Un canto cristiano a la libertad de la mano de los clásicos. 

Mariano Fazio, sacerdote, filósofo e historiador, número dos en la estructura de gobierno del Opus Dei, nos regala casi cada año un libro nuevo. Sus últimas obras son libros breves en los que transmite la visión cristiana del hombre de la mano de los clásicos, cuyas obras y personajes trae oportunamente a cuento. Entronca así con la renacida tradición universitaria de la enseñanza de las humanidades a través de la lectura de los grandes libros de la literatura universal que llamamos “clásicos”. Tras sus libros dedicados a los grandes escritores rusos, al siglo de oro español, a Dickens y a los clásicos italianos, ahora, en 2022, publica Libertad para amar, a través de los clásicos (Ed. Rialp, 155 págs.).

En el capítulo introductorio Fazio centra la idea que quiere transmitir: “Hemos sido creados libres para amar, y cuando no alcanzamos el fin propio de la libertad nos encontramos frente a un fracaso existencial. Todos deseamos una vida lograda, plena, feliz. Para alcanzarla, la clave reside en hacerlo todo libremente, por amor (…) La libertad más radical es una libertad que tiene una orientación. Con otras palabras, es una libertad ´para´. En concreto, ´para´ el amor de Dios” (pág. 17). Esta idea se desarrolla en la primera parte del libro que engloba los capítulos 1 a 5. El resto del libro se dedica al análisis de lo que denomina libertades ´de´, al necesario esfuerzo para librarnos de lo que en nosotros se opone al fin que hemos elegido para nuestra vida y al contexto del amor de Dios en que un cristiano vive la búsqueda de la felicidad en libertad.

En cada capítulo el autor enuncia algún aspecto de la libertad y lo ilustra después con la presentación de situaciones y personajes de algunos de los clásicos más leídos de la historia.  Para él los clásicos “abordan, de una manera u otra, lo referente a las preguntas existenciales de la persona humana (…) no se regodean en mostrar el error, el mal o la fealdad (…) nos enriquecen” (págs. 20-21). Podemos establecer con ellos una relación de amistad: “los personajes de ficción son cuasi personas que, como los amigos fieles, nos pueden señalar el buen camino” (pág. 23).

Con Fazio, analizamos el error de buscar la felicidad en los honores y el poder acercándonos al Macbeth de Shakespeare; o en el placer a través de las figuras  del D. Juan Tenorio de Zorrilla y Tirso y del Dorian Grey de Oscar Wilde; o en las riquezas, con Dickens y su Cuento de Navidad. Para mostrarnos el inmenso aprecio de Dios por la libertad, el autor nos hace contemplar La leyenda del Gran Inquisidor, incluida en Los hermanos Karamazov de Dostoievski. Nos acerca Fazio a la tradicional idea de la vida como camino con El señor de los anillos de Tolkien y a la de la vida como teatro con Calderón. La vida como apertura a los demás y entrega al otro la contemplamos analizando La casa desolada de Dickens y El festín de Babette de Isak Dinisen.

A la coherencia como necesidad vital nos llevan algunos personajes de las hermanas Bronte, como Jane Eyre. La lucha contra el egoísmo se ilustra con el Raskolnikov de Crimen y Castigo, el vanidoso de El Principito de Saint-Exupery y algunos personajes de Sentido y sensibilidad de Jane Austen y de un cuento de Hans Christian Andersen. La necesidad de la conversión se ilustra con Sin Nombre, el personaje de Los novios de Manzoni  y con la historia del fascinante Jean Valjean en Los miserables de Víctor Hugo; la necesidad del perdón se patentiza con la historia del príncipe Volkonski en Guerra y paz de Tolstoi; los peligros del sentimentalismo con algún otro personaje de las hermanas Bronte y los del voluntarismo/legalismo con las historias de  El mercader de Venecia y Moby Dick.

Y son solo algunos ejemplos, a los que habría que añadir, además, las abundantes referencias a relatos y personajes de la Biblia

Mariano Fazio logra darnos abundantes pistas, siguiendo las historiass de los grandes libros de la literatura universal, del valor de la libertad como don maravilloso de Dios y de qué hacer con ella una vez que la tenemos. Este libro además puede suscitar en el lector deseos de leer o releer esos clásicos que Fazio trata como a buenos “amigos que nos pueden señalar el buen camino”.

 

Benigno Blanco