Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Han pasado ya casi tres décadas y no olvidaré la lección de fe y amor a Jesús en la eucaristía de aquel íntegro militar, padre de dos chicos, alumnos en el colegio salesiano de Hnos. García Noblejas, entonces zona suburbial madrileña.

Vivían en el barrio de la Elipa, donde la esposa del militar, Dña. Mª Rocaberti, realizaba un admirable labor mariana, colocando decenas de capillas de la Virgen Auxiliadora en múltiples domicilios de la barriada. Su esposo militar graduado y católico de una pieza, enfermó gravemente y el médico de cabecera habló de un cercano desenlace.

La familia decidió llamarme, como cura amigo, para que le atendiera espiritualmente. Le confesé, le dí la santa unción y la bendición papal y de la Virgen. Iba preparado para darle el santo viático. Fue entonces que el militar grave, pero muy consciente, pidió le dilatase unos momentos el viático, para en un gesto insólito, ejemplar e inolvidable, se le vistiese con su uniforme militar “para recibir como se merecía a Jesucristo”. Con lágrimas en los ojos la familia le vistió, sostenido de pie por los suyos recibió con gran fe y amor al Señor sacramentado. Todavía lo recuerdo con admiración y doy fe de ello.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN