Agosto comienza como termina julio: con asesinatos indiscriminados contra la Santa Madre Iglesia, en sus personas, y con atrevidos y sacrílegos destrozos en sus templos. A las doce y media de la mañana del primer día de este nuevo mes, unos milicianos se presentan en casa de don Justino Alarcón de Vera para detenerlo.
 
Si la consigna del marxismo es el exterminio del clero, don Justino es el candidato perfecto por su sólida piedad, su gran formación, su afabilidad natural, su ingenuidad extraordinaria y su optimismo perpetuo, exteriorizado con infantil alegría. Además, por sus trabajos es un hombre popular: ha fundado con una docena de sacerdotes la “Editorial Católica Toledana”, en cuyo Consejo ejerce como presidente; también forma parte de la redacción de “El Castellano”. Y es profesor del Seminario y beneficiado de la Catedral, donde ejerce como segundo maestro de ceremonias. A pesar del peligro, don Justino jamás ha querido quitarse la sotana, pues es señal externa de su sacerdocio y él no quiere renegar de su condición.
 
Desde que abre la puerta a los milicianos, es tratado de una manera despiadada para llevarlo al lugar del martirio.
 
Bajo estas líneas, en 1928, el día de la entrada en la Archidiócesis del Cardenal Pedro Segura. Llama la atención como aparece riéndose, tal vez con el propio fotógrafo.
 
 
Datos biográficos
 
Había nacido el 1 de agosto de 1885 en Fuensalida (Toledo); fue bautizado al día siguiente de su nacimiento, en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de la villa por D. Gregorio de Vera, cura ecónomo de Portillo y tío suyo. El 18 de octubre de 1889, también en su parroquia, recibió el sacramento de la confirmación por manos del obispo auxiliar de Toledo, Mons. Menéndez Conde.
 
Ingresó en el Seminario de Toledo en 1898, en el que cursó todos los estudios de latín, filosofía y teología y cánones, con la máxima calificación. En el curso de 19091910 obtuvo los títulos de bachillerato, licenciatura y doctorado en teología. Recibe la ordenación sacerdotal el 12 de marzo de 1910. Celebra su primera misa semanas después, el cuatro de abril, en su querida parroquia.
 
En menos de dos años fue nombrado coadjutor de Escalonilla; después, coadjutor de la parroquia de Santiago de Talavera de la Reina y capellán de las Hermanitas de los Pobres; en 1912 pasó a Toledo como capellán del Colegio de las Ursulinas.
 
Discurso de apertura en el curso 1916-1917

Vamos a detenernos en la recesión publicada el 16 de septiembre de 1916 en el periódico “El Castellano” con motivo de la crónica por la apertura del Curso 1916-1917 en el Seminario Mayor de Toledo. El discurso de apertura lo desarrolla el Catedrático de Lógica y Metafísica Especial, don Justino Alarcón de Vera.
Empezó manifestando su complacencia por tomar parte en la solemnidad académica y deseando que en la apertura de curso se verificase una compenetración de almas, entre alumnos y maestros, con un mismo ideal: la perfección de los dos centros de la vida psicológica, la cabeza y el corazón, inteligencia y voluntad. Indica el tema, que es manifestador la característica del pensamiento filosófico moderno, que la constituye una indecisión manifiesta en sus direcciones… Tras hacer un repaso sobre la figura de Kant, expone su falta de virtualidad para pacificar la inteligencia…
Termina haciendo ver que la filosofía que se ha de restaurar no es, en el fondo, sino la armonía de la fe y la razón, que engendra la unidad de inteligencias con la unidad de principios, y la de voluntades con la unidad del querer. Por ello recomienda a los alumnos que ilustren su espíritu con los eternos principios de la filosofía católica, que sean hombres de carácter, hombres lógicos, que sigan a la verdad hasta sus últimas consecuencias, realizando así las aspiración que Pío X sintetizó en el lema de su pontificado, para que el espíritu cristiano impere en todas las manifestaciones de la vida social, encauzando a la humanidad por las sendas de un progresismo esencialmente cristiano”.
 
El periodista continua su crónica: “Este rápido bosquejo indica bien claramente la importancia del discurso del Sr. Alarcón, que durante un buen rato cautivó el ánimo de los oyentes. Hablar de áridos asuntos filosóficos y lograr ganarse la atención de todos, es un triunfo que sólo se consigue con grandes conocimientos que posee el orador y con ese galano decir que tantas veces han saboreado nuestros lectores. En el discurso del Sr. Alarcón de Vera se adivinaba al filósofo que conoce con perfección las grandes corrientes del pensamiento moderno, y al periodista acostumbrado al diario batallar y al manejo expedito de la pluma”.
 
Bajo estas líneas: en Guadalupe, coronación canónica de la Virgen 
 

El día de su cumpleaños

El 1 de agosto de 1936, día de su cumpleaños, a las doce y media de la mañana, unos milicianos se presentaron en su casa para detenerle. Él los siguió con la sotana puesta. Escoltado por ellos, fue conducido hasta el paseo del Tránsito. Al llegar, uno de los fusileros le disparó atravesándole una pierna. Se supo por testigos presenciales, que prefirieron quedar en el anonimato, “que fue conducido con mofa y escarnio y recibiendo golpes recrudecidos al pasar por la catedral, camino del Tránsito, y que, al final de su calvario, fue arrastrado y apuñalado con las bayonetas”. Algunos dicen que le hicieron rodear la catedral arrodillado mientras le clavaban las bayonetas… Don Justino Alarcón de Vera, sangrando, a duras penas pudo caminar unos pasos más; junto a un árbol se le hizo una descarga conjunta que dio fin a su vida en la misma fecha en que cumplía cincuenta y un años. El cadáver fue llevado al cementerio municipal de Toledo y enterrado en una fosa común. El día 27 de enero de 1941 fueron exhumados sus restos. El día 1 de febrero se colocaron dichos restos en el mausoleo del cementerio municipal de Toledo.