Supongamos que vamos a celebrar una boda y nuestros principales invitados, los más queridos de todos, los que más ilusión nos hace que vengan, se presentan en vaqueros. La ofensa sería grande. La decepción, indescriptible. Lo mismo ocurriría si les invitamos a cenar y aparecen en bañador. No habría palabras para describir nuestro desencanto; y, por supuesto, no es fácil que los volviéramos a invitar.

Es importante vestir siempre a la altura de cada ocasión. Eso es muestra de tener dignidad y ser digno de los demás. Ya sea en algo informal o formal, de día o de noche, vestir dignamente es una muestra de respeto hacia los presentes y de saber dónde se está.

Yo miro cada domingo a los que me rodean en Misa. Y veo muchas personas, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, que parecen no saber donde están y Quién está presente. En bermudas, camisetas, zapatillas de deporte, chanclas… ¡incluso en bañador!

La cuestión es que están delante de Dios.

¿Son o no son estos cristianos indignos de estar en Misa? Muchos puede que no hayan tenido una buena educación y a otros seguro que nadie les habrá dicho nunca nada. La caridad nos obliga a disculparlos, y nuestras propias faltas nos hacen ser comprensivos con las ajenas. Pero… ¡ojalá no hubiera necesidad de hacerlo!

Aramis