Decía el otro día un conocido “rajando” de otro: “Es que yo sé de uno que hace esto y luego va todos los domingos a Misa… ¿? ¡No se puede ser tan hipócrita, hombre!... Yo al menos… “

Según este individuo, lo peor de todo no era la faena que había hecho el susodicho, sino que a ello había que sumar una falta aún mayor: la hipocresía de ser así y luego ir a Misa.

Para analizar esto se me ocurrió pensar en una comparación entre quien por ejemplo durante la semana se porta mal y va el domingo a Misa (caso de A) y quien entre semana hace lo propio  y no va (caso de B). Sobre todo sin perder de vista que es éste último quien se atribuye mayor “autenticidad” en su comportamiento, frente a la hipocresía del primero.

Pongamos por caso que ambos mienten para quedar bien en el trabajo dejando en mal lugar a un compañero. Y comparemos:

Primero: llega el domingo y “A” va a la iglesia reconociendo con este simple hecho (y además públicamente) que hay (un) Dios que establece una Ley que en concreto afirma que mentir (8º  mandamiento) está mal.

Llega el domingo y “B” ni la pisa… eso no va con él. Además “… en esta vida no hay más ley que la del más fuerte y si en el trabajo andas con escrúpulos, te pisan”.    

Segundo: Nada más empezar la Misa salen de la  boca de “A” estas palabras:  “…  confieso ante Dios y ante vosotros que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”.
En el caso de “B”, éste no se preocupa de confesar nada, ni de dar cuentas a nadie pues es de los que profesan el “yo no me arrepiento de nada”.

Tercero: En otro momento de la Misa “A” afirma: “Tú (Señor), que quitas el pecado del mundo, ten piedad de mi”.  Y es que tiene claro que hay una línea roja entre el bien y el mal, y que si la cruza (pecado) ofende a Dios.

“B”, en cambio, dice: “… bueno, bueno, eso del bien y el mal es muy maniqueo, todo es relativo… además lo del pecado es un invento de curas”.

Cuarto: “A” escucha e intenta asentar por principio en su vida las enseñanzas de Cristo en el Evangelio como por ejemplo que es la verdad la que nos hace libres y, ante esto, añade más adelante “Padre nuestro, hágase tu voluntad”.

“B” tiene como principio la consigna “es bueno si me conviene, malo si me fastidia” y como única guía lo que le dicte su “santa” voluntad.

En resumen, a mí me parece que después de esta comparación, un recuento más real de faltas (por orden cronológico) sería este:

5 Faltas de B                                                1 Falta de A

1ª.- Miente sobre un compañero                1ª.- Miente sobre un compañero

2ª.- Se burla de Dios al negar la vigencia de su ley                  (la admite)

3ª.- Miente al no reconocer su culpa                                      (la reconoce)

4ª.- Oculta la verdad de que bien y mal existen                     (lo afirma)