Ahí están, sobre el tapete de la actualidad, las dos caras de la moneda de una buena parte de la juventud: los indignados y los esperanzados. Los indignados, el 15-M, las concentraciones, los incidentes, -el último, hace dos dias, cuando se concentraron en los alrededores del Congreso de los Diputados, torpedeando incluso la "cápsula de seguridad" que rodea al presidente Zapatero-, y los esperanzados, dispuestos a tomar las calles de Madrid, el próximo mes de agosto.

No lo harán con ira ni con indignación, sino con alegría y esperanza. Si no vienen a protestar, no es porque no sufran problemas, sino porque han encontrado una vía de solución. Han sentido la necesidad de venir a Madrid para compartir con sus coetáneos el gozo de saber que, en la vida, importa más "el ser que el tener"; la alegría de experimentar la presencia de una Persona que colma su necesidad de "amar y ser amados"; y la ilusión por sentir que el futuro tiene un sentido que les trasciende.

Los indignados, por una parte, y los esperanzados, por otra, aunque las metas, al fin, coincidan en un objetivo fundamental: el de ser felices. No "frente a", sino "junto a" los jóvenes indignados, hemos de contemplar tambien a los "jóvenes-esperanza", aunque todos compartan ideales e ilusiones: reflexivos, sensatos, que sudan la camiseta, y a los que sólo les convencen y motivan los hechos. No gritan ni insultan a los periodistas.
Saben que su fuerza está en ellos mismos, como su esperanza en un futuro mejor está en capacitarse al máximo para ser útiles a si mismos y a su país. Saben que la palabra, convertida en grito, no es portadora de argumentos convincentes, si al mismo tiempo, no va acompañada con obras. Saben, al fin, que ellos son su propio futuro, conscientes de que el esfuerzo, el trabajo bien hecho y la entrega generosa producen frutos abundantes.

Indignados y esperanzados tiene la palabra en esta hora. Una hora que no es fácil, con graves problemas de fondo. Pero acaso el m´`as grave sea el del "olvido de Dios", tachado de tantas agendas. Los jóvenes esperanzados constituyen un hermoso testimonio de fe, de esperanza y de amor. Proclaman a la rosa de los viento su sentido de búsqueda, proclamando que Alguien tiene palabras de vida eterna, palabras que nos ofrecen la auténtica felicidad.