Siento la pereza de la vida,
y la pureza, dentro de su lánguida rutina,
y siento una ternura inefable y pura.
Esa ternura la noto en las yemas de los dedos
cuando acarician por entero las cosas,
y también cuando unas pocas palabras
me reconocen en cuanto me miran.
La lánguida pereza y la pureza y esa ternura
donde leo en los demás el alma.
Mi vida: la conciencia
de esa gradual intensidad que es la belleza,
o de esa locura que me desnuda
en medio del trajín o del poema.
Un poema que se produce en cualquier lugar o tiempo,
o en ningún sitio en concreto de la lengua.
Un poema azul cielo o verde hierba,
o quizá esté dentro de su cuerpo, o en el sueño
que se asoma a lo que yo soy y siento.
Ay, ese vaivén de su pelo, o los vivos
colores de sus pañuelos de seda,
o el místico vuelo de su falda vaquera,
o cada uno de esos besos
donde sé que existe de verdad mi vida
y que soy del todo cierto.