Éstas expectativas del Santo Padre se han cumplido a su satisfacción y a la de los dos millones de jóvenes, que han tenido el veintiséis encuentro de la JMJ en Madrid, totalmente “empapados”, ayer fue en los dos sentidos, de experiencia de Dios.
Ellos van a llegar de nuevo a sus lugares de procedencia y les vamos a acoger en nuestras familias y comunidades parroquiales. Veámosles y escuchémosles muy atentamente, porque tienen muy reciente, de hace apenas unas horas, la misión que les ha encomendado del Papa. Les ha dicho, textualmente: “No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita del testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios… También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsa promesas de un estilo de vida sin Dios.”
Con este envío no queda más que decir por mi parte, sino: verles, escucharles, reconocer a Cristo presente junto a ellos, celebrarlo más unidos con ellos, para ser testigos más creíbles, responsables, transparentes y maduros en nuestro mundo y quehacer cotidiano.