Una espiritualidad a gusto del consumidor
Cuando la propuesta espiritual no es cristiana, es recibida en las sociedades occidentales con mayor ingenuidad y simpatía. En este contexto nos encontramos con un fuerte deseo de recuperar lo pagano precristiano (celtas en Europa, chamanes en América, etc), mirado con no poca credulidad.
Se hace sentir el atractivo de las religiones orientales, porque parecen más flexibles dogmáticamente, teñidas de aspectos místicos, de profundización, de búsqueda personal, respetuosas del misterio inefable, y favorecedoras de la experiencia interior.
Por otra parte, la mentalidad consumista invade la religión. También "lo divino" es volcado al mercado en útiles envases descartables. Los urgidos clientes, deseosos de refrescantes dosis para el alma, van abrazando sucesivamente una y otra técnica espiritual, o varias a la vez, con la mente y el bolsillo fijos en su eficacia. Un floreciente y múltiple negocio se ha erigido entre nosotros, pródigo en fantasías, donde se multiplican nuevos grupos sectarios y movimientos pseudorreligiosos con apariencia empresarial... ¿O empresas con apariencia religiosa? En lugar de vernos enriquecidos con la diversidad e identidad de cada una de las religiones, en lugar de preservar su historia y tradición, el mercado religioso va demoliéndolas una por una, disolviéndolas y transformándolas en una única espiritualidad cósmica, sin límites ni configuraciones definidas.
En este ambiente ha emergido con mucha fuerza la corriente neognóstica de la que participan miles de autores de novelas y libros pseudoespirituales, conocida como "Nueva Era", en la que cada cual se siente libre de incorporar a su personal credo aquellas vivencias, prácticas y ofertas que considere convenientes, ya sin yugo, ya sin censores, ya sin instituciones ni mediaciones que se interpongan en el camino. La “Nueva Era” no acepta ninguna verdad que esté fuera del ámbito de la propia experiencia. Una libertad que deriva en el dogmatismo de la pura subjetividad: lo que a mí me gusta, lo que yo siento... porque a mí me gusta, porque yo lo siento así. Mera intimidad de sensaciones placenteras. Una “espiritualidad” que no sólo no une, sino que nos aleja cada vez más a unos de otros, que nos va encerrando a cada cual en un recóndito y esotérico ego, donde ya no hay lugar para el “molesto prójimo”. Una espiritualidad acorde a la mentalidad consumista donde no queda tiempo para mirar al otro, tan solo satisfacer la propia necesidad de bienestar espiritual y psicofísico.
Se multiplican bajo este talante, toda clase de libros y artículos de dudosos autores sobre temas sibilinos y gnósticos, evangelios apócrifos manipulados, conocimientos secretos supuestamente “ocultados” por la Iglesia católica, adivinación, control mental, piramidología, chamanes, turismo astral, cábala, ufología, radiestesia, etc. Y así se van repletando los anaqueles de librerías y las góndolas de supermercados con toneladas de sus publicaciones.
La práctica del channeling (canalización) forma parte del abigarrado y pintoresco panorama de la Nueva Era. Es una versión moderna del espiritismo en que, por medio de ciertas “técnicas” se invocan espíritus de difuntos, así como también de ángeles, extraterrestres y “seres de luz” (?). Volúmenes de amplia difusión, como Un curso de milagros, o el Libro de Urantia son fruto de locuaces voces del más allá, que peroran desde el otro mundo. ¿Acaso se trata de ediciones postmortem?
Los adeptos a la Nueva Era pretenden abrir sus mentes generosamente a numerosos "maestros espirituales" o "ascendidos", guías de la humanidad, que les dictarían en su conciencia lo que han de hacer, pensar y sentir, de tal manera que cada uno apela a su “maestro” o “ángel” para justificar sus acciones o decisiones irracionales. Estos “maestros ascendidos”, avatares, son hermanados y yuxtapuestos unos a otros en una perpleja y solidaria enumeración: Henoc, Elías, Moisés, Paracelso, Pitágoras, Confucio, Jesús, Hermes Trismégisto, Buda, Nichiren, Mahoma, Krishna, Melquisedec, Maitreya, El Rey Arturo, Minerva, Nabucodonosor, San Juan Bautista, Eliphas Lévi, Sanat Kumara, El Arcángel Miguel, M. Eckhart, La Virgen de Fátima, El Conde de Saint Germain... y también algún capitán extraterrestre. Todos ellos serían manifestaciones del único “cristo cósmico”.
Como se habrán dado cuenta, en el terreno espiritual de la "New Age" cabe todo tipo de siembra, y cualquiera es sembrador.
El mismo san Pablo advierte a los primeros cristianos: “...Porque vendrá el tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, llevados por sus propios deseos, se rodearán de multitud de maestros que les dirán palabras halagadoras, apartarán los oídos de la verdad y los desviarán hacia las fábulas”. (2 Tim 4,3-4)