Tras la JMJ, se abre un tiempo necesario, el de la asimilación y maduración, no sólo del valor de la Jornada y el impulso a las iniciativas de la pastoral juvenil y la evangelización, sino asimilar y madurar la enseñanza del santo Padre.
Sus discursos, alocuciones y homilías son una hoja de ruta para todos y una enseñanza valedera. Muestran cuál es el lenguaje cristiano y la metodología cristiana. Señalan al horizonte último, Jesucristo, y cómo el deseo del hombre solamente halla su respuesta y cumplimiento en Él. Es, por tanto, un lenguaje existencial, cercano, fácilmente comprensible para todos porque conecta con la experiencia de lo humano en nosotros. A veces nuestros lenguajes pueden ser piadosos, otras una soflama ética y revolucionaria, otro el lenguaje del ´compromiso´, otros un lenguaje devocional que suena a hueco... pero un lenguaje realmente cristiano es otra cosa. Benedicto XVI nos ha dejado un modo de hablar que deberíamos hacer nuestro.
Esta afirmación absoluta del Papa hay que encuadrarla dentro de la situación real en que vivimos. Los sucedáneos no satisfacen el corazón ni su exigencia de verdad. La cultura ambiente que nos rodea está marcada por corrientes que arrastran: relativismo, nihilismo. Hemos vuelto a un paganismo real donde apenas se le deja sitio a Dios. Formas nuevas de idolatría se han impuesto y la principal es la del hombre que se ha creído un dios. Nada de esto responde a la naturaleza del hombre, a su sed de verdad, a su deseo de infinito. Más bien se revuelve y devora al hombre.
Benedicto XVI a lo largo de distintos discursos ha ido perfilando su análisis de lo que se vive y de la cultura que se impone.
Quienes tienen una sed profunda de Cristo y han llegado a descubrirlo, necesitan su fortaleza y su gracia ante el ambiente que los rodea:
"Este descubrimiento del Dios vivo alienta a los jóvenes y abre sus ojos a los desafíos del mundo en que viven, con sus posibilidades y limitaciones. Ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por construir una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad real" (Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto, Madrid, 18-agosto-2011).
El cristianismo, plasmado en tantas vidas cristianas concretas, es una alternativa válida y real, frente a los nuevos ídolos y dioses y frente al autoendiosamiento del hombre mismo.
"Al edificar sobre la roca firme, no solamente vuestra vida será sólida y estable, sino que contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos y sobre toda la humanidad, mostrando una alternativa válida a tantos como se han venido abajo en la vida, porque los fundamentos de su existencia eran inconsistentes. A tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos.
Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones siempre están al acecho. Es importante no sucumbir a ellas, porque, en realidad, conducen a algo tan evanescente como una existencia sin horizontes, una libertad sin Dios" (Disc. fiesta de acogida, Madrid, 18-agosto-2011).
El lenguaje actual de esta cultura está hinchado; palabras talismanes realmente están vaciadas de su significado real ("solidaridad", "democracia", etc.) y lo que hay, de fondo, realmente, es un eclipse de Dios en el mundo contemporáneo. No queda sitio para Dios. Ha sido una larga obra de ingeniería de la modernidad y de la post-modernidad.
Urgen testigos: "cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza» (Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011) .Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado" (Disc. encuentro con las religiosas, El Escorial, 19-agosto-2011).
Quitando espacio a Dios, restando a la razón su capacidad de alcanzar la Verdad y debilitándola, entran fácilmente criterios nuevos: el pragmatismo, el utilitarismo, la ciencia elevada a categoría absoluta, y el hombre queda a merced de otras fuerzas (el mercado, la ideología, el poder político).
"A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica. Ciertamente, cunde en la actualidad esa visión utilitarista de la educación, también la universitaria, difundida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios... Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder" (Disc. a los profesores universitarios, El Escorial, 19-agosto-2011).
"No os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia" (Hom. en la Misa con los seminaristas, Madrid, 20-agosto-2011).
Realmente, estamos situados ante el relativismo, que es una dictadura del pensamiento que genera modos de vida nuevos, antihumanos, destructivos, pero con un ropaje -¿un disfraz tal vez?- de libertad y madurez, de progreso y emancipación.
"La cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano" (Disc. Vigilia de oración, Cuatro Vientos, 20-agosto-2011).
Hemos de tener claro que éste es el mundo en el que vivimos.
Pero el corazón necesita algo más, porque su propia estructura está hecha para abrirse a la Belleza, a la Verdad y al Bien, y sólo cuando lo encuentra halla una correspondencia que se adecúa a sus exigencias más profundas.
Los altos ideales y las nobles metas; las búsquedas de lo último y la consistencia de la propia vida, sólo pueden cimentarse en algo que valga absolutamente y que el corazón sabe reconocer cuando está ante él. La cultura relativista, el secularismo, etc., jamás responderán a las exigencias más profundas del corazón: seguiría insatisfecho, en búsqueda; o si se adaptase al ambiente de esta cultura, acabaría muriéndose, apagándose, con una humanidad muy pobre, un "humanum" debilitado.
Sólo la verdad y el amor llenan el corazón y responden al anhelo verdadero de toda persona. Sólo Cristo responde y eleva por encima del relativismo y del nihilismo.
De ahí la primera frase clave con la que nos podríamos quedar y que cuestionan nuestro modo de pertenencia a esta sociedad, en este momento:
(Disc. Vigilia de oración, Cuatro Vientos, 20-agosto-2011).
Esto sí es un revulsivo absoluto ante las situaciones de parálisis espiritual o de una razón debilitada.
Esto sí que es una propuesta educativa para una verdadera pastoral.
Esto sí que responde a lo que el corazón busca.
No podemos conformarnos con cosas menores que la Verdad y el Amor; no podemos conformarnos en la vida con algo menos que Cristo.
Evangelizar, predicar, educar, será llevar a este reconocimiento de Cristo, de la Verdad y del Amor; será provocar para que escuche los deseos últimos de su corazón y vea que lo que se propone en la cultura de hoy mata al hombre, pero que el corazón vive y goza con la Verdad y el Amor, vive y goza sólo con Cristo.
¿No habrá que cambiar entonces nuestros pretendidos discursos de catequesis, de evangelización, que se centran sólo en "valores", los mismos de la cultura imperante? ¿No se tratará de recorrer un itinerario nuevo de descubrimiento de Cristo, el absoluto, y del corazón humano hecho para la Verdad? ¿No será que en nuestro lenguaje, en nuestra catequesis y formación, todo debe producir el encuentro personal con Cristo que responde al deseo del hombre, al deseo del corazón humano?