Siguen los llamados “indignados” haciéndose ver por Madrid. Es lógico si de verdad están indignados. Lo contrario sería oportunismo. Y se ha escrito y hablado mucho sobre el tema. De la gran masa de indignados que ocuparon la vía pública meses pasados queda la levadura, los realmente ideologizados, que pretenden llevar sus reivindicaciones hasta donde haga falta.
Para los expertos en psicología de todos los tiempos el joven ha de ser “rebelde”, inconformista, desinstalado, en vanguardia. Lo contrario no sería natural. Mas bien nos haría pensar en alguna carencia impropia de la edad.
Dice Manglano: El rebelde está decidido a vencer cualquier realidad que pueda esclavizarle: El rebelde tiene un sí fácil a cualquier aspiración que merezca la pena. Algunos podrían calificarlo de utópico. Pienso que no lo es. Pero, aunque lo fuese, no tenemos que olvidar que las “utopías” han sido, en la historia de los hombres, fuerzas eficaces que han dado alas al hombre y le han permitido aspirar a nuevas formas de perfección; aspiraciones que merecían la pena (“22 maneras de caer bien”, Planeta, p´g. 22).
Estamos de acuerdo. Si falta la utopía puede faltar la ilusión, la aspiración a llegar más lejos, a mejorar el mundo. Pero esta actitud juvenil no está reñida con el respeto que merece la vida y las personas. Las ideologías fanatizadas tienden a confrontarse con los que no piensan como ellos. Cuando se pisa el terreno del otro, que también tiene su utopía o proyecto, ya estamos conculcando el más elemental principio de la democracia, que es el respeto al que tengo enfrente. En ese caso la rebeldía se convierte en revolución, y ese paso ya es muy peligroso. Tenemos en la historia de cada día ejemplos lamentables de ello. Cuando el rebelde pierde los papeles se convierte en un enemigo, en un peligro público, y hay una utopía que se pierde: la paz entre los hombres.
El rebelde puede ser, o es, indócil, pero no debe ser imbécil. Porque el imbécil es desagradable, repele, pierde autoridad para exigir lo que pretende. Hay que ver no solo con los ojos sino con el corazón. Este era el secreto del Zorro en el cuento El Principito. Dice el Zorro: He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
Muchos de los “indignados” no miran con el corazón, y por eso no respetan a los demás. Intentan boicotear lo que no está de acuerdo con su ideología. Y estoy pensando en los que se oponen a la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid. Los miles de jóvenes que se van a concentrar en Madrid en la JMJ también están indignados con una sociedad injusta, que da más importancia a la materia que al espíritu, que mata a los niños antes de nacer, que rompe las familias, que promueve la promiscuidad y el sexo fácil desde temprana edad, que agrede verbal o legalmente a los que practicamos la religión y tenemos nuestros signos sagrados. El Papa también está indignado con un mundo injusto, en donde millones de personas se mueren de hambre, y muchos cristianos son sacrificados por pura intransigencia fanática. Y el Papa viene a clamar contra todo lo que está destrozando al ser humano con la riqueza espiritual que lleva dentro.
Y sobre todo, el más indignado es Dios, que tiene que contemplar como sus hijos los hombres destrozamos la creación, conculcamos las leyes que nos protegen, atentamos contra su Presencia, se blasfema contra su Nombre sagrado, se profanan los lugares santos, se maltratan a los niños, etc. Dios es el primer indignado, pero con el amor y el perdón por delante.
Si los que se congregan para protestar desde la indignación quieren luchar mejor para conseguir los nobles objetivos que se proponen, que acudan al encuentro con el Papa y apoyen lo que el va proclamar a los cuatro vientos. Todo lo demás es política, y cuando esta no se ejerce con honradez y respeto se convierte en una lacra para la sociedad.
Os esperamos en esta fiesta de la fraternidad juvenil.
www.youtube.com/watch
juan.garciainza@gmail.com
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