos en Él".
Noveno, "queridos jóvenes: Dios nos ama; esta es la gran verdad de nuestra vida".
Décimo, "no os guardéis a Cristo para vosotros mismos; comunidad a los demás la alegría de vuestra fe".
Undécimo, "queridos jóvenes: decidle a Jesús: yo sé que Tú eres el Hijo de Dios, quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu Palabra".
Duodécimo: "dejo España contento y agradecido a todos; ha sido una estupenda manifestación de fe".
Preciosos mensajes para una hermosa postal.